11 de octubre 2010 - 00:00

“Sweeney Todd”: el logrado retrato de un hombre humillado

Julio Chávez le aporta una sensibilidad poco habitual a su antihéroe y Karina K brinda una composición excepcional. La puesta tiene un ritmo vertiginoso y es excelente la dirección musical de Alberto Favero.
Julio Chávez le aporta una sensibilidad poco habitual a su antihéroe y Karina K brinda una composición excepcional. La puesta tiene un ritmo vertiginoso y es excelente la dirección musical de Alberto Favero.
«Sweeney Todd, el cruel barbero de Fleet Street». Lib.: H. Wheeler. Mús. y canciones: S. Sondheim. Int.: J. Chávez, Karina K y elenco. Orq. y Dir. Mus.: A. Favero. Dir. Gral: R. Pashkus. Esc.: J.Ferrari. Vest.: R. Schussheim. Ilum.: E. Sirlin. (Teatro Maipo).

Antes que un asesino serial o una suerte de muerto en vida que clama venganza, Sweeney Todd (nombre de guerra del barbero Benjamin Barker) es un hombre profundamente humillado por quienes detentan el poder. Tiene mucho en común con el «Woyzeck» de Georg Büchner (el primer protagonista «proletario» del teatro alemán); ambos cultivan el mismo oficio y terminan destruyendo a quienes aman, más por ceguera y aturdimiento que por impulso criminal.

Hasta ahora, el público porteño sólo había tenido ocasión de acceder a «Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street» el guignolesco musical de Stephen Sondheim y H. Wheeler (estrenado en Broadway en 1979) a través de la película de Tim Burton que protagonizaron Johnny Depp y Helena Bonham Carter, donde el cineasta recurrió, una vez más, a imágenes siniestras, desoladoras y con buenos chorros de sangre. Por eso resulta una grata novedad que la puesta de Ricky Pashkus (con impecable dirección musical de Alberto Favero) privilegie ante todo el buen ritmo de la narración, permitiendo que el humor ácido que recorre todas sus canciones se haga carne en escena y tiña con un tono más cáustico -e incluso más lírico- las siniestras peripecias de la obra. Aún tratándose de un irreverente thriller victoriano, sus contenidos invitan a reflexionar sobre la responsabilidad individual en una sociedad corrupta, deshumanizada y sometida a la ley de la selva.

La dupla protagónica ofrece ricos contrastes que dinamizan el juego actoral. Sweeney (Julio Chávez) se atrinchera en un silencio de obseso pensando en cómo destruir al perverso juez que 15 años atrás lo envió injustamente a prisión, para luego arrebatarle a su angelical esposa y a su pequeña hija Johanna. De regreso en Londres, el barbero cuenta con la inmediata colaboración de su antigua vecina, la señora Lovett, dueña de una tienda de comida y dispuesta a lo que sea para conquistar a Todd, del que siempre estuvo enamorada.

Cuando éste inicia su ola de crímenes (el primero es para evitar el acoso de un extorsionador), Lovett propone utilizar los cadáveres como relleno de sus pasteles. El éxito de venta es tan enorme que les permite vivir con comodidad hasta transformarse en cínicos testigos de una debacle general en la que los débiles e inocentes tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Chávez le aporta una sensibilidad poco habitual a este antihéroe usualmente interpretado como un individuo inexpresivo, hosco y malhumorado. Su Sweeney, en cambio, sufre, duda, da por perdido aquello que le quitaron y se disuelve en su pasado hasta transformarse en su propia navaja. Por otro lado, es capaz de rechazar con humor y resignación (ya nada le importa) los avances amorosos de su extrovertida «socia». En su debut como cantante, el actor demostró que pese a su inexperiencia en el rubro, cuenta con una entonación clara y precisa y sobrados recursos interpretativos para expresar en cada canción el atormentado mundo interior de su personaje.

Karina K («Cabaret», «Souvenir») brinda una composición excepcional transformando a esta brava pastelera (el rol más sustancioso de la obra) en una mezcla de clown, bruja de cuento, rata de albañal, desecho de mujer y experta sobreviviente. Pese a su total falta de escrúpulos y a sus falsos ideales (añora una luna de miel en la playa, cree tener instintos maternales y es capaz de asesinar a un pobre huérfano), sus ocurrencias resultan patéticas y a la vez enternecedoras. Toby, el huérfano en cuestión, es otro personaje clave de la obra al que Walter Canella le brinda un encanto muy especial.

A expensas del ritmo vertiginoso del que hace gala la puesta, se percibe cierta indefinición en el perfil de la parejita romántica integrada por Johanna (Carolina Gómez) y el marinero Anthony (Fernando Dente), los únicos que quedarán a salvo del horror y la locura, gracias al amor que los une. Lamentablemente sus acciones carecen de matices y responden más bien a estereotipos melodramáticos de escaso nivel expresivo. En esta versión se destacan con mucho más fuerza otros personajes secundarios, como la desequilibrada mendiga a cargo de Belén Pasqualini y el falso barbero italiano Pirelli, interpretado con lujo de detalles por Roberto Peloni.

Siempre se ha dicho que la música de «Sweeney Todd» puede resultar algo compleja al oído por sus pasajes de desconcertante disonancia, pero en el fragor de la acción dejan de ser un obstáculo, ya que las letras de las canciones tienen buen nivel conceptual y se escuchan con absoluta claridad. La puesta cuenta con un ensamble de gran talento vocal pero resulta demasiado numeroso para las escasas dimensiones del escenario, mientras que la escenografía de Jorge Ferrari recrea muy bien cada espacio con óptima funcionalidad.

Dejá tu comentario