El déficit fiscal del Estado uruguayo subió al 4,3% del PBI en el año móvil a septiembre, según informó el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Esto equivale a unos U$S 3.230 millones. Uruguay tiene buen acceso al crédito para afrontar sus obligaciones financieras, pero el aumento del déficit le pone presión a esa posición de alta calidad con Grado Inversor. Hay que recordar que el déficit se mide en relación al PBI y es lo correcto, en el entendido que -a la larga o a la corta- la capacidad del Estado de financiar sus gastos depende de la recaudación a todo nivel, y ésta del desempeño de la economía. Pero no hay que perder de vista, en particular cuando se piensa en cómo reducir el déficit, que en términos de ingresos y egresos lo que ingresa hoy al Estado cubre solamente el 87% de lo que se gasta. Dicho de otra manera, el déficit sobre el gasto total es del 13%.
Se agrava el déficit fiscal
El escenario fiscal tuvo un rápido deterioro y todo indica que el problema va más allá de la coyuntura. Si bien hay efecto de la situación en Argentina y –en menor medida- de la sequía, hay cuestiones de fondo que no están resueltas.
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La situación fiscal es preocupante en sí misma, pero más todavía cuando se considera el escenario inmediato (año próximo), a distintos niveles. Por un lado -lo hemos comentado en esta columna- el aumento de la tasa de interés internacional va a ir sumando presión de gasto en la cuenta de intereses, tanto a nivel empresarial como en el propio Estado. Esto va a impactar negativamente en la actividad y en el gasto, en una dimensión difícil de estimar, pero que seguramente será significativa. La Reserva Federal de EEUU decidió esta semana mantener la tasa de interés de referencia y el mercado laboral en EEUU se mostró más flojo de lo pensado, todo lo cual aumentó las probabilidades de que la Fed culmine su ciclo de subas y eventualmente comience a bajar la tasa de interés. Sería lo mejor para Uruguay, pero no será rápido; el panorama es de tasas de interés reales altas, como hace años no se daba.
Por otra parte, se informó esta semana que el salario real ha seguido aumentando en términos interanuales, tanto a nivel privado como particularmente en el sector público. No escapa a nadie que este es un factor clave para el resultado fiscal: los salarios componen más del 60% del gasto total del Estado de forma que su evolución real condiciona de manera muy importante el resultado fiscal. Algo similar puede decirse de las jubilaciones. Y es difícil que el gobierno tome decisiones que impliquen un retroceso en este plano: el compromiso de recuperar los salarios a los niveles pre pandemia se ha cumplido ya (incluso con cierto adelantamiento), y es poco probable que esto cambie, en especial en un año electoral.
Finalmente, y vinculado al anterior, la economía está con problemas de competitividad. Luego de un ciclo de subas en los precios de exportación, vinculadas a la salida post pandemia y demanda firme en ciertos mercados, como China, los precios de exportación cayeron, por las propias dificultades chinas y el fortalecimiento del dólar, entre otros factores.
No son precios malos en la comparación histórica, pero con los niveles actuales de gasto estatal -y por lo tanto de presión de costos internos en el país-, la competitividad se resiente y -por lo tanto- es difícil plantearse un escenario de mejora de la recaudación en 2024 por una dinamización económica contundente. Posiblemente la haya en la agricultura, en la medida que el clima se normaliza, y podrían sumarse algunos otros sectores. Pero esto –seguramente- no tendrá suficiente como para mejorar apreciablemente la situación fiscal. Por supuesto que la situación en Argentina también está teniendo un impacto muy duro para la recaudación local. Hay un aumento del gasto de los uruguayos en el país vecino por la diferencia cambiaria, que hace que buena parte de la recaudación potencial que puede haber en el Uruguay por el aumento de empleo y salarios, se vaya para el otro lado del río. Y el asunto no parece que vaya a cambiar, ni siquiera resuelto el panorama electoral en Argentina.
Riesgos
Las calificadoras de riesgo están observando esta situación con atención. El déficit fiscal ha vuelto a niveles similares a lo registrado en 2019, a pesar de retiro de los gastos asociados al Covid (esos gastos que la ministra Arbeleche apuntó a “encapsular”) (gráfica). Si bien reconocen la incidencia de factores cíclicos como la sequía, ven cambios estructurales: aumentó el gasto social, hubo recortes de impuestos y aumentan los pagos por contratos PPP. Algunos análisis apuntan además que la recaudación tributaria (en Uruguay y en muchos otros países) tuvo un boom en 2021-2022, que ahora parece estar mermando. Es uno de los efectos del período de pandemia y post pandemia que distorsionó la evolución de las variables económicas y ahora se comienza a despejar.
Las calificadoras han puesto a Uruguay 2 escalones en el Grado Inversor y son cautelosas al evaluar y hacer eventuales cambios. Pero el dato del déficit de hoy en Uruguay es bastante mayor al que tienen en su planilla. Y más de un punto mayor a la proyección del propio gobierno en la última rendición de cuentas (3,2%).
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