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“Querer escribir un best seller es una trampa mortal”

Smith: «A los lectores les gusta leer sobre gente que triunfa, que fracasa, que lucha, que se deja llevar por ambiciones y sentimientos. Pero hay un secreto: el happy ending».
P.: La mayoría de sus novelas se ubican en un pasado cercano.
W.S.: Pienso que eso permite que no pierdan actualidad.
P.: ¿Por eso escribe sagas?
W.S.: Me gustan las historias que se continúan. Seguir generación tras generación a los protagonistas y sus familias. Ver cómo los descendientes mantienen las tradiciones y, a la vez, se van separando de ellas. Es un doble movimiento de conservación y de progreso. Eso me resulta muy interesante.
P.: ¿Cómo definiría a sus novelas: de aventuras, históricas o románticas?, porque tienen un poco de todo eso.
W.S.: Necesito de esos tres elementos como un trípode, si uno falta siento que el relato se cae. Yo, antes que nada, necesito que mis personajes sean personas y creer en ellos, eso me permite seguirlos, describirlos con precisión, y esos tres elementos son los que rodean la situación histórica, los desafíos que enfrenta, las emociones que vive.
P.: ¿Considera que su narrativa ha sido influida por escritores tan diferentes como Rider Haggard y Hemingway?
W.S.: Eso es un elogio para mí. Cuando empezaba a pensar en escribir y a descubrir los tesoros del lenguaje, Henry Rider Haggard fue una gran influencia. Sus novelas unen el universo africano, la aventura constante, los misterios, los elementos mágicos y místicos, sin que eso resulte extraño. Hay una enorme influencia del autor de «La minas del rey Salomón» en mi escritura. Hemingway es lo opuesto, es famoso por usar el escalpelo, por quitar todo lo que sobra en un relato. Y esa enseñanza es algo muy importante que tenga en cuenta un escritor de este tiempo; no cargar la historia de detalles floridos. A muchos escritores les gusta «usar las palabras» pero se dejan llevan y se emborrachan de ellas. Hemingway miraba el mundo con ojos limpios y escribía así, eso acaso proviniera de su entrenamiento como periodista. Pero un buen periodista no necesariamente se convierte en un buen escritor. La escritura periodística y la de ficción parecen similares, pero son tan parecidas como el tenis y el squash, ambos se juegan con raquetas y una pelota pero tienen diferencias técnicas y de estilo muy importantes. Ah, y a todo eso hay que agregar lo que nos enseñó otro gran escritor, Robert Graves, nunca debe faltar el humor.
P.: ¿Cómo hizo para escribir treinta y tantas novelas de nunca menos de 400 páginas?
W.S.: No es fácil. Cada vez que termino un grueso libro resoplo, siento que llegué a la cima de la montaña y estoy agotado, y me digo: nunca más otro libro, estoy hecho, me voy a ir a tomar copas con mis amigos y a ver las lindas chicas que pasan por ahí. Pero luego la comezón de escribir vuelve, una historia se me impone, y un año después necesito ponerme a contarla. Sé que va a ser difícil, duro, siempre estoy asustado, pero tengo que hacerlo. Me siento como el soldado en la trinchera que piensa: yo no voy a salir de acá nunca más, pero oye el silbato, se levanta y avanza.
P.: ¿Cuánto tiempo le lleva escribir una novela?
W.S.: Según cuándo la haya escrito; la última, setenta años, es una suma de conocimientos sobre África, sobre las personas, sobre el desarrollo de las situaciones, lo que me permite escribir. En realidad me lleva unos siete u ocho meses desde que me siento a trabajar como un empleado de oficina, comienzo a las nueve de la mañana y paro a las tres de la tarde.
P.: ¿Cómo se hace para escribir un best seller?
W.S.: El secreto es olvidarse de que se quiere escribir un best seller, porque eso es una trampa mortal. Cuando se quiere hacer un best seller se piensa: tengo que escribir lo que la gente lee, «Harry Potter» o «El Código Da Vinci», pero eso ya fue y, en verdad, uno no sabe lo que la gente quiere leer. Hay que escribir sobre lo que a uno le interesa, olvidándose de los lectores, y confiar que, si se cuenta con pasión una historia verosímil, los lectores llegarán. Se tiene que ser líder de la propia escritura y no sirviente de la de otro. Ese es el secreto.
P.: ¿Intuyó que tendría tantos lectores?
W.S.: Nunca. Mi primer libro fue un desastre. Es que en el primer libro uno comete todos los errores. Yo me propuse escribir la gran novela de África, con más personajes que «La Guerra y la Paz», encima a veces los abandonaba para ponerme a hablar yo diciendo mis verdades sobre el mundo [Ríe]. Resultó un libro imposible, imposiblemente grande, imposible de leer, pero conseguí algo: el rechazo de todos los editores del Reino Unido. El siguiente libro lo escribí para mí, con mi visión, sobre cosas que conocía: mi infancia, mi padre, mi madre, la confusión frente a una chica, las dudas sobre si ella me va a querer, la falta de dinero, qué va a ser de mi futuro, puse todos esos elementos en juego. A los lectores le gusta leer sobre gente que triunfa, que fracasa, que lucha, que se deja llevar por ambiciones y sentimientos. Pero hay un secreto, el happy ending. Si todos mueren no hay satisfacción, al final el héroe tiene que tomar a la protagonista en sus brazos. Eso es bueno para el lector, y bueno para mí, porque van a tener hijos, y yo voy a estar ahí para escribir sobre los hijos.
P.: Sus obras por ser muy visuales tienen gran relación con el cine en general y el de Hollywood en especial: uno sabe qué va a pasar pero quiere saber cómo se llega a eso.
W.S.: Han dicho que no soy un escritor sino una cámara que escribe. Y es que cuando escribo una escena de acción, yo la veo, necesito verla. Me gustan las películas de Hollywood, pero tienen un problema: no llegan al alma de sus personajes. El escritor puede presentar las acciones y llegar a las emociones de sus personajes y transmitirlas. En esto la clave es el equilibrio, la moderación, la expresión que comunica. Un hecho fundamental es el encuentro de dos personas que se atraen, si se sabe transmitir evoca en el lector circunstancias que él ha vivido y lo involucra en el relato. Es extraordinario mostrar que una persona puede encontrar a otra en medio de una multitud y decidirse a vivir con ella cincuenta o sesenta años. El ser humano puede ser cruel, terrible, pero el amor de algún modo lo redime. Y ésas son las cosas sobre las que me gusta escribir.
Entrevista de Máximo Soto
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