Mientras la élite del control del tabaco se reunía en Dublín para la Conferencia Mundial sobre el Control del Tabaco (WCTC), en las afueras del evento tuvo lugar una protesta que captó la atención de todos: un espectáculo de luces proyectaba sobre el centro de convenciones el mensaje “¡Voces no escuchadas – Los consumidores importan!”. Al día siguiente, activistas con las bocas tapadas sostuvieron una pancarta con el mismo lema en una protesta silenciosa organizada por la World Vapers’ Alliance (WVA). No fue un acto simbólico más. Fue una advertencia clara: los consumidores, es decir, quienes más son afectados por las políticas de control del tabaco, siguen siendo sistemáticamente ignorados.
Vapeo: la Argentina, ante una oportunidad histórica
Tras su reciente salida de la OMS, debería mirar hacia los países que están liderando una verdadera revolución en salud pública con políticas inteligentes, centradas en el ciudadano y basadas en el riesgo relativo de los productos.

El camino es claro: regular, no prohibir; escuchar, no silenciar; innovar, no retroceder.
Esta exclusión es especialmente grave en un momento en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se prepara para la próxima conferencia de las partes (COP11) del Convenio Marco para el Control del Tabaco, que se celebrará en noviembre en Ginebra, Suiza.
Mientras tanto, Suecia está a punto de convertirse en el primer país libre de humo de Europa; Grecia y República Checa han reducido significativamente sus tasas de tabaquismo gracias a un enfoque basado en la reducción de daños; y Japón ha logrado disminuir en un 42% la venta de cigarrillos desde la introducción del tabaco calentado. Estos avances no son fruto de prohibiciones, sino de políticas que promueven la innovación y ofrecen a los fumadores herramientas reales para dejar el cigarrillo.
Argentina tiene hoy una oportunidad histórica. Tras su reciente salida de la OMS, debería mirar hacia los países que están liderando una verdadera revolución en salud pública con políticas inteligentes, centradas en el ciudadano y basadas en el riesgo relativo de los productos.
El camino es claro: regular, no prohibir; escuchar, no silenciar; innovar, no retroceder.
Para que Argentina se consolide como un referente en esta materia, el primer paso es eliminar la prohibición vigente sobre los productos de vapeo, impuesta por una disposición administrativa de la ANMAT que nunca fue debatida ni aprobada por el Congreso. En su lugar, el país debe avanzar hacia una regulación integral basada en la evidencia científica y en el principio de reducción de daños. Esto implica establecer estándares de calidad y seguridad para los dispositivos y líquidos, prohibir su venta a menores de edad, garantizar un etiquetado claro e informativo, y permitir la existencia de sabores que han demostrado ser clave para que los adultos dejen de fumar.
Solo así se podrá proteger a los consumidores, evitar el crecimiento de un mercado negro y, sobre todo, salvar vidas.
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