Crecimos con el cuento de Perrault, amamos el dibujo de Disney, pero la Cenicienta tiene muchas otras versiones, como la italiana de “La gatta Cenerentola”, o la de los hermanos Grimm con las amputaciones a que se someten las feas para meter el pie en el zapatito, y así en cada país. Los checos, por ejemplo, tienen la versión de Bozena Nemková, novelista amada por Kafka. Ahí no aparece un Hada Madrina, sino un lechuzón con tres nueces mágicas. En 1973 el maestro Václav Vorticek la llevó al cine, con la bonita Libuse Safránková, entonces de 20 años y un resultado muy agradable. Por aquel entonces el cine checo lucía un prestigioso nivel fantástico para chicos. Lo que ahora vemos es la remake noruega de esa película. Es menos encantadora, pero más dinámica, con mayor despliegue y una mirada más actual, por supuesto.
Una Cenicienta al estilo escandinavo que se toma licencias
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Su protagonista, la cantante Astrid Smeplass, alias Astrid S., con 26 cumplidos al momento del rodaje, no tiene el dulce rostro casi infantil de las tradicionales heroínas de cuentos de hadas, pero eso acá juega como una ventaja, porque, si la checa era más viva que el príncipe, ésta lo es todavía más, y el otro es un pelandrún que tarda en volverse hombre. Y cuando hay una escena de peligro al borde del abismo, es él quien necesita que lo salven, y ella lo salva, y no hay beso de happy end. Cosas de estos tiempos. Esa escena es un agregado de madera noruega. Otra variante es que hay una sola hermanastra, y no es mala, solo pavota. Y que la madrastra tiene un peinado que parece hecho por el coiffeur del “Drácula” de Coppola.
“Tres deseos para Cenicienta” (“Tre notter til Askepott”, Noruega, 2021). Dir.: C.A. Mosli. Int.: A. Smeplass, G. Al, E.D. Petersen,
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