Reino Unido: ya se conoce el nuevo monograma de Carlos III

La marca de Isabel II fue una insignia durante los 70 años de reinado. Ahora, el sello de Carlos III se verá en los edificios del gobierno, buzones y documentos oficiales provenientes de Buckingham.

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Después de la muerte de la Isabel II, el Palacio de Buckingham anunció el cambio del monograma real, que llevará las iniciales de Carlos III y se verá en los edificios del gobierno, buzones y documentos oficiales del Reino Unido.

El monograma, que bajo el mandato de Isabel II se divisaba como “EIIR”, por Elizabeth II Regina, pasará a ser “CIIIR”, en honor al hijo que acaba de asumir en la realeza.

En las imágenes, que fueron reveladas por Buckingham, la corona permanece presente con las iniciales de Carlos III entrelazadas en un diseño de color dorado.

Los detalles filtrados por el Palacio de Buckingham.

La estructura del nuevo monograma se puede notar muy distinta a la elaborada en su momento para la reina Isabel en Reino Unido: el diseño de la monarca tenía las letras separadas, una al lado de la otra, con los números de la realeza en el medio.

Las cartas que sean enviadas desde el Palacio llevarán el nuevo símbolo de Carlos III a partir de este martes, uno de los principales cambios después de los últimos 70 años de reinado.

Entre otros cambios, el himno nacional también fue modificado: los británicos cantarán ahora "God Save the King". Además, 4500 millones de billetes de libras esterlinas que portan la cara de Isabel II en Reino Unido deberán ser reemplazados progresivamente.

En qué consiste el monograma real de Reino Unido

El monograma real es la marca personal de un monarca en Reino Unido, compuesto por sus iniciales, su ordinal (el número regnal) y una corona. A su vez existen monogramas para otros miembros de la familia real como su consorte o herederos.

Distintos países que cuentan con la estructura de la realeza también utilizan los monogramas, como Bélgica, España o Francia. En el caso de un impero se lo denomina como monograma imperial.

La práctica de los monogramas era habitual en los siglos VII y VIII entre los soberanos y príncipes. Se trata de una costumbre extendida a los señores que como aquellos no sabían escribir y que también adoptaron los obispos.