26 de diciembre 2001 - 00:00

El campo busca una fuerte reactivación

La economía de nuestro país transita una compleja crisis que acumula más de tres años de recesión, con alarmantes registros de recaudación y una caída de más de 10% respecto del mismo período del año anterior. La mecánica de la economía se sustentó en ajustes cada vez más profundos y dolorosos, donde sistemáticamente se nivela hacia abajo, no advirtiéndose que el achique de la economía dificulta la redistribución, mecanismo del desarrollo. Que la profundidad del ajuste trae aparejado un proceso concentrador de la economía; un avance de quienes poseen mayores conocimientos; y una pérdida de la solidaridad social, principio que debe prevalecer en toda sociedad, y que el individuo lo debe aprehender como elemento vital de convivencia social. La principal conclusión de esta suerte de diagnóstico nos encamina a la desintegración social, que su origen es económico, pero que se propaga en lo social, con una pérdida de valores morales, tan elementales, como el desprecio por la vida. Entrando a analizar nuestra economía, la graficamos como un anillo integrado por un sinnúmero de puntos, donde cada uno de ellos representa una variable socioeconómica, que se engarza una a la otra en una cadena continuada, que por aplicación de las actuales políticas tiene la rara virtud de ser activado hacia dentro, es decir, el anillo se achica permanentemente, lo que significa un proceso recesivo. De esas innumerables variables, advertimos que cinco de ellas pueden producir la ruptura expansiva necesaria, el consumo, la construcción, el gasto público, el crédito externo, el sector agropecuario. Sin embargo, las cuatro primeras se caracterizan por sus limitaciones, y sólo la última tal cual exponemos en el análisis tiene autoexpansión.

Consumo:
prácticamente no tiene repuesta en tenor al nivel de ocupación y subocupación que arrastra el país, desde que se superara el nivel de 25% entre ambos índices, en 1996, y que luego siguiera creciendo, pero que jamás se pudo reducir. Pretender activar por medio de esta variable el efecto multiplicador tropieza con la necesidad de recuperar el salario, fundamentalmente a través de la baja de los índices.

Construcción:
esta segunda variable que mencionamos tiene dos aristas, la pública y la privada, obvio es decir que la segunda requiere de un mercado demandante, que tal cual se desprende la variable anterior se encuentra deprimida para producir un efecto positivo e inducir el crecimiento de la economía, que además requiere de una gran presión de la inversión, de manera que produzca construcciones masivas que lleven a romper esa inercia negativa que tiene toda la economía, que con los condicionamiento negativo no existe incentivo.

Obras públicas:
choca con una limitación que es el nivel de inversión que se requiere para producir idéntico efecto que el planteado para el sector privado, que también conspira contra esta realidad la actual dimensión de nuestro PBI, otrora con un PBI más chico la incidencia de un plan de obras públicas era motorizador de una aceleración en el crecimiento de la economía.

Gasto público:
esta variable se la debe dejar de lado como elemento reactivador de la economía, en virtud de que medidas tales como la nueva ley denominada Déficit cero, que además es una variable, que la sola mención de su aumento, altera negativamente los mecanismos psicosociológicos de una sociedad que achaca parte de sus grandes males al irresponsable y mal uso que se ha hecho del gasto público, dilapidándose los fondos del Estado en gastos improductivos.

Agropecuaria:
finalmente y luego de un desesperanzado diagnóstico nos queda esta última variable, sector que tiene características muy particulares, y que sólo la desaprensión con que ha sido tenido en cuenta, por cada una de las conducciones económicas, como políticas lo han llevado a sumirlo en una crisis que, sin embargo, muestra datos increíbles, y así en medio de la casi fundición en que hoy se encuentra sumido aumenta en los últimos años su producción física al doble de los promedios, alcanzados en décadas anteriores a la del noventa. Este sector, que tiene una historia rica en logros, que ha sido en definitiva el que fue creando el tejido social de nuestro país, hoy es el que puede cargarse el país al hombro y sacudir la inercia recesiva. Posición que se sustenta en aspectos progresistas tales como las ansias de superación, es un sector que ante cualquier mejoría invierte apostando como ninguno de los sectores a la superación de los niveles de producción. Que además reinvierte de alguna manera los esfuerzos en la producción del nuevo ciclo, ya que está atrapado en un círculo vicioso, donde el productor o produce o sale del sector. Estos irreversibles condicionantes hacen que este sector esté en pie más allá de cualquier temporal. Pero además advertimos que el esfuerzo que se requiere para su puesta en marcha es mínimo, comparado con cualquiera de los sectores o variables económicas que ya mencionáramos anteriormente. Efectivamente la política del sector debe ser construida sobre algunas premisas básicas que nos permitimos exponer y que por razón de espacio no podemos desarrollar integralmente, pero trataremos de resumir brevemente a riesgo de perder claridad. Las medidas son en primer lugar un precio sostén, que representaría niveles de precio en los principales productos agrícolas, maíz ($ 105), trigo ($ 115), soja y girasol $ 170. Esto aseguraría al productor niveles importantes de rentabilidad, que por lo ya dicho se volcaría en forma inmediata a la inversión. Los niveles de subsidio alcanzarían montos del orden de los $ 1.000 millones anuales, que entendemos son reducibles operando con las operaciones a término. Está de más agregar que similar criterio se debe seguir con los otros productos que existen, quizá muchos de ellos es más importante aun porque son sostén de las economías regionales.

Otras medidas son:

a) refinanciación de toda la deuda financiera, banca privada y pública sin excepción
, con un período de gracia para iniciar al pago del capital no inferior a dos años, con un plazo con la suficiente extensión que permita lograr capacidad de pago en base a la rentabilidad de la explotación y tasas de interés adecuadas y por qué no subsidiada;

b) mecanismo de financiación de los costos de producción
, evitando los mecanismos distorsivos de pago a cosecha;

c) política de equipamiento tecnológico racional
y general, desde lo genético hasta lo productivo y estructural;

d) una adecuada y racional política tributaria;

e) Políticas que incrementen el valor agregado de la producción agropecuaria;

f) políticas sanitarias preventivas;

g) agresiva política de exportación;

h) planes de infraestructura, silerías, contingencias climáticas, política de riego, etc.


La consecuencia de esta política integral agropecuaria significará un incremento en la demanda de maquinarias e insumos, que repercutirá sobre las PyMEs industriales, que son aspiradoras de desocupación, por el bajo nivel de ocupación en relación con la inversión, y aquí apreciamos la posibilidad concreta de romper hacia fuera el círculo económico, es decir lograr el crecimiento. Traerá como consecuencia un sustancial incremento en la actividad económica en los sectores relacionados con el agro, y juntamente con ello el incremento genuino de la recaudación, y no los incrementos artificiales monetarios que nos han llevado a la situación que hoy nos encuentra el país. La ventaja comparativa de este sector, es que no requiere de una previa demanda interna, dado que su mayor producción es colocada en forma inmediata en el exterior, lo cual hace que sea posible la ruptura de ese círculo vicioso.

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