21 de abril 2024 - 00:00

Cegados de desigualdad: las elites globales, sus herencias y la baja carga impositiva

La nueva generación de multimillonarios, que heredarán las fortunas de sus padres, tiene poco de qué preocuparse. Pagarán menos impuestos y con el poder que le brindan los gobiernos a sus grupos corporativos consolidarán la desigualdad.

El poder de grandes empresas y monopolios se ha convertido en una máquina de generación de desigualdades.

El poder de grandes empresas y monopolios se ha convertido en una máquina de generación de desigualdades.

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Herencia. Esa pareciera la clave del éxito. Al menos para las elites globales, los ricos que dominan el mundo. Así por lo menos lo indica un informe reciente publicado por la revista Forbes, el cual sostiene que se espera que más de mil magnates transmitan más de 5,2 billones de dólares a sus herederos en los próximos años.

En este sentido, la lógica shumpetereana, de la innovación para el crecimiento y la posterior acumulación, va languideciendo lentamente. Soy rico porque mis ascendientes lo son. Y la verdad, no es necesario ‘romperme el lomo’ mucho. Ser vivo para mantener lo que tengo, incorporándome a la dirección ejecutiva de las empresas familiares. Estudios jurídicos y contables de confianza amigos, algo de conocimiento técnico financiero. Y no mucho más. ¿Ambición? Bien, gracias. A disfrutar la ‘vida loca’.

¿Preocupaciones? Lo novedoso del informe es la relevancia que le dan a la inteligencia artificial: mientras el 65% considera que será una de las mejores oportunidades comerciales para sus negocios a futuro, el 58% observa a la vez que las amenazas de ciberseguridad y piratería informática aumentan a medida que la tecnología gana protagonismo. En este aspecto, era obvio que su preocupación no iba a ser la pérdida masiva de puestos de trabajo. ¿Será que, en la transición hacia una nueva forma de producción global, confían demasiado en los nuevos puestos que se están creando? No creo que piensen demasiado en ello.

Lo más interesante sí, como el sistema mismo, es el individualismo –para no decir egocentrismo-, de quienes tienen una empatía limitada con el resto del mundo: el 68% de los multimillonarios de la primera generación declararon que la filantropía era una parte importante de su legado, frente a sólo el 32% de la generación heredera.

Y lo peor de todo es que, ni con el incentivo propio, ni con el ajeno, colaboran con los más desfavorecidos. Es que los multimillonarios empresarios cada vez tienen que hacer frente a menos impuestos a lo largo de su vida. Sino miremos los impuestos corporativos, los cuales disminuyeron significativamente en los países de la OCDE en las últimas décadas, del 48% en 1980 al 23,1% en 2022. Otro ejemplo: la mitad de los multimillonarios del mundo viven en países en los que ha dejado de existir el impuesto de sucesiones sobre el dinero entregado a los hijos. En números concretos, unos 5.000 millones de dólares de estos hombres y mujeres pasarán a la siguiente generación libres de impuestos. Por supuesto, con la elusión (y porque no la evasión) como caballitos de batalla. Y cabe aclarar que esto no es por designio divino: la desigualdad es impulsada por las elites que emprenden una guerra sostenida y altamente efectiva contra los impuestos.

¿Nada ocurrió con el informe publicado en octubre del año pasado publicado por el Observatorio Fiscal de la Unión Europea, el cual recomendaba un impuesto global para los 2.700 multimillonarios del mundo? Según el organismo, un impuesto de este tipo permitiría recaudar 250.000 millones de dólares al año. Mucho dinero que serviría para paliar el hambre en el mundo; como sería también el transferir dinero del gasto militar global a la investigación médica para luchar contra las enfermedades endémicas, entre otros. A no, eso implicaría pedir demasiado para una ética en desuso. Demasiado moral todo, a ver si se nos ocurre poner el ser humano y el medio ambiente por delante de la acumulación.

Es por ello que no es de extrañar el informe que acaba de publicar la prestigiosa organización Oxfam, en el cual indica que mientras los cinco hombres más ricos del mundo duplicaron con creces su fortuna desde 2020 hasta 2023 (de u$s 405.000 millones en 2020 a u$s 869.000 millones el año pasado), casi cinco mil millones de personas en todo el mundo se empobrecieron en el mismo período de tiempo. El aumento de la desigualdad global, con las personas y empresas más ricas acumulando mayor riqueza -gracias al aumento de los precios de las acciones y también al tener mayor capacidad de lobby-, solo nos puede llevar a una conclusión: el poder corporativo se utiliza para impulsar la desigualdad.

Por un lado, exprime a trabajadores y enriquece a los accionistas ricos, esquivando impuestos y privatizando el estado. Pero además, por acción u omisión, los gobiernos empoderan a enormes capitales a potenciar las prácticas monopólicas, entregándoles tal poder que les permite influir en los salarios que se pagan a las personas (según un trabajo del World Benchmarking Alliance sobre las 1600 empresas más grandes del mundo, solo el 0,4% de éstas se comprometen públicamente a pagar a sus trabajadores y trabajadoras un salario digno, y a abogar por esta medida justa en sus cadenas de valor), en los precios de los alimentos y los medicamentos a los que las personas pueden acceder. Finalmente, estas elites económicas también presionan implacablemente por obtener tasas de interés más bajas en el sistema financiero, una menor transparencia en los procesos de accountability y otras medidas destinadas a permitir que sus corporaciones contribuyan lo menos posible a las arcas públicas.

¿Cómo podemos hacer entonces para parar cambiar una realidad donde el creciente poder de grandes empresas y monopolios se ha convertido en una máquina de generación de desigualdades, se exprimen a las y los trabajadores, se arman esquemas agresivos de elusión fiscal, se privatizan los servicios públicos y se acelera el colapso climático, canalizando cantidades ingentes de riqueza hacia sus propietarios, ya ultrarricos, lo que como contraparte implica el menoscabar las democracias y los derechos de las mayorías?

Estudie, lea a los clásicos, permítase dudar. Piense bien quien defiende sus intereses. Vaya con convicción a la urna. No se resigne a vivir en un mundo tan imperfecto. ¿Y pedidos para quienes nos gobiernan? Dos cuestiones principales: 1) no mientan y hagan lo que prometieron 2) no tengan miedo ni sean cómplices de los grandes poderes fácticos, la ‘verdadera casta’, como se suele decir estos días. Porque recuerde, ‘a los tibios los vomita dios’. Y sin una verdadera revolución, los dilemas estructurales, se enquistan y solo derivan en una prolongación agónica de quienes nunca han visto –ni sus hijos ni nietos verán– una luz al final del túnel. Donde, en el mientras tanto, las elites económicas que dominan el mundo, continúan disfrutando mirándose su propio ombligo.

Economista y Doctor en Relaciones Internacionales. Twitter: @KornblumPablo

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