1 de marzo 2013 - 00:00

AMIA. Importó más la música que la letra

• El acuerdo con Irán pasó del sueño del consenso al vaciadero nuclear de la obediencia debida. • Estados Unidos ni critica ni apoya. cLa fantasía de que todo lo ordenó Washington. • Efecto positivo, aunque no buscado: Cristina alineó a todo el peronismo en tiempos de emergencia. • No es poca cosa, diría la locutora. • Acuerdo por poca mayoría, pero descartaron consulta popular. • Las otras batallas: el control del PJ y la declaración de hostilidades contra la Corte Suprema.

Héctor Timerman
Héctor Timerman
 
  • Lacerante por la mezcla de dolor e impunidad que reviste el caso AMIA, su debate por horas entre los legisladores de todos los partidos desembocó en una trama en la que terminó importando más la música que la letra. La iniciativa que el Gobierno lanzó como un emprendimiento bipartidario cayó en poco tiempo en la trituradora de la política agónica que se lo devora todo. Para oficialismo y oposición -que comparten el mismo objetivo declarado de ayudar al esclarecimiento de esa tragedia- terminó siendo una cuestión de obediencia debida. La música del poder aturdió la atención de una letra que nadie en realidad tenía. No la reveló, si existen secretos, el Gobierno; no la encontró tampoco la oposición en las interminables navegaciones por Google sobre las que basaron sus discursos.

    Mientras no se pruebe lo contrario, la intención del gobierno es avanzar en la investigación como defendió un Héctor Timerman que fue blanco de críticas, por algo el Gobierno homenajea por jugarse un costo hasta personal. Los reproches que le hacen opositores y entidades de la comunidad judeoargentina son sobre las consecuencias no queridas del acuerdo que están atadas a la incertidumbre del futuro. A falta de información esos reproches asaltaron al silencio del Gobierno con un despliegue de fantasía y especulación. El cóctel de imaginación y Google produce monstruos, como los sueños de la razón de Goya. 

  • Por eso se llegó a escuchar que en realidad el Gobierno está cumpliendo un plan secreto de los Estados Unidos para arreglar el conflicto con Irán que parecen contradecir los hechos de crónica sobre el acoso de Occidente sobre Teherán. Como los gobiernos peronistas -incluyendo a los del ciclo Kirchner- han buscado siempre un alineamiento con Washington en los temas de interés del imperio, esa especulación corre con facilidad. Al asumir su segunda presidencia, Cristina de Kirchner dijo que en su agenda figuraba tener la mejor relación con los Estados Unidos. No hay constancia de cambio alguna en esa idea, salvo el cambio de gerente para llevarla a cabo (Jorge Argüello ahora tiene la misión de buscar la mejor de las relaciones con Portugal). 

  • Que esta interpretación extrema -por falta de pruebas- se haya convertido en la impugnación más fuerte de la oposición (a causa, además, de la fuerza argumental de sus sostenedores, Elisa Carrió y Laura Guinzberg) es la prueba de que el debate termina importando más por la música que por la letra que nadie tuvo. En este punto el Gobierno encuentra un peregrino punto de apoyo cuando cree que Estados Unidos no apoya, pero tampoco critica el acuerdo que se votó en la madrugada de ayer. La constancia de eso la dio ayer la subsecretaria de Asuntos Hemisféricos de Barack Obama, Roberta Jacobson (experta además en la Argentina, adonde hizo una maestría sobre la situación de la comunidad judía local bajo el último turno militar). Visitó en la mañana de ayer el subcomité de Asuntos Hemisféricos de la Cámara de Representantes para una audiencia con sus miembros y le preguntaron sobre el acuerdo con Irán. Eludió la respuesta como si no tuviera importancia. Ante otra pregunta dijo que el proyecto de expansión de Irán sobre América Latina había fracasado. "Hay muchos acuerdos diplomáticos y actividades que Irán firmó en la región, muchos de las cuales, tengo que decir, no parece que estén dando frutos", dijo la funcionaria.  

