17 de febrero 2009 - 00:00

Que el Gobierno por lo menos discuta la boleta única

Que el Gobierno por lo menos discuta la boleta única
La boleta única de sufragio ya existe para los votantes a presidente, residentes en el exterior. El decreto 1138 de 1993 que reglamenta la ley explica en su artículo 16 cuáles son los requisitos que debe tener la boleta y no difieren de la propuesta hecha por la oposición. La reforma propuesta es fácil, sencilla, transparente y eficaz. Da por tierra con el clientelismo, los punteros y la falta de fiscales, muy común en el argumento oficialista que pretende denostar a la oposición por la falta de ellos. Es una papeleta donde se encuentran todos los partidos con sus candidatos principales y lo único que debe hacer el sufragante es tildar la casilla de su elección. Si los cargos a elegir son muchos, en la boleta única aparecerán los primeros tres y en lugares visibles del cuarto oscuro y de los lugares de votación se expondrán las totalidad de las listas identificadas de la misma forma que en la boleta única de sufragio. No hay nada que se pretenda ocultar.
Con la instalación de la boleta única de sufragio se intenta desterrar prácticas conocidas tanto por oficialistas como opositores como son el robo sistemático de boletas o lo que es aun peor, el voto a cambio de una dádiva.
Con el nombramiento de docentes y empleados judiciales debidamente capacitados para ser autoridades de mesa, se acaba con el problema de constitución de mesas que tantas dudas trae.
Finalmente le elección de la Justicia electoral como organizadora de los comicios y como responsable del escrutinio provisorio garantizando la adecuada carga de datos y posteriormente que la información pública de las cargas sea idónea. Esto no va a alterar el resultado del comicio que sin duda es el que refleja el escrutinio definitivo, pero ayuda en gran medida a evitar todo tipo de suspicacias, cuando el propio Gobierno, que siempre es parte en las elecciones, lleva adelante esta tarea.
Se trata de evitar todo tipo de sospechas durante el acto electoral y durante el escrutinio. Es natural que desde el Gobierno se insista en decir que no hubo fraude y que no hay pruebas; más natural aún es que el pueblo, el votante que fue a votar y no tiene la boleta que quiere, tenga dudas o sospechas. De eso se trata esta reforma inicial.
El Gobierno por intermedio de sus dos ministros más verborrágicos ha intentado en primer lugar ridiculizar la propuesta y con posterioridad inducir al pueblo a creer que es impracticable la idea.
Lo primero es natural de quien desprecia el cambio propuesto por inconveniencia propia sin pensar, como lo haría un estadista, en el futuro de su pueblo. Mauricio Macri no ha pensando en que es lo que le conviene o no a él en las próximas elecciones al impulsar la modernización del sistema en la Ciudad de Buenos Aires. Lo hace como un hombre de estado al servicio de su pueblo para las generaciones futuras.
Lo segundo llama más la atención pues debió recurrir al debate para hacerla viable desde su visión. Lo único que no debió haber hecho es descartarla sine die como lo ha hecho, dando por sentado que el modelo actual del voto es perfecto, intocable y transparente, cuando es reconocido por la gran mayoría de los ciudadanos que más temprano que tarde esto debe ser modificado. Más extraño aún cuando la propia plataforma electoral del oficialista Frente para la Victoria dice que es necesario una «profunda reforma electoral que establezca elecciones primarias obligatorias, eliminación de las listas sábanas, institución del sistema electivo uninominal por circunscripción. Sistema de transparencia definitivo para el financiamiento de los partidos políticos». Confunde aún más el hecho de que el partido del oficialismo en la provincia de Córdoba haya impulsado y aprobado por ley 9571 de diciembre de 2008 en su legislatura, una amplia modificación al Código Electoral que incluye a la boleta única de sufragio como pieza fundamental de tal innovación.
No es creíble sostener que es impracticable cuando se utiliza en muchos países en el mundo y particularmente en América Latina, donde la Argentina y Uruguay son los únicos que aún no lo han adoptado. Adaptarse a los cambios y modernizar las instituciones es parte del deber de quien gobierna una Nación.
* Asesor bloque Pro Cámara de Diputados. Participó de la elaboración del proyecto de boleta electoral única.

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