Lo que se esperaba como una pulseada cambiaria hacia el tramo final del calendario electoral se adelantó, forzando un ajuste prematuro del tablero macroeconómico. A pesar de los incentivos oficiales para acelerar la liquidación de divisas del sector agroexportador, el mercado comenzó a reflejar presiones sobre el tipo de cambio desde mediados de junio. En julio, el dólar cruzó con holgura el centro de la banda cambiaria, exponiendo la fragilidad de una estrategia que apostaba a contener el dólar como ancla antiinflacionaria.
Dólar, tasas, inflación, y el desafío de estabilizar sin financiamiento
El dólar se adelantó al calendario electoral y expuso la fragilidad del modelo: salto de tasas, presión cambiaria e incertidumbre monetaria.
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El frente fiscal continúa ordenado y, la inflación se mantiene por debajo del 2%. No obstante, la coyuntura plantea dilemas difíciles de resolver
El contexto se complicó aún más con el fallido rediseño del esquema monetario. La salida abrupta de las LEFIs (instrumento que operaba como vía de absorción de pesos por parte del BCRA) desató mayor inestabilidad. La falta de mecanismos eficientes para regular la liquidez derivó en un salto de las tasas del mercado de dinero: las cauciones llegaron a superar el 70% TNA, y la LECAP más corta (S31L5) trepó por encima del 66% TNA.
Ante este panorama, las entidades financieras enfrentaron un escenario incierto. Sin la herramienta de absorción del BCRA, y con nuevas restricciones regulatorias que penalizan la tenencia de títulos públicos en el mercado secundario, los bancos comenzaron a volcarse con fuerza al mercado overnight para evitar dejar fondos en encajes no remunerados. Esta dinámica elevó las tensiones sobre el sistema financiero y reforzó la suba de tasas.
La administración de la liquidez a través de licitaciones del Tesoro, con instrumentos de mayor duración y liquidación diferida, terminó funcionando más como un cuello de botella que como un regulador eficaz. Las tasas reales se ubican en niveles altos, con impactos negativos en la actividad económica, la fluidez de la cadena de pagos y la sustentabilidad del financiamiento fiscal. A su vez, la dinámica del mercado de futuros evidencia que el tipo de cambio actual no logra anclar expectativas, lo que suma incertidumbre en el frente cambiario.
En este marco, el tercer trimestre (ya considerado el más complejo del año por su proximidad al proceso electoral) confirma los pronósticos más pesimistas. La combinación de una presión cambiaria anticipada, una transición monetaria fallida y la obligación de convalidar tasas más altas marcan los límites de un modelo que, en tiempos de mejores condiciones externas, ofrecía mayor margen de maniobra. Hoy, sin el ingreso extraordinario del agro ni acceso al financiamiento externo, el escenario es mucho más desafiante.
Pese a todo, hay algunos indicadores que muestran cierta estabilidad. El frente fiscal continúa ordenado y, la inflación se mantiene por debajo del 2%. No obstante, la coyuntura plantea dilemas difíciles de resolver: estabilizar el dólar sin nuevas fuentes de financiamiento, contener la inflación sin ahogar la actividad económica y preservar la estabilidad política en un contexto electoral cada vez más exigente.
Economista - exsubsecretario de Programación Macroeconómica de la Nación
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