  • Roberta Jacobson adelantó, para contribuir a la confusión general, que en junio la administración de Obama hará un informe sobre las acciones de su Gobierno para enfrentar el despliegue iraní en la región. La estrategia -agregó- "es trabajar con otros países en la región para analizar las amenazas, saber si podemos compartir información, algo que no siempre es posible, pero también que entiendan cuál es nuestra posición. A algunos países les preocupa no contar con la misma información que nosotros", añadió ante la pregunta de un diputado y remató: "Creo que una gran parte del informe será clasificado".

    Para quienes tratan de leer los labios de Washington buscando señales, otro dato que sostiene este alineamiento es el apoyo de la delegación de los Estados Unidos a la Argentina en la reunión de la semana pasada del organismo antilavado GAFI en París por normas que aplica el país. La delegación que presidió José Sbatella trajo la novedad que el Gobierno no ha difundido quizás por falta de aval presidencial -Cristina de Kirchner ha permanecido apartada de su gabinete durante las dos últimas semanas-. 


  • El debate sobre el acuerdo arrastró a los cronistas y opinadores de todos los sectores -pro y contra el Gobierno- al frenesí de especulaciones y googleos. Eso impidió una mirada más cruda del tema como un ejemplo de las condiciones de la vida política argentina, que sumen el fondo de cualquier iniciativa en una puja de formas que anulan su resultado. Cristina de Kirchner dijo al anunciar el acuerdo que lo sometería a la aprobación de las fuerzas con representación en el Congreso para sellar una política de Estado que sobreviviese en el tiempo. Tenía sentido que lo dijese porque oficialismo y oposición coincidieron siempre en la necesidad de esclarecer el atentado de la AMIA. Lo que no previó es que la pelea formal entre oficialismo y oposición tiene una crudeza que impide esos acercamientos. Y menos en un año electoral, períodos en donde domina la voluntad de poder y cada sector intenta imponer sus posiciones por encima de cualquier cuestión de fondo. Los legisladores del oficialismo votaron a favor del acuerdo porque venía de Olivos, y los opositores lo rechazaron por la misma razón. Eso le quitó al resultado el consenso que buscaba el Gobierno: en la votación de ayer el Frente para la Victoria tuvo 131 votos, dos por encima del quórum. 

  • Este resultado le acercó al Gobierno un activo seguramente no buscado cuando se lanzó la iniciativa, pero que no es desdeñable para un Gobierno que está en el último mandato de su Presidente: tener al partido alambrado detrás del liderazgo presidencial. En año electoral, con la puja por la sucesión ya abierta, con el recrudecimiento de las peleas por el reparto de las rentas con las provincias, este alineamiento es un producto valioso que respalda a Cristina de Kirchner en un momento en que necesita acumular fuerzas para sostener su Gobierno. Este propósito no previsto lo expresó en el debate de Diputados Agustín Rossi cuando dijo -en una refriega verbal con el radical Mario Negri-: "Lo que les molesta es que en la Argentina hay un único espacio político que construye colectivamente, que pone lo colectivo antes que lo personal e individual". 

  • En la Argentina de la crisis política perpetua no hay cultura ni metodología para enfrentar la salida del poder. No la tienen quienes gobiernan ni quienes están en la oposición y eso obliga a los dirigentes a aprovechar cualquier recurso para sostenerse ante la incertidumbre del futuro. La tarea de todo político, acá y el cualquier lado, es producir futuro y en la Argentina la crisis les impide a los dirigentes hacerlo. Al no poder producir ese combustible de la vida pública que es futuro terminan aferrados a resultados como éste que da el alineamiento por el tema AMIA, y la sociedad tiene derecho a buscarse su futuro por las suyas, protegiéndose en los mercados paralelos y suspendiendo el apoyo a quienes gobiernan.

