3 de septiembre 2018 - 23:33

La última carta anti default

Christine Lagarde
Christine Lagarde
Cumplir con todo lo que se anunció ayer. Pero también con todos los puntos del primer acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), incluyendo sus adendas. Y que, ahora sí, el objetivo de reducir el déficit fiscal a cero el año próximo es el norte. Aún a costa de no crecer en 2019, año electoral. Con estos argumentos el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, enfrentará al staff del organismo, con la confianza que nuevamente Christine Lagarde priorizará una decisión política de apoyar a la Argentina en momentos difíciles. La gran esperanza de los enviados de Buenos Aires es que aún la directora gerente del Fondo se juega el todo por el todo por el final feliz del plan de rescate argentino; y que el no haber cumplido la primera misión fue sólo un mal paso. O un error de cálculo de ambos bandos. Desde Washington se reconoce que la nueva negociación que se abre formalmente hoy es un mal trago. Pero tanto desde el Gobierno de Mauricio Macri como desde el FMI se considera que una caída de la Argentina sería algo aún peor. El problema para la aprobación del adelanto de los fondos para 2020 a 2019 no sería entonces la posición de Lagarde que, a regañadientes y protestando, le daría el último guiño al país. La dificultad será convencer a los miembros del board de aprobar esta nueva ayuda a la Argentina, un país que en el organismo tiene la peor imagen posible. La tarea diplomática que tendrá que desplegar Lagarde será convencer a países como Alemania, Holanda o similares que, en general, disponen de muy mala voluntad para aceptar distorsiones en los acuerdos firmados. Menos a tres meses de firmados. Y menos en países que hacen del déficit fiscal un festival crónico.

Desde Buenos Aires se confía en que nuevamente habrá fumata, y que luego de unas negociaciones de menos de cinco o seis días las discusiones tendrán final feliz y Mauricio Macri anunciará que el año que viene no hay riesgo de default. Esto es que el FMI le garantizará al país unos u$s16.000 millones más el año próximo, unos u$s4.000 millones menos de toda la necesidad financiera de 2019.

La ofrenda que Dujovne le llevará a Lagarde es importante. Fue la directora gerente del FMI la que desde siempre, por recomendación del mexicano Alejandro Werner -el director gerente para el Hemisferio Occidental- reclamó por la imposición de retenciones a las exportaciones. Lagarde y Werner descubrieron rápido, al analizar los números básicos de la economía argentina, que esta es la fuente más rápida y concisa de dólares que tiene el país. Al principio de las negociaciones se aceptó que las fuentes de financiamiento del programa pactado en junio pasado sean diferentes y que, momentáneamente, las retenciones queden en suspenso. Pero como mandan los convenios stand by, el primer acuerdo siempre es flexible a lo que propone el país firmante, pero cuando este no cumple con las metas pactadas es el FMI el que impone medidas. Más si, como en el caso argentino, el incumplimiento se produce en la primera revisión. Más aún si el Estado reclamante pide más ayuda.

Sabía Dujovne que sin impuestos a la exportaciones su viaje a Washington estaba destinado al fracaso. Por esto desde el primer momento el nuevo impuesto fue innegociable. Pero además, el ministro anunció una aplicación del tributo en tamaño extra large, prometiendo una recaudación de unos 280.000 millones de pesos, más de la mitad de lo que se necesitaría para cumplir con el déficit cero. Supone ahora Dujovne que con este flamante tributo, el camino al sí de Lagarde estará allanado.

Pero, además, el ministro explicará otras medidas, todas fiscales. Todas duras. Comenzando por la suspensión del capítulo de baja de impuestos de la última reforma impositiva, siguiendo por la segunda gran medida del paquete anunciado ayer: la eliminación del 100% de los subsidios al transporte para el año que viene y la garantía que se avanzará en una decisión similar para el programa tarifario para 2019.

Pero también Dujovne quiere garantizarle al FMI que todo el programa firmado en junio pasado se cumplirá. Incluyendo las medidas más polémicas como el avance sobre el Fondo de Garantía Sustentable (FGS), la seguridad que no se utilizará dinero del FMI para corridas, que se suspenderá el cronograma de obra pública, que habrá reducción de gastos menores y que el tipo de cambio que se defenderá será el de mercado. El temor latente en los negociadores argentinos es que desde el Fondo, además del impuesto a las exportaciones se reclame al amparo del incumplimiento del primer tramo del acuerdo, medidas más polémicas como una reforma laboral y una previsional. Y que todo lo que propone el Gobierno argentino tenga su contrapartida en un acuerdo político.

Si el acuerdo con el FMI se lograra, Macri podrá dejar de mirar una de las variables que más azotan la economía argentina: el nivel de riesgo-país, en puntos de default desde hace semanas. Y podrá volver al mercado interno y terminar de desmantelar hacia diciembre la bomba neutrónica de las Lebac.

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