Actuación de Chayanne. Final del «Argentina Tour». (Estadio River, 26 de octubre).
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"Quiero decirles algo, y es que el show se hace", dijo Chayanne a poco de comenzado el concierto que vino a suplantar aquel frustrado de hace unas semanas, cuando suspendió su concierto por una supuesta disfonía después de haber hecho sólo cuatro canciones. Quizás en esa frase, en la euforia especial que se notaba entre las miles de fans que volvieron a llenar la cancha de River, en el entusiasmo de un artista que multiplicó sus gestos y sus atenciones -siempre bordeando la demagogia- hacia el público, estuvo lo más novedoso de la actuación del puertorriqueño. Lo demás se pareció a lo de tantas veces, de él mismo y de tantos otros artistas.
Una catarata de hits («Salomé», «Boom boom», « Torero», «Provócame») que la multitud coreó en un volumen que tapaba la voz que salía del escenario, otra larga tirada de títulos algo menos difundidos pero igualmente bien conocidos por sus seguidoras, una puesta profesional, muy luminosa, con fuegos artificiales y pantallas al uso, una orquesta y un grupo de bailarines que no sobresalen personalmente pero que exhiben conocimiento de la técnica de sus respectivos instrumentos y de la continuidad del show, y una rutina -aún en el listado de temas, que vino a repetir lo del recital frustrado- que se cumplió estrictamente.
Y, claro, un artista que sale al ruedo con el público en el puño, que despliega sus capacidades con eficiencia y sobre seguro, y que pudo darse el lujo de semejante desplante sin que hiciera mella en su público.
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