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De la arquitectura inglesa al ecléctico Christophersen
Hemos querido señalar estas obras por el rescate de las terminales Retiro, Constitución y Once. Conder proyectó además la sede del Ferrocarril Central Argentino (1901), en Bartolomé Mitre y Alem (luego, Banco Nacional de Desarrollo); y el Hospital Británico, en Perdriel 74, más tarde reformado.
Alrededor de 1920 se incorporan al estudio otros dos británicos, Sidney Follett y Horace Farmer. Una de sus obras mayores es la ampliación de las grandes tiendas Gath y Chaves, en la esquina de Florida y Perón, concluida en 1929.
Conder, Follett y Farmer proyectaron una veintena de sucursales de Gath y Chaves en todo el país; la de Rosario (1928) se construyó en tiempo récord (entonces y hoy): seis meses.
El inglés Chambers (1868-1930) viene a la Argentina en 1896, y vuelve a su tierra hacia 1926; el neoyorquino Thomas (1878-1961), graduado en el Pratt Institute de Brooklyn, llega a la Argentina en 1905, se asocia con él poco después. De su numerosa lista de obras citamos la estación ferroviaria de La Plata, en Avenida 1 y diagonal 80, con su airosa cúpula y sus pórticos laterales; la tercera terminal de Constitución (1925-32) del entonces Ferrocarril Sud, luego Roca, profusa en cúpulas y mansardas.
Pero el arquitecto descollante del primer cuarto de siglo en la Argentina fue Alejandro Christophersen (1866-1946): por la cuantía y excelencia de su obra, de un oficio seguro y una imaginación refinada; su intensa labor de docente y teórico, y su infatigable actividad en los organismos sectoriales (Sociedad Central de Arquitectos, Banco Hipotecario Nacional), denotaron una personalidad fuera de lo común, admirada en su época y estudiada hoy por igual.
Había nacido en Cádiz, donde el padre desempeñaba el Consulado de Noruega, su país. Se graduó en la Real Academia de Bellas Artes, de Bruselas, y vino a la Argentina en 1888 con su título bajo el brazo: iba a morir aquí, al cabo de más de cincuenta años de una exitosa carrera, que fue su aporte -invalorable- a la tierra que siempre amó. Se le tiene por el ecléctico de los eclécticos; sin embargo, la presencia del estilo borbónico de sus comienzos nunca abandonó del todo a las creaciones de Christophersen, quien fue receptor de una de las menciones especiales en el certamen de 1895 para la nueva sede del Congreso Nacional.
Muchos de los edificios levantados por Christophersen han desaparecido. Pero también son muchos los que todavía rinden testimonio de su obra. Uno de ellos es la tercera sede de la Bolsa de Comercio, que se extiende por la Avenida Alem, Sarmiento (acera Norte) y 25 de Mayo, y que data de 1916.
La arquitectura religiosa también le interesó a Christophersen. Empecemos por decir que tuvo a su cargo la adecuación de los planos de la Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad, en Brasil 315, debidos a M.T. Preobrazensky, ocupándose también de la dirección de las obras (1898-1901). Diseñó las capillas de la Santa Unión en Esmeralda 739 y en Almirante Seguí 921 (Caballito); la parroquia de la Natividad de María Santísima, en San Antonio 555; la Iglesia Noruega, en Avenida Huergo 1267, de sobrio porte volumétrico y nobles materiales, utilizados con severidad; y la Basílica de Santa Rosa de Lima (1934), en Avenida Belgrano y Pasco, de reminiscencias románico-bizantinas quizás despertadas por la del Sacre Coeur, de París (1875-1914 del arquitecto Paul Abadie), aunque sus partes internas revelan la maestría del autor, y la resolución formal y estructural de la cúpula.
Sin embargo, las casas particulares son las que concentraron la mayor producción de Christophersen. Dos de ellas: Cerrito 1250, sede hoy del Centro Argentino de Ingenieros; Libertad 1264, que data de 1903 y es ocupada desde hace tiempo por el Círculo Italiano. Pero la más recordada, sin duda, es la que diseñara para Mercedes Castellanos de Anchorena, en Arenales desde Esmeralda hasta Basavilbaso (1909), rebautizada Palacio San Martín cuando pasó a ser sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. La Cancillería funciona, desde hace tres años en el edificio de Arenales esquina Esmeralda, diseñado por los argentinos Aizenstat, Rajlin, Dodero, Levinton Arquitectos Asociados y quedaron algunas oficinas en el Palacio San Martín, que sigue prestando sus salones para ceremonias diplomáticas y conferencias.
Pese a las inconsultas reformas que se ensañaron con él por dentro, el edificio -que contiene tres residencias- atrae por su límpida y noble factura, que no desdeña los fuertes contrastes de espacios. El frente principal sobre la calle Arenales, que se asoma a la Plaza San Martín, exhibe un pórtico bajo flanqueado por dos pabellones simétricos; una escalinata seguida de una galería, que rodean la cour d'honneur casi ovalada, conducen al interior de dichos pabellones y a un cuerpo central situado al fondo, entre ambos, en línea perpendicular con el pórtico. La ágil composición de la planta se corresponde con la movilidad de los volúmenes, coronados por mansardas, cúpulas, lucarnas y chimeneas. Las tres fachadas ostentan pilastras y columnas de orden corintio. En esta obra pionera, los argentinos agasajarán a los Premios Pritzker 2008 (los Nobel de arquitectura) y sus organizadores de Chicago la última semana de mayo.
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