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AMERICAN IDOL
A más de medio siglo de que EE.UU. tuviera su primer y único presidente católico, la imagen de Francisco cautivó a buena parte de la elite progresista estadounidense. Una de las iglesias católicas más desprestigiadas del mundo por los escándalos de los sacerdotes pederastas encuentra su renacer con el papa argentino. Demócratas y republicanos barajan, como pueden, el mensaje de Jorge Bergoglio.
Llegaba el Año Nuevo y Francisco también encabezaba la lista de temas más discutidos en Facebook. Sus cuentas de Twitter, que había inaugurado su antecesor, el de la inédita renuncia, crecían en popularidad a un ritmo que el estilo de Benedicto XVI no hubiera permitido imaginar: pasaba la marca de los 11 millones de seguidores (4,5 millones en castellano y 3,5 en inglés). Sólo en el último mes, había acumulado un millón. Hoy es el líder religioso más seguido, tras haber desplazado al Dalai Lama (8,2 millones).
En Navidad, su foto y sus palabras fueron la entrada principal -el día entero- del portal masivo The Huffington Post. Para The New York Times y Los Angeles Times, el Papa representa "un cambio de tono" -coinciden en la expresión- en la Iglesia Católica: un diario lo atribuye a "su humildad y su énfasis en los pobres" y el otro a "su foco en la misericordia". The Washington Post señaló lo mismo con otras palabras, al referirse a la invitación a los ateos a unirse por la paz con la gente de fe: destacó que "por primera vez un mensaje Urbi et Orbi mencionó a los no creyentes".
Los medios principales siguen sus pasos como los de Edward Snowden -otro ser anónimo en este país un año atrás, que cambió la agenda pública por motivos muy diferentes- y Miley Cyrus, quienes le hicieron competencia inútil en la elección de Persona del Año de la revista Time. Más interesante, y señal más clara de la complejidad de lo que en los Estados Unidos se llama ya el "efecto Francisco", el Papa también ganó la tapa de The Advocate, la revista sobre temas LGBT más antigua del país: su cara sonriente se acompañaba con la cita "Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?".
Dianne Rehm dedicó un programa especial de su show en la National Public Radio (la prestigiosa emisora no comercial que se escucha en todo el país y el extranjero), "El papa Francisco y su alcance global", en el que se discutió el problema de la inequidad social y se celebró la habilidad comunicacional de Bergoglio: "En una época de imágenes, este Papa ha dominado ese poder al abrazar a un hombre desfigurado, al salir a las calles". The New Yorker, el semanario histórico, le dedicó una de sus más bellas tapas del año -una ilustración en la que Francisco hace un ángel de nieve- y un perfil en el que se destaca su afinidad con Juan XXIII, "el más progresista de los papas modernos".
En el extremo ideológico opuesto también lo atienden a diario. Adam Shaw opinió en Fox News, el canal de noticias del grupo Murdoch, que la popularidad del Papa es sólo comparable a la tremenda ola de adhesión que despertó Obama en 2008, "y del mismo modo que el presidente ha sido una decepción para los Estados Unidos, el papa Francisco se revelará desastroso para la Iglesia Católica". Rush Limbaugh, el emblema mediático republicano, calificó sus manifestaciones sobre la economía como "puro marxismo".
Para Silvio Waisbord, especialista argentino en sociología y comunicación política que dirige los estudios de posgrado en la Escuela de Medios y Asuntos Públicos en George Washington University, el impacto del Papa en los Estados Unidos se debe mucho a que "habla de temas que importan mucho en los Estados Unidos, hasta diría que más que en América Latina; más que a un diálogo global, aquí llega a los monólogos en estéreo de la guerra cultural que lleva décadas".
Cada quien, cree Waisbord, lee lo que quiere leer: "Por ejemplo, su pregunta '¿Quién soy yo para juzgar?', no resulta revolucionaria para la prensa católica, porque desde la doctrina se puede entender perfectamente: 'yo no soy quién para juzgar porque el que juzga es Dios'. Lo que pasa es que el sector liberal, o la izquierda de acá, lo interpreta en clave de no juzgar al otro, que es una idea secular. Pero desde la doctrina tiene una lectura distinta."
