Si existiera un manual de instrucciones sobre cómo crear y desarrollar una empresa familiar, la historia de Bodega Amparo debería ser un capítulo de lectura obligatoria.
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Amparo, la empresa familiar que vendía vinos junto a las vías del tren ahora es una cadena de mercados gourmet
Fundada hace 46 años por un emprendedor sanjuanino, la firma creció bajo el mando de su viuda Amparo y sus cinco hijos.
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Vista del local ubicado en Las Cañitas, que todavía conserva el logo anterior de Bodega Amparo.
El sanjuanino Juan Luis Maldonado, enólogo y emprendedor, empezó ese desafío en 1979 cuando se afincó definitivamente en Buenos Aires para abrir una distribuidora de vino en damajuanas.
Pero no arrancó solo. Tenía en Amparo Suárez, su esposa, el complemento exacto que necesitaba para encaminar el negocio. Como si un nombre pudiera marcar un destino, ella disfrutaba de atender a los clientes con infinita paciencia y calidez. De escuchar sus requerimientos, de hacerlos sentir cómodos. En definitiva, de darles amparo desde el otro lado del mostrador.
El primer local, que fue depósito, negocio y vivienda, funcionó en el cruce de la avenida Juan B. Justo con la calle Paraguay. En ese mítico predio ubicado al costado de las vías del ferrocarril San Martín donde también funcionaba la histórica bodega Giol.
El matrimonio había llegado desde San Juan con dos hijos: Germán y Juan Pablo, a los que sumarían otros tres varones con el paso de los años.
“Para poder tener el local en ese espacio del Estado, mi papá estaba obligado a transportar productos por ferrocarril. Así traía las damajuanas de vino. Y también por eso empezó a traer productos típicos de San Juan, como las aceitunas. Así fue estructurando el negocio y sumando productos a la oferta”, recuerda ahora -en una entrevista con Ámbito- Juan Pablo Maldonado, hijo de los fundadores y actual presidente de Amparo Mercado Gourmet.
A poco de comenzar, la distribuidora de vinos pasó a llamarse Bodega Amparo. Adoptó el nombre de su dueña que se había impuesto como algo natural, ya que todos los clientes iban a comprar “a lo de Amparo”.
Al mismo tiempo, la propuesta se fue ampliando y se configuró como un mercado de alimentos, que fue sumando variedad y calidad.
“Mi padre nos enseñó el concepto de la curaduría. Quiere decir que todo lo que vendemos en nuestros locales primero tiene que ser probado por los miembros de la familia. Y sólo se vende aquello que nos gusta, sin importar la marca o el precio. Así, con mi hermano mayor empezamos de muy chicos a probar boquerones, lachas, aceitunas, los primeros palmitos que aparecieron en Argentina, y, por supuesto, los vinos. Aunque mi papá no nos dejaba tomar mucho, sólo un poquito”, rememora Juan Pablo.
El golpe más duro que sufrió la familia Maldonado
La combinación de productos de calidad a precios razonables, más la atención personalizada de Amparo, hicieron prosperar el negocio muy rápidamente. Abrieron nuevos locales y mudaron la ubicación original a pocas cuadras, en Darwin y Gorriti.
“Hubo que dejar el espacio porque llegó el proyecto del parque de las ciencias. Pero nos fuimos lo más cerca posible para no abandonar nuestra clientela”, explica Juan Pablo.
En plena expansión del negocio, la familia sufrió el golpe más duro: en 2011 falleció Juan Luis.
Entonces la decisión familiar fue fortalecer aún más la herencia de pasión y excelencia que les había dejado el fundador.
El negocio siguió creciendo y se fue transformando, pero sin perder la esencia que le había dado vida. Juan Pablo y sus hermanos adoptaron diferentes roles para darle continuidad al proyecto.
“Yo estoy en el área de vinos junto con Nicolás. Facundo se dedica a la compra de todo lo que es alimentos. Emiliano se dedica a la puesta a punto de los locales; tiene una enorme capacidad para ponerlos lindos. Y Germán está en una empresa de autoelevadores que también es de la familia”, detalla.
“Y mamá Amparo, que ya tiene 71 años, sigue estando muy atenta a todo, opinando y supervisando. Es muy activa y también muy exigente, ya que quiere mantener a toda costa el concepto del negocio de cuando éramos chicos y eso es algo que no siempre se puede lograr”, añade Juan Pablo.
Hace dos años decidieron dejar de llamarse Bodega Amparo para pasar a ser Amparo Mercado Gourmet, un nombre que refleja con más exactitud el perfil del negocio, que fusiona la propuesta de una vinoteca con un mercado de cercanía pero con productos premium, donde se pueden conseguir desde especias hasta quesos y fiambres.
Y aquel depósito junto a las vías ahora es una cadena de ocho locales ubicados en Palermo, Villa Urquiza, Devoto, Belgrano, Las Cañitas, Recoleta, Núñez y Retiro.
La curaduría de productos, el secreto detrás del crecimiento del negocio familiar
Tienen un equipo de 90 personas. De ese total, 60 son vendedores que reciben a los clientes en los locales y que cuentan con una capacitación intensiva. “Tienen que estar muy seguros e informados sobre lo que están vendiendo para garantizar la excelencia en la experiencia de compra”, explica Juan Pablo.
“Por nuestros locales pasan alrededor de 30.000 personas por mes, para comprar y también para participar de catas y degustaciones. El ticket promedio de compra es de $25.000”, agrega y aporta datos que permiten tener una idea de la magnitud que adquirió el negocio desde 1979 hasta la fecha.
“Tenemos un plan de expansión para seguir sumando locales. Pensamos abrir otro en septiembre u octubre de este año. Y luego seguir con un ritmo de dos o tres al año”, agregó.
Cuando se le pregunta cuál es el secreto del éxito de Amparo, su actual presidente explica: “Seguimos la práctica de curaduría que nos enseñó nuestro padre para contar siempre con los mejores productos. Y cómo hacemos para lograr masividad y poder venderlos a precios razonables, muy sencillo: compramos todo lo que podemos a granel y lo fraccionamos nosotros. Amparo ya se convirtió en una marca en sí misma. Después de 46 años ya nos conoce mucha gente”, concluyó.
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