8 de mayo 2009 - 01:04

Brasil: modelo para armar un líder alimentario internacional

Brasil: modelo para armar un líder alimentario internacional
Estabilidad, seguridad jurídica y continuidad en las políticas públicas, junto con la apertura económica, parecen ser los factores básicos que provocaron el «shock de modernidad» causante de la explosión productiva que está transformando a Brasil en un gigante alimentario mundial en los rubros más diversos.

Con una producción actual de alrededor de 140 millones de toneladas de granos, y exportaciones de carne que superan los 6 millones de toneladas anuales (entre bovinos, pollo y cerdo), lejanos parecen aquellos días en que al principal socio del Mercosur se lo conocía sólo como productor de azúcar, naranjas, café o algodón, y dependía en buena medida, de las importaciones para cubrir la demanda interna de buena parte de su comida.

Ahora, la situación es sensiblemente distinta (por no decir, «diametralmente» opuesta) y, en menos de dos décadas, aunque con especial peso en lo que va del siglo XXI, Brasil ya conquistó el primer lugar como exportador de alimentos en más de una docena de rubros, incluyendo el más que emblemático de las carnes rojas o vacunas, en el que logró desplazar, incluso, a potencias como Australia o los Estados Unidos, que eran los principales abastecedores.

Los 90, con el arranque del Mercosur incluido (Las Leñas 1992) parecieron constituir el punto de inflexión. Fernando Collor de Melo, Itamar Franco, Fernando Enrique Cardoso, hasta Luis Inácio Lula da Silva en la actualidad, fueron los sucesivos presidentes que hicieron el resto, manteniendo los lineamientos a pesar de sus muy diferentes extracciones políticas.

De tal forma, de un país cerrado y proteccionista (arroz, trigo, leche, etc.) basado en el autoabastecimiento, la República Federativa saltó a la apertura económica gradual que le imponía la integración regional. La tendencia, sin embargo, no sólo se mantuvo, sino que se profundizó con el tiempo.

Tanto es así que, a partir de 2003, comenzaron a aplicarse «los nuevos instrumentos de política» que, en el caso de la agroindustria se basan en un Plan Agropecuario Anual, con 3 ejes centrales: crédito (más de u$s 25.000 millones para este año), seguro productivo con subsidio de prima entre el 30% y el 70% (obligatorio para varios rubros), y apoyo a la comercialización (financiamiento) y a las inversiones, incluso, en el exterior.

Expansión

Todo esto permitió que, por ejemplo, de una cosecha de 58 millones de toneladas de granos en 1998, pasaran a 100,3 millones en 2000 y, aproximadamente a 140 millones en la campaña 08/09 (a pesar de la sequía que los hizo perder, al menos, 10 millones de toneladas). Así, mientras se desmontaban paulatinamente los distintos sistemas de intervención y regulaciones del Estado (Juntas, sistemas de almacenamiento oficiales, fijaciones de precios, etc.), la actividad agropecuaria seguía consolidándose mediante la expansión de la frontera productiva hacia el centro y oeste, pero mucho más significativo, con un importante salto de productividad.

Con semejante paquete de apoyo, que incluye la actividad del Embrapa, el organismo técnico brasileño, pudieron aumentar en 100 millones de cabezas el rodeo vacuno, a casi 207 millones en 2007, aunque ahora bajaron a 190 millones, cuando a mediados del siglo XX tenían una cantidad similar a la Argentina (alrededor de 50 millones de cabezas). Pero además, se mejoró genéticamente y se aumentó sustancialmente la productividad, al punto de ser hoy el primer exportador mundial con alrededor de 2 millones de toneladas anuales de carnes rojas (a pesar del incremento de su propia demanda interna).

No sólo eso. Respaldados por el programa de apoyo a inversiones externas, las empresas frigoríficas brasileñas salieron a comprar plantas en otros países, y hoy ya producen en Australia, Estados Unidos, Uruguay, o la Argentina (ver nota aparte).

Algo similar puede ocurrir también con otros rubros como el trigo y la molinería, dado el déficit estructural que tiene Brasil con este cereal; o con las jugueras, rubro en el cual ya incursionaron en Estados Unidos donde adquirieