El Banco Central del Uruguay (BCU) divulgó en los últimos días los datos del PIB correspondientes al tercer trimestre y -como se esperaba, de acuerdo a proyecciones e indicadores adelantados-, la economía tuvo un desempeño pobre, con una caída en términos desestacionalizados del 0,2% respecto al trimestre anterior.
Economía, ¿tropezón o frenada?
La actividad retrocedió en el tercer trimestre y las perspectivas de crecimiento corrigen a la baja. Los factores en juego para 2026.
-
Economía: dilemas para el crecimiento
-
La economía uruguaya entra en una fase de enfriamiento para 2026
La economía uruguaya se encuentra ante una encrucijada.
En comparación con igual mes del año pasado, la economía avanzó un 1,2%, una tasa muy modesta que está lejos de ser suficiente si se consideran las aspiraciones del Uruguay, tanto en términos generales de inversión, empleo y mayor desarrollo. En el acumulado de los nueve primeros meses del año, el aumento interanual —es decir comparando con el mismo período del año pasado enero-setiembre— es del 2,3%, en línea en general con las proyecciones, pero seguramente predisponiendo a cerrar el año más cerca del 2% de crecimiento anual que del 2,5%. La nueva proyección mediana para este año, según los analistas consultados por el BCU, bajó a 2,1%, mientras para 2026 se proyecta un 1,9%.
Ante la inquietud de establecer proyecciones económicas a todo nivel, frecuentemente se soslaya el desempeño efectivo que se va concretando en la actividad. En este sentido, cabe destacar que la economía uruguaya tuvo una fuerte recuperación en 2024 y continuó el crecimiento en el primer semestre de este año, marcando niveles máximos de empleo en más de 10 años, y con salarios reales en máximos de 50 años, promedio; logros muy significativos.
La masa salarial (estimada por el producto de empleo y salario) subió 2,6% interanual en el tercer trimestre y 9,4% respecto a los niveles de pandemia, por encima del PIB (que subió 8,3% respecto a 2019). De esta manera, la relación Masa Salarial / PIB vuelve a los niveles de 2016, año en que culminaba el ciclo de gran expansión 2008-2015.
Estas tendencias no son automáticas: responden al buen desempeño de la economía, basado en mejoras comerciales y de productividad en varios sectores (notoriamente agro, tecnologías de la información y algunos otros) y también a medidas de política. Desde la crisis del 2002 que Uruguay no tiene un trance crítico, salvo el generado por la pandemia (de raíz sanitaria, no económica) que se sorteó con esfuerzos pero con racionalidad y criterio, lo que permitió la recuperación y retomada del crecimiento en 2024.
Factores de la coyuntura regional y global
Pero las perspectivas futuras se ven difíciles. Las economías de la región están en situación compleja. Brasil crecería 2,3% este año y 1,8% el próximo (similar a Uruguay). Argentina crecería en torno a 4% este año y hay expectativas de crecimiento mayor en 2026, pero con alta incertidumbre. Con los vecinos importa particularmente la situación cambiaria, que ha mejorado con Argentina pero que, con Brasil, se ha deteriorado en las últimas semanas, ante la suba del dólar en el país norteño. Esto puede afectar las buenas expectativas para la temporada en Uruguay.
Al mismo tiempo, en estos días se confirmó que el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea no se concreta, si bien se están haciendo esfuerzos para hacerlo de manera tardía en enero (con poca probabilidad). Uruguay sigue entonces enfrentando una restricción comercial significativa, que le pone límites a una mayor dinámica económica.
A su vez, los precios internacionales de productos de exportación claves (granos, lácteos) corrigieron fuerte a la baja y, si bien la carne se sostiene en muy buenos valores, las proyecciones de los agronegocios (claves para el crecimiento en 2024 y 2025) son negativas para 2026: la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) estima que el PIB del agro caería casi 7% en 2026, luego de un histórico desempeño en 2025. Así, una importante fuerza impulsora de la economía (por su impacto directo pero, sobre todo, indirecto en agroindustrias, inversiones, servicios), no tendrá el mismo vigor el año próximo. Afectada además por el notorio atraso en el tipo de cambio real.
Definiciones en salarios y política monetaria
Por estos y otros factores, el escenario se muestra difícil para 2026 y es un desafío incluso mantener los buenos niveles laborales y salariales. En este sentido, no es casualidad que haya habido un atraso importante en concretar los acuerdos salariales de la última ronda de Consejos de Salarios. Muchas empresas tienen dificultades para concretar compromisos que -dadas las proyecciones y el entorno económico- será complicado sostener.
Menos aún cuando son muy restringidos los espacios para abrir lugar a la productividad, esencial para crecer con inversión, formación y mercados, que son los fundamentos genuinos del avance económico sostenible y a mediano y largo plazo. Esos espacios -en general- se concretan empresa a empresa más que a nivel sectorial, que es como -sin embargo- está planteada la negociación colectiva laboral hoy en Uruguay.
Hoy el BCU deberá decidir cómo prosigue con su política monetaria restrictiva. Con una economía en desaceleración y con caída desestacionalizada en el último dato, la tendencia debería ser a reducir la tasa. El objetivo del BCU no solo es bajar la inflación -como lo ha logrado- sino bajar las expectativas.
Estas también han descendido, pero no en la misma medida; las expectativas empresariales -particularmente- se mantienen casi un punto más arriba que la inflación. Esto tiene una explicación bastante obvia y vinculada a lo que planteamos líneas arriba: los empresarios, en la mayoría de los sectores, ven que las pretensiones de aumentos salariales están por arriba de los objetivos inflacionarios. Si bien se ha hecho un importante esfuerzo por introducir desindexación en las pautas, no en todos los consejos se adoptaron, al menos plenamente.
La economía tuvo un tropezón en el tercer trimestre. Para que no se convierta en una frenada, el BCU desde su política monetaria y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) desde lo salarial-laboral, tienen que tener en cuenta los nuevos datos que la actividad exhibe, y lograr mayor coherencia entre ambos planos.



Dejá tu comentario