    Por más que el Gobierno celebre el resultado en el Congreso, que Estados Unidos no chilla por Irán y que la Presidente puede exhibir control de sus legisladores, el costo político en el electorado de las grandes ciudades es alto. Allí clava su agenda la oposición y se expresa la opinión en contra del acuerdo de las entidades de la comunidad judeoargentina, en donde el voto hacia el oficialismo se complicará más que en otras oportunidades. 

  • Pasó por la cabeza de hombres del Gobierno la idea de algún recurso para recuperar el asunto AMIA como un tema con una base mayor de apoyo que una simple -y ajustada- mayoría legislativa que puede hacer peligrar el acuerdo en el futuro cuando cambie la relación de fuerzas en el Congreso. Imaginaron una consulta popular para reforzar el resultado de ayer, pero los desanimó un análisis elemental: en temas que el 50% ignora el tema -ha sido un debate con gran desinformación, además- y el otro 50% ya tiene opinión formada a favor o en contra, sería un despropósito buscar ese expediente. Éste ha sido un debate que pareció tapar las demás historias, alimentado por las fantasías que sostienen explicaciones sobre tramas contradictorias -la pista iraní, la pista siria, la pista local sobre las que nadie parece tener muchas pruebas- salvo las que la Justicia ha acumulado para reclamar a los sospechosos iraníes. Eso facilitó que una cuestión en la que había coincidencias de fondo terminase en el vaciadero nuclear de la política agónica de la obediencia debida en donde la música del poder se impuso sobre la letra y todos terminaron tarareando sobre una tragedia inconclusa que hiere a todos los argentinos. 

  • El fragor de la batalla les quitó gravitación a los otros dos hechos de la semana que tienen en realidad más importancia para los hombres del gobierno. Uno es la confirmación del cronograma electoral y la postergación de las elecciones internas para autoridades del PJ. Esta formación suele eludir esas compulsas intestinas y vive bajo el imperio del dedo y de la lista única, pero debe contener la marea de los dirigentes que disputan el control de ese dedo y de las listas únicas. El peronismo es una liga de gobernadores y por señas, más que por una orden de Olivos, resolvieron dilatar hasta nuevo aviso las internas. La decisión trata de darle manejo de los tiempos al oficialismo que oculta encuestas aunque no les parecen desalentadoras. El cronograma oficial prevé que el 22 de junio haya cierre de listas de candidatos. En tres meses, se dijo en Olivos esta semana en una de las reuniones de la Presidente con entornistas, la oposición no tiene tiempo para construir un frente alternativo ni unificado que le complique las cosas en el gobierno, aunque no alcance para una proyecto reelectoral. "La oposición en estas elecciones no tiene poder de daño", es la frase de consuelo. 

  • La otra batalla es de una dimensión tal que todavía está en busca de autor, de alguien que la cuente con la crudeza que corresponde y es la declaración de guerra del Gobierno a la Corte Suprema de Justicia. Hasta ahora los funcionarios hacían reproches por lo bajo contra Ricardo Lorenzetti y los demás jueces por sus sentencias y sus movimientos de protección a otros que no responden a lo que el Gobierno quiere en causas clave como la ley de medios. No ir al acto por los 150 de la creación de la Corte del martes fue romper del todo. Tampoco ahora hay argumentos en boca de nadie. Dicen, cuanto más, "hemos dejado de aplaudirlos". Si los aplauden la oposición y los diarios que instalan además que Lorenzetti es uno de los presidenciables, ellos se bajan de la claque. Esperable en un Gobierno que termina porque al final la principal clientela de tribunales son los políticos, pero nunca antes había llegado a tanto, salvo cuando el Gobierno de Eduardo Duhalde intentó pedirle a la Corte de Julio Nazareno que diera un paso al costado. En pocas horas le recordaron que los Reyes Magos son los padres y que iban a voltear la pesificación. Se salvó la Corte, pero el dólar llegó esa tarde a $ 4 y nunca más bajó.
  • Dejá tu comentario