Así The Advocate cubrió con maravilla que en octubre el Papa respondiera de su puño y letra una carta de Kairos, un grupo católico LGBT de Florencia, en la que le pedían "apertura y diálogo". Kairos le había escrito a los papas que precedieron a Francisco, pero él fue el primero en contestar. También fascinó a la revista del colectivo gay una declaración que Francisco realizó en septiembre a la publicación jesuita más importante, La Civiltà Cattolica: "La religión tiene el derecho de expresar su opinión, pero Dios en su creación nos ha hecho libres. La Iglesia no puede interferir espiritualmente en la vida de una persona". Abundó: "Una persona, para provocarme, me preguntó si aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: 'Decime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?'. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí entramos en el misterio del ser humano".
¿Cambia eso la doctrina? En lo más mínimo; de hecho Bergoglio confirmó en su primer texto, escrito con Benedicto XVI, que el matrimonio era la unión entre un hombre y una mujer. Sin embargo, ese tono diferente -su predecesor escribió que la homosexualidad era "una tendencia fuerte hacia un mal moral intrínseco"- encuentra oídos ávidos. Esas palabras de Francisco son contemporáneas a la expulsión del reverendo Frank Schaefer de la Iglesia Metodista Unida por haber oficiado en el casamiento de su hijo homosexual y a las declaraciones de la estrella del programa "Duck Dynasty" -por las cuales casi lo sacaron del show- a la revista GQ, sobre su idea del pecado: "Comience con el comportamiento homosexual y parta desde allí. La bestialidad, acostarse con varias mujeres y hombres".
El profesor Eric Bain-Selbo, titular del Departamento de Filosofía y Religión en Western Kentucky University, donde trabaja en ética social y política y en el Programa de Estudios de Cultura Popular, cree sobre la buena recepción local del mensaje de Francisco: "Su enfoque más blando sobre temas morales como el aborto y la homosexualidad se alinean mejor con la opinión popular, tanto entre los estadounidenses católicos como entre los estadounidenses en general. Los más jóvenes se han enfriado por la moralización de la conducta privada que hace la religión institucional; a la vez, cada vez más se interesan en los grandes problemas públicos como la pobreza, el desarrollo económico, el acceso al cuidado de la salud y la educación superior, y otros temas que impactan en la sociedad".
Con un punto de vista que incluye la fe, el profesor Vincent Miller, titular de la Cátedra Gudorf en Teología y Cultura Católica en la Universidad (confesional) de Dayton sintetizó: "En primer lugar, ha rescatado a la Iglesia del callejón sin salida de las guerras culturales, en las cuales el mensaje más claro de la iglesia era 'no' a una gama estrecha de temas. El mensaje de Francisco es aún más exigente, pero representa una invitación positiva a aceptar y compartir la misericordia de Dios. Es realmente destacable cuánto se siente atraída la gente al mensaje de Francisco que se enfoca en los pobres y los excluidos".
Entre esa gente se cuenta el presidente: "Esta tendencia a la inequidad económica no es exclusiva de la economía de mercado de los Estados Unidos", dijo Obama. "En todo el mundo desarrollado ha crecido la desigualdad. Algunos habrán visto que la semana pasada el propio Papa se refirió a esto, con elocuencia: 'No puede ser -escribió- que no sea noticia que muera de frío un anciano en la calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la Bolsa'."
Francisco parece ayudar a los demócratas en apuros: refuerza su discurso sobre la inequidad en un país que no se recupera de la crisis de 2008, atraviesa una grave situación fiscal y no logra atender el crecimiento de la pobreza y las caídas de la clase media. Eso es posible porque cualquier otro grupo, político o social, puede hacer lo mismo que Obama, como la revista Forbes, por ejemplo, donde Rob Ashgar destacó que "Francisco está reintroduciendo una tensión saludable entre el concepto de virtud y la práctica del capitalismo". Waisbord lo explica como "leer lo que constituye un gran evento noticioso en función de una agenda particular". Inclusive observa otra cara del mismo asunto en los demócratas que se miran críticamente a sí mismos "porque dicen que el Papa los ha puesto en un aprieto con las cosas que expresa".
Francisco ha hecho otro servicio a los demócratas al enfatizar la división de los republicanos. Su papado invita a discutir temas que ya creaban tensiones entre la extrema derecha del Tea Party y el resto de un partido que, por eso mismo, cada vez pierde más el favor de los jóvenes. Algunos conservadores han atacado su crítica al capitalismo (el representante Paul Ryan, excandidato a vicepresidente de Mitt Romney, le echó la culpa a su nacionalidad: "Este tipo viene de la Argentina. En la Argentina no han tenido un verdadero capitalismo. Tienen un capitalismo clientelista") pero otros han combinado crítica con admiración: "Su visión económica no me enamora particularmente, pero su defensa de los pobres, el ejemplo de su estilo de vida y su actitud más moderna sobre los temas sociales me impresionaron", dijo el senador John McCain.
Waisbord distingue: "Por un lado está él y, por otro lado, la estrategia institucional. Cuando le ponen un micrófono delante, dice cosas de él; pero las demás expresiones son temas del Vaticano, que es una institución que delega la comunicación como las delegan las presidencias o las corporaciones". Sería el caso de su primera encíclica, Evangelii Gaudium. "La distinción se da entre su comunicación y lo doctrinario. Dentro del catolicismo histórico hay espacios para lo que dice sobre la pobreza, la economía o la crítica al capitalismo. Con habilidad, el Papa hace declaraciones que quedan abiertas a la interpretación. Comunicacionalmente es un revolucionario porque entiende la lógica de los medios, habla de cosas que tienen gancho y semanalmente produce noticias, lo cual es bastante difícil para cualquier gran comunicador", observó el autor del reciente "Vox Populista: medios, populismo, democracia".
Miller, también autor ("Consuming Religion: Christian Faith and Practice in a Consumer Culture"; Religión de consumo: la fe cristiana y la práctica en una cultura consumista) y columnista de America, la revista católica de los Estados Unidos, destaca, con tono cristiano, esa habilidad: "Es llamativo que su presencia en las redes sociales presente este mismo mensaje sobre los pobres y los excluidos. Muchas imágenes de Francisco abrazando niños, enfermos, discapacitados y desfigurados se volvieron virales. Muestra el abrazo de Dios, y al hacerlo, desafía a que otros tengan la misma misericordia".
El nuevo Papa creó imágenes inauditas desde que Karol Wojtyla se convirtió en Juan Pablo II, en octubre de 1978, hasta que en febrero pasado renunció Benedicto XVI. Se acabaron las cruces y los bordados de oro, los zapatos rojos a medida, la vajilla papal; Francisco se mudó de la residencia que le tocaba al departamento de huéspedes de dos habitaciones, cambió el Mercedes-Benz blindado por el Ford Focus, se definió como "un pecador", eligió para el tradicional lavado de pies un centro de detención de jóvenes (e incluyó a dos mujeres entre ellos; una, musulmana); en la Chiesa del Gesú, la iglesia de la orden jesuita, se realizó el funeral de una transexual colombiana que vivía en la calle y allí murió de una golpiza.
"Creo que su mayor logro en la comunicación fue su homilía en la casa Santa Marta, todas las mañanas, que se retransmite a todo el mundo", dijo Marcelo Larraquy, autor de "Recen por él", un retrato no autorizado cuyos derechos se vendieron a cuatro países, según Penguin-RHM. La editorial también publicó "Sobre el cielo y la tierra", conversaciones entre Francisco y el rabino Abraham Skorka, que se vendió a 30 países, entre ellos los Estados Unidos donde se cuenta entre los 1.858 resultados que arroja Amazon cuando se busca "Pope Francis".
Siguió Larraquy. "Pero el Papa no les habla sólo a los católicos: les habla a los que se sentían afuera de la Iglesia y también a los que nunca creyeron, a los que estaban en la periferia, en los suburbios. Esa es su construcción política. También su construcción en la imagen, el hecho de mostrarse como un sacerdote de calle, incluso como pecador, que predica en contra de las desigualdades sociales, contra la corrupción y en favor de aquellos que no cuentan o no son escuchados, como los inmigrantes, refugiados, o los apartados de la Iglesia condenados por la doctrina".
La economía es un tema que toca muy hondo a los sectores medios golpeados y sin mucha esperanza, no sólo a los recalcitrantes enojados que -también- argumentan sobre la influencia negativa del peronismo y la Iglesia del Tercer Mundo sobre Francisco. "El mensaje económico del Papa resuena en muchos estadounidenses", valoró Bain-Selbo, autor también de "Judge and Be Judged: Moral Reflection in an Age of Relativism and Fundamentalism" (Juzgar y ser juzgado: la reflexión moral en una época de relativismo y fundamentalismo). En una de las sociedades más desiguales económicamente entre los países desarrollados, muchos se preguntan cómo tantos de nuestros ciudadanos deben luchar para llegar a fin de mes en el país más rico de la tierra. El presidente Obama ha hecho de la desigualdad económica un tema central de su Gobierno. El mensaje económico del Papa tiene sentido para muchos estadounidenses de hoy, católicos o no".
Miller objetó la novedad del Papa en este punto. "La perspectiva de Francisco sobre la economía no es nueva. Los opositores ideológicos (incluidos católicos poderosos) intentan hacerlo pasar por una especie de papa de nueva izquierda, pero Juan Pablo II y Benedicto XVI hicieron la misma crítica del fundamentalismo de mercado (una crítica que se puede rastrear hasta León XIII en 1891). Benedicto argumentó que la caritas se debe ubicar en el corazón de la economía de negocios. Francisco desafía un sistema económico capitalista que ignora y excluye a quien no pueda contribuir con ganancias mediante la producción o el consumo. Ambos papas desafían el capitalismo contemporáneo no sólo por alentar la desigualdad sino también por construir una sociedad inhumana".
Acaso la mesura del Papa sobre los temas conflictivos ("No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos") haya sido la clave para el "efecto Francisco" en una sociedad polarizada. Pero también toca puntos más profundos de la relación de este país con el catolicismo. "La Iglesia Católica siempre tuvo una imagen bastante impugnada en Estados Unidos", recordó Waisbord. "En los últimos quince años casi todas las noticias que la involucraban eran sobre abusos de menores." La política de protección a los pederastas fue un agravante.
Agregó Chester Gillis, decano de Georgetown College, profesor de Teología y director del Programa sobre la Iglesia y el Diálogo Interreligioso: "Como los católicos en otras partes del mundo, los católicos estadounidenses sufrieron con la crisis de los abusos sexuales. Muchos, especialmente en la generación de los Millennials [los jóvenes], se distanciaron de la iglesia. La prominencia de reglas y la imposición de su cumplimiento, el énfasis en los temas sexuales y reproductivos, la oposición al estilo de vida gay y la continua exclusión de las mujeres de la ordenación y las posiciones en la jerarquía se combinaron para hacer que muchos laicos ignoren a la iglesia. Las liturgias elaboradas y los pronunciamientos papales hicieron poco por volver a acercar a la gente. Y entones Francisco asume el papado, prescinde de muchas formalidades, habla en un tono pastoral receptivo, pone el énfasis en los pobres y en el llamado de la iglesia a servirlos y claramente no quiere ser prejuicioso con aquellos que se separaron de la iglesia. Los estadounidenses católicos (y también los que no lo son) comenzaron a prestarle atención a él, y también a la iglesia otra vez."
Para este experto en la historia del catolicismo y autor de "Pluralism: A New Paradigm for Theology" (Pluralismo: Un nuevo paradigma para la teología), "esto no significa que todos los católicos estadounidenses están de acuerdo con la iglesia, pero les gusta el tono receptivo y algunos le daría una nueva oportunidad. Siguen interesados en el Evangelio y ven que este Papa vive según él: no le interesan el poder o la pompa sino la gente. Y le están respondiendo".
A poco más de cincuenta años de que asumiera su primer presidente católico, los Estados Unidos viven una luna de miel con un Papa. "Un país escéptico del catolicismo le da enorme atención, que es algo más llamativo que la cobertura positiva", observó Waisbord. "No sé por cuánto tiempo será sostenible. Pero este Papa está en la cresta de la ola, así que tal vez tiene aire para rato".
* Especial desde EE.UU
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