28 de abril 2020 - 00:00

Reflexiones sociológicas en tiempos de pandemia

Por la pandemia del coronavirus y la cuarentena declarada en diferentes países, los comportamientos sociales e individuales fueron modificándose, en muy poco tiempo.

Dos trabajadores caminan las calles de Buenos Aires durante la pandemia del coronavirus.

Dos trabajadores caminan las calles de Buenos Aires durante la pandemia del coronavirus.

Télam

Los comportamientos sociales e individuales fueron modificándose, en muy poco tiempo, por las cuarentenas y el aislamiento social en diferentes países. Vemos azorados conductas egoístas e individualistas producto del miedo o de la indolencia. Ejemplos sobran: abastecerse de alimentos de manera exagerada; incumplir las normas; viajar a otros lugares a pesar de estar en cuarentena; seguir organizando reuniones sin pensar en las consecuencias.

A pesar de todo, todavía nos encontramos con ciudadanos solidarios. Algunos arman redes y cadenas de WhatsApp con mensajes positivos para personas infectadas, mostrando compasión y sensibilidad. También otros que viralizan mensajes de amigos y familiares, que se encuentran en el exterior y que no pueden volver a su país natal.

Estas personas solidarias, que son muy diversas, se han dado cuenta que su tiempo “tiene más sentido” cuando pueden ayudar a un otro, dándole una palabra de aliento; uniéndose a grupos como los que confeccionan barbijos para hospitales; o llamando a un medio de comunicación, para que repatríen a un “conocido” de otro “conocido”.

No solo hay noticias del número de infectados o muertes entonces, sino también mensajes de esperanza y de querer acompañar al otro, para darle una visión más trascendente de la vida. Lo que vivimos hoy como humanidad tiene un sentido, que nos fortalecerá en valores como la solidaridad.

En las obras clásicas del sociólogo Émile Durkheim (1858-1917) se introdujeron los términos ‘solidaridad mecánica’ y ‘solidaridad orgánica’. La primera era propia de sociedades más primitivas-familiares, donde lo que movía era el sentimiento de unión por la misma comunidad de creencias y de sentimientos. Mientras que la orgánica era más propia de las sociedades modernas capitalistas, el sistema de relaciones se producía por los vínculos de cooperación entre individuos, según sus conocimientos y la división del trabajo.

Estos conceptos los vemos plasmados en la actualidad, donde la solidaridad se produce a todo nivel. Por un lado, los profesionales de la salud que aportan sus conocimientos desde su solidaridad orgánica. Por el otro, los ciudadanos comunes que con sus gestos y sus creencias ayudan al otro desde la solidaridad mecánica.

A pesar del contexto que nos toca vivir y la incertidumbre que ello acarrea, no todo lo que vivimos es malo. El filósofo sur- coreano Byung-Chul Han en su obra La sociedad del cansancio anticipó que la sociedad hiperconsumista y neoliberal (que imponía todo lo igual y excluía lo distinto; donde el otro no importa tanto ya que es solo un competidor, exaltando el narcisismo e individualismo) sufriría una especie de cortocircuito y un gran cambio.

Este “gran cambio” se está viendo ahora mismo por el Covid- 19 en varios países. Vivenciamos la necesidad del otro; el compartir, generar conversaciones auténticas y profundas. Pasamos del activismo a ser más pacientes y tolerantes, a ver cómo administrar nuestro tiempo en “casa” y detenernos a mirar al que está a nuestro lado (un vecino, un compañero de trabajo, un amigo, o un conocido) para ver cómo poder ayudarlo.

Lo importante es que todas estas acciones no sean pasajeras ni sólo a consecuencia de la pandemia. Que no se desvanezcan cuando todo pase, y que vaya más allá. Que sean las actitudes y los valores duraderos los que nos demuestren que las sociedades solidarias permiten transcender del individualismo y terminen construyendo puentes que nos unan a pesar de nuestras diferencias y, en definitiva, nos ayuden a vivir mejor.

(*) Politóloga, socióloga y profesora de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.

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