La economía argentina avanza hacia un reordenamiento macroeconómico que trajo señales alentadoras: la inflación cede, el crédito bancario regresa y el sistema financiero empieza a mostrar dinamismo. Sin embargo, debajo de ese repunte, los balances empresariales muestran una fragilidad creciente en algunos sectores. Según un informe de First Capital Group, el crédito bancario al sector privado creció un 140% en dólares en el primer trimestre de 2025 —100% en términos reales—, pero esa recuperación está acompañada por un preocupante salto del apalancamiento y mayor riesgo de incumplimiento por parte de algunas compañías.
Empresas de la región bajo estrés financiero: crecen los defaults y se duplica el apalancamiento
El sistema financiero muestra signos de recuperación y el crédito al sector privado se duplicó en términos reales. Sin embargo, muchas compañías enfrentan presión en la reestructuración de sus deudas.
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Las empresas enfrentan nuevos desafíos en la gestión financiera.
El relevamiento de First Capital sobre las 250 empresas más activas del sistema bancario argentino revela un deterioro generalizado en los ratios de cobertura, una caída de márgenes tanto en sectores exportadores como industriales y de consumo, y una concentración del endeudamiento en el corto plazo. En otras palabras: las compañías están más endeudadas, con menor capacidad para enfrentar sus compromisos.
“El financiamiento volvió, pero el contexto operativo es más frágil. Muchas compañías están tomando deuda para sostener flujo más que para crecer, y eso requiere una administración muy precisa”, advierte Miguel Ángel Arrigoni, socio de First Capital Group.
El crédito crece, pero también el riesgo
En marzo, el crédito al sector privado alcanzó el 8,3% del PBI, el doble que su mínimo reciente, y el nivel más alto de los últimos años. Sin embargo, el impulso no alcanza para compensar el estrés financiero. Si bien la tasa de irregularidad de la cartera se mantiene baja (2%), los cargos por incobrabilidad aumentaron al 4,7% anual y los cheques rechazados superaron el promedio de 2024, una señal de alerta temprana en la cadena de pagos.
Las empresas enfrentan una combinación de factores adversos: menor productividad, costos crecientes en dólares, ingresos presionados y dificultades para trasladar precios. Los sectores exportadores, por su parte, operan con un tipo de cambio real más apreciado, lo que erosiona aún más sus márgenes.
América en rojo: más defaults y reestructuraciones
La tendencia trasciende fronteras. En Estados Unidos, las presentaciones bajo Chapter 11 alcanzaron en 2023 su mayor nivel en ocho años, con un salto interanual del 50%. En Brasil, las solicitudes de recuperación judicial subieron 20% entre 2022 y 2023, afectando especialmente a las pymes industriales.
En Argentina, el número de concursos preventivos no creció en forma abrupta, pero los analistas advierten que crecen las reestructuraciones privadas: acuerdos discretos con bancos, proveedores y fondos, que buscan evitar las consecuencias reputacionales de un default público.
“Reestructurar deuda no es señal de debilidad, sino una estrategia para sostener la operación. El que llega tarde, pierde margen de maniobra y credibilidad”, resumió Arrigoni.
La gestión del pasivo, clave para sobrevivir
Según los especialistas, el timing en la administración de pasivos se volvió tan crucial como el capital mismo. Existen tres etapas claras:
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Reperfilamiento (hasta 1 año antes del vencimiento): permite acuerdos con mayor flexibilidad.
Reestructuración (a seis meses del vencimiento): obliga a rediseñar sin margen para errores.
Default (tras el incumplimiento): conlleva altos costos legales y reputacionales.
En este nuevo régimen, el financiamiento se volvió indispensable pero también más selectivo. La caída de las Leliqs habilitó un mayor flujo de préstamos bancarios, y crecieron instrumentos como cheques avalados, fideicomisos, pagarés bursátiles y préstamos sindicados. Sin embargo, el mal uso de algunos de ellos, como el pagaré bursátil, derivó en defaults que hoy limitan su despliegue.
El nuevo entorno financiero impone reglas distintas. La inflación ya no actúa como “licuadora” de deuda; cada punto de tasa real pesa. Las estructuras indexadas enfrentan descalces entre ingresos y pagos, y algunos créditos nacidos en un contexto de tasas artificialmente bajas hoy enfrentan un repricing del riesgo.
La demanda interna también se ajusta: con salarios reales golpeados y menor pass-through de precios, muchas empresas del consumo masivo no logran sostener sus precios frente a costos en dólares.
En paralelo, la volatilidad internacional impone mayores exigencias: los inversores y bancos evalúan con más rigurosidad, especialmente en créditos de corto plazo. “Las reestructuraciones exitosas combinan creatividad jurídica, músculo financiero y mucho timing. El que espera al último momento, suele pagar más caro”, concluye Arrigoni.
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