25 de noviembre 1999 - 00:00
"UNA SEÑAL DE ESPERANZA"
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Ambientada en un gueto judío de algún lugar de la Polonia tomada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, la artificiosa historia de «Jacob, el mentiroso» el título original contrasta fuertemente con una reconstrucción puntillosamente fiel (léase siniestra) de ese momento de la historia. Todo comienza cuando Jacob ( Robin Williams) corre tras una página de diario que escapa de sus manos, movida por un viento que, curiosamente, la afecta sólo a ella. La metáfora está explicada por una voz en off que después se comprobará es sobrenatural, pero igual es sencilla: dentro del gueto están prohibidas las noticias. Descubierto por un guardia alemán, Jacob tiene la primera oportunidad de hacer un chiste y también de ser severamente castigado. En lugar de eso, dentro del cuartel nazi escucha accidentalmente por radio la noticia de que los rusos están a sólo 400 kilómetros de allí. Aunque aterrorizado por la posesión de ese secreto, Jacob decide revelarlo para salvar un par de vidas.
Pronto, todo el mundo habla de eso y, peor aún, se corre la voz de que Jacob tiene una radio. Un delito castigado con la muerte. Pronto también, el protagonista descubre que si sostiene el malentendido también sostiene la esperanza de sus semejantes, incluida la de una niña de 10 años escapada de un tren que llevaba a su familia al exterminio y que él esconde en su casa, arriesgando doblemente su vida.
El final depara todavía un insólito instante de realismo mágico. Lo peor, sin embargo, es que la película no hace reír, ni emociona, ni nada.
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