2 de febrero 2012 - 00:00

¿Por qué Rusia aún protege a Damasco?

Manifestantes opositores sirios de la provincia de Edleb muestran un cartel que ridiculiza al dictador Bashar al Asad. La necesidad de algún tipo de ayuda exterior es muy grande para el movimiento de protesta, dada la intensidad de la represión del régimen y la fuerte posibilidad de que, si este se impone finalmente, las represalias contra los movilizados sean graves.
Manifestantes opositores sirios de la provincia de Edleb muestran un cartel que ridiculiza al dictador Bashar al Asad. La necesidad de algún tipo de ayuda exterior es muy grande para el movimiento de protesta, dada la intensidad de la represión del régimen y la fuerte posibilidad de que, si este se impone finalmente, las represalias contra los movilizados sean graves.
Moscú - Rusia se aferra a su «niet», pese a la continuación de la violencia en Siria, y sigue diciendo «no» a lo que considera una injerencia en «cuestiones internas» del país, una actitud que está derivando en una confrontación con Occidente que recuerda a los tiempos de la Guerra Fría. Y especialmente, a puertas de las elecciones presidenciales rusas.

Con una actitud férrea, Moscú sigue bloqueando todos los llamamientos a una actuación internacional más dura en el conflicto sirio. El canciller, Serguéi Lavrov, promete incluso una «garantía» de que Rusia bloqueará con su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU el uso de violencia militar occidental al estilo de la operación en Libia. Pero con su «no» a la resolución árabe-europea, Rusia no sólo está poniendo en su contra a la población que sufre la violencia, sino también a los países occidentales.

En una resolución sobre Siria, Rusia acepta un llamamiento a las partes del conflicto a renunciar a la violencia e iniciar un diálogo que culmine en reformas. Y para ello se ofrece como anfitriona, siempre con la participación de la Liga Árabe. Pero la oposición siria rechaza ese tipo de conversaciones mientras el presidente, Bashar al Asad, siga en el poder.

Crítica

Rusia se encuentra cada vez más en el centro de la crítica de la comunidad internacional, que considera que sólo mantiene su fidelidad a Siria porque es un importante comprador de armas en un mercado que aporta millones. Pero Moscú dejó también claro que no se trata sólo de proteger a Al Asad y criticó cada vez más a la cúpula siria por la falta de reformas. «No somos ni amigos ni aliados del presidente Al Asad», destacó también Lavrov durante un viaje al extranjero.

La no injerencia en cuestiones internas es una parte fundamental de la política exterior rusa, aseguró el político Konstantin Kosachov en la Duma. Tradicionalmente, Rusia critica en especial a Estados Unidos por querer desempeñar un papel de «policía mundial». En el caso de Libia, Rusia permitió con su abstención en el Consejo de Seguridad que saliera adelante la resolución que permitió la operación militar, pero una y otra vez lamentó la decisión.

Especialmente el jefe de Gobierno y aspirante a la presidencia, Vladímir Putin, criticó duramente los bombardeos en Libia, la muerte de civiles y la exposición del cadáver del exlíder Muamar el Gadafi, un comportamiento que comparó con una «cruzada medieval».

Putin se sirve de los miedos rusos más primitivos y denuncia que Occidente, por encima de todo, busca petróleo y gas. Tradicionalmente, comentaristas moscovitas se preguntan en ese tipo de conflictos si los afanes de conquista como en Irak y Afganistán pueden también afectar a Rusia.

En el caso de Siria, a ello se añade que Rusia tiene en ese país una base militar y que teme perder su ventaja estratégica. Los lobistas de la industria armamentística moscovita y el Ejército reconocieron en varias ocasiones que no quieren perder a Siria como aliado en la región.

Pero políticamente, Moscú teme conflictos religiosos sangrientos en Siria: advierte de fuerzas islámicas radicales y de una situación incontrolable en la región. En el caso de una dura actuación internacional contra Siria, nadie podría garantizar que haya un derramamiento de sangre menor que hasta ahora, señala Moscú.

En vista del probable regreso de Putin a la jefatura del Kremlin tras las elecciones presidenciales del 4 de marzo, observadores no ven oportunidades de que Rusia dé un giro hacia Occidente en la cuestión siria. Y es que a Putin la confrontación con Occidente no le resulta del todo inoportuna, señalan analistas en Moscú. Muchos oyentes expresaron ayer su opinión a la radio Echo Moskvy de que la vieja imagen de Estados Unidos como enemigo sigue teniendo efecto.

Alrededor de dos tercios de los oyentes de la emisora aseguraron, en una encuesta no representativa, que el pensamiento similar al de los tiempos de la Guerra Fría puede recuperar actualidad en estos momentos. Pero el motivo no sería sólo la disputa siria, sino un suceso histórico: que exactamente hace 20 años, el presidente George Bush padre y el entonces presidente ruso Boris Yeltsin firmaron en Estados Unidos un documento para ratificar el fin de esa época.

Agencia DPA

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