“Antonio Seguí me presentó en París a Raúl Alfonsín en 1983”, cuenta Jairo. “Meses después, cuando regresé al país, un amigo en común, Victor Cañardo, me fue a buscar a Ezeiza y me dijo que en unas horas Alfonsín iba a estar en el programa ‘Cordialmente’, que Juan Carlos Mareco hacía en ATC, donde los candidatos iban con sus familias. Yo venía cansado pero acepté la invitación con la idea de saludarlo. Al llegar al canal, donde había una multitud en la puerta, fuimos con Víctor al bar, pero enseguida vino Horacio de Dios, que se encargaba de la parte política, y me pidió que fuera al estudio donde se hacía el programa. Casi que me llevó del brazo. Cuando aparecí, Mareco me presentó, saludé a todos, y me pidieron que cantara una canción. Por suerte estaba Pepe Motta, un pianista con quien yo había trabajado, e hicimos la “Milonga del trovador”. Pero después me pidieron otro tema, y otro, y otro. El programa se transformó en un recital. Yo no entendía lo que ocurría. Lo supe mucho después. Alfonsín, después de tanta campaña, se había quedado sin voz, su familia no era locuaz, y Mareco no podía sostener un programa con invitados que no hablaban. Así que me llevaron para cantar. Claro, eso significó que después me invitaran a cantar en el Obelisco en el cierre de campaña, y aquella fue una de las actuaciones más escalofriantes de mi vida”.
1 de abril 2021 - 00:00
Un recital imprevisto
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