Aceite de oliva, negocio religioso
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Julieta Cohen Sabban
J.C.S: La Argentina tiene algo que otros países de América no tienen: tierras y buen clima. En todo tipo de cosecha, la Argentina es superior.
P.: Se sabe que los europeos subsidian la producción agrícola en general. ¿Qué relación tiene el Estado con su industria?
J.C.S: Más que ayudar, el Estado complica; nos cuesta ser competitivos por factores como la inestabilidad económica y la inflación. Pero para compensar la inflación no podemos aumentar los precios: debemos ser muy precisos a la hora de tomar una decisión en ese sentido. Además, los proyectos de aceite de oliva requieren grandes inversiones iniciales en maquinaria, sistemas de riego, mantenimiento... Por otra parte, si bien el consumo de oliva aumentó, lo hace en forma progresiva: mientras en Europa se consumen 12 litros por habitante por año, aquí sólo 250 gramos.
P.: ¿Cómo los afectó la crisis energética?
J.C.S.: Tuvimos problemas en las plantas de producción y en el riego por goteo. Nos vimos obligados a invertir en grupos electrógenos y en bombas de riego; si no, habríamos perdido cerca de 40% de nuestra cosecha.
P.: ¿Y cómo impacta el aumento en las retenciones?
J.C.S.: Las retenciones deprecian el valor de la exportación local porque en Europa el Estado subvenciona a los productores; entonces su producto es más económico que el argentino. Es uno de los muchos obstáculos que tiene cualquier emprendedor local, y que deben sortearse con paciencia.
P.: ¿Cómo es trabajar en una empresa familiar?
J.C.S.: Los Cohen Sabban siempre estuvimos en la industria textil; este proyecto lo hicimos con mi padre y mi hermana. La empresa es parte de la familia; todos trabajamos a la par y nos esforzamos por lograr un objetivo en común. En mi caso, me permitió crecer, desarrollarme en lo profesional y escalar rápidamente, lo cual habría sido más difícil de lograr en otra empresa por el hecho de ser mujer.
P.: ¿Alguna vez se sintió discriminada dentro del ámbito de los negocios por el hecho de ser mujer?
J.C.S.: No, todo lo contrario; ser mujer fue una gran ayuda porque en general los colegas y clientes, en su mayoría varones, son más amables en el trato. Trabajar en una empresa familiar también ayuda porque me siento libre a la hora de tormar decisiones.
Entrevista de Marcela Pagano




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