En medio de las tensiones crecientes entre Estados Unidos y China, el gobierno de Xi Jinping volvió a mostrar sus cartas con una jugada estratégica: endureció el sistema de licencias para la exportación de tierras raras, insumos clave para las industrias tecnológicas, militares y de energías limpias. Esta decisión, que afecta directamente a fabricantes de todo el mundo, marca un nuevo capítulo en la guerra comercial y deja a la vista el poder de Pekín para condicionar el ritmo de la economía global.
El as bajo la manga de China en la guerra comercial con Estados Unidos
Pekín refuerza su control sobre exportaciones clave de tierras raras para la industria global y consolida su rol como actor central en la cadena de suministro tecnológica.
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China controla alrededor del 70% de la extracción mundial de tierras raras, pero su dominio es aún mayor en las etapas de refinado y procesamiento.
China controla alrededor del 70% de la extracción mundial de tierras raras, pero su dominio es aún mayor en las etapas de refinado y procesamiento. Los imanes de tierras raras son componentes esenciales para vehículos eléctricos, drones, misiles guiados y chips avanzados, y la capacidad del país asiático de regular su flujo al exterior es vista por analistas como una herramienta geopolítica de precisión quirúrgica.
Un modelo inspirado en EEUU, pero con sello chino
La política de control de exportaciones que China viene consolidando desde hace más de una década se inspira en los regímenes de sanciones estadounidenses, pero con una impronta propia. Mientras Washington limita la venta de tecnología sensible a sus rivales estratégicos, Pekín utiliza las materias primas críticas como forma de ganar influencia.
En abril, el Ministerio de Comercio chino amplió la lista de tierras raras sujetas a licencias de exportación, lo que dejó a fabricantes europeos y japoneses sin insumos clave, obligando incluso al cierre de algunas líneas de producción. Y aunque la administración Trump anunció conversaciones para flexibilizar estas medidas, Pekín no dio señales de querer retroceder.
“China no está simplemente restringiendo exportaciones. Está mapeando con exactitud cómo y dónde se usan sus tierras raras, y con eso gana una ventaja crucial sobre sus competidores”, sostuvo un ejecutivo de una firma estadounidense que prefirió no ser identificado.
El impacto global y las implicancias para Argentina
La nueva estrategia china llega en un momento en que la disputa tecnológica con Estados Unidos se intensifica, y los efectos ya se sienten en múltiples sectores. Desde 2020, Pekín ha sumado restricciones a la exportación de germanio, galio, grafito y otros minerales esenciales, lo que afecta la estabilidad de las cadenas globales de producción.
Para la Argentina, que busca atraer inversiones en minería y desarrollar su industria de tecnología limpia, esta situación representa un llamado de atención. El litio argentino, por ejemplo, es otro mineral estratégico en la transición energética, y el país podría verse envuelto en la puja global por insumos críticos. Además, las empresas locales proveedoras de autopartes o insumos tecnológicos podrían enfrentar dificultades si los costos de componentes importados se disparan por restricciones de oferta.
Tierra rara, herramienta de presión
No es la primera vez que China utiliza este recurso como herramienta diplomática. Ya en 2010 interrumpió exportaciones a Japón en el marco de una disputa territorial. Desde entonces, su poder en este terreno no ha hecho más que crecer.
El expresidente Deng Xiaoping lo advirtió en los 90: “El Medio Oriente tiene petróleo, China tiene tierras raras”. Esa frase cobra hoy una vigencia estratégica notable.
La reunión comercial prevista para el lunes entre funcionarios de alto nivel de ambas potencias buscará desactivar parte del conflicto, pero el nuevo sistema de licencias —que otorga a China una visión sin precedentes del uso de estos minerales a escala global— ya está en marcha.
Para muchos observadores, Pekín no busca cortar el suministro, sino gestionar su poder con mayor inteligencia. Un bisturí en lugar de un martillo. Pero el mensaje es claro: si Washington insiste en frenar el avance tecnológico de China, Pekín responderá con lo que tiene —y mucho—: control sobre los insumos que mueven al mundo.
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