27 de mayo 2009 - 00:00

Cómo elaborar un duelo de manera original

Luciana Mastromauro es la exacta protagonista de «Luisa se estrella contra su casa», historia de una mujer que sobrelleva un profundo dolor de modo extravagante, pero sin perder credibilidad.
Luciana Mastromauro es la exacta protagonista de «Luisa se estrella contra su casa», historia de una mujer que sobrelleva un profundo dolor de modo extravagante, pero sin perder credibilidad.
«Luisa se estrella contra su casa». Dramaturgia y Dir.: A. Farace. Int.: L. Mastromauro,G. Ronconi, M. Vértiz, J.M. Wolcoff. Mús.: G. Ronconi. Espacio: A. Farace y C. Zuvialde. Luces: M. Sendón y R. Sica. (Espacio Callejón.)

Luisa tiene la ternura y la simpatía de un dibujo animado y tanto su aspecto (peluca de muñeca, zapatillas con plataforma, vestuario anticuado y fuera de talle), como el escenario que la rodea (casa desplegable y árbol de cartón) podrían convertirla en la heroína de un cuento infantil. Sin embargo, este luminoso personaje, al que Luciana Mastromauro logra poner en estado de éxtasis, sobrelleva un profundo dolor que, poco a poco, irá abriendo fisuras en ese universo de caricatura.

Su novio motociclista ha muerto en un accidente de tránsito y ella no está en condiciones de aceptarlo. Sólo atina a refugiarse en su casa y escuchar la radio todo el día hasta construir un mundo de ensueños que la proteja y aísle de la cruel realidad.

La puesta de Ariel Farace consigue un adecuado equilibrio entre el humor surrealista de algunas situaciones (entre ellas, la misteriosa resurrección de un pollo al horno) y el delicado lirismo de una mujer que se encuentra en pleno proceso de duelo. Su recorrido puede resultar algo extravagante, pero nunca pierde credibilidad.

Luisa pone en escena todos sus delirios, desde la cómica relación amo-esclavo que entabla con un envase (deliciosamente interpretado por Juan Manuel Wolcoff) hasta su repetido encuentro con su novio muerto (Matías Vértiz), siempre revivido en su imaginación.

Lo que en principio simula una fábula para chicos enseguida se revela como una poética y conmovedora batalla contra el dolor librada en el inconsciente de una mujer sencilla que se aferra a sus idas al supermercado con entusiasmo maníaco. Es su manera de asimilar las heridas que su razón se niega a admitir.

Sus alucinaciones pronto se ven interferidas por un vecino que toca la guitarra todo el día (Guido Ronconi), entre otros acontecimientos molestos como la aparición de una revista de motos en la góndola del supermercado. Pero lo que en verdad provoca su despertar es la urgente necesidad de recuperarse a sí misma.

Si es cierto que sólo en el dolor nos mostramos tal cual somos, la protagonista de esta historia posee sin duda un alma generosa. Lejos de entregarse a la fatalidad o de rendirle culto al sufrimiento, consigue despedirse de sus fantasmas y respirar aliviada de cara al futuro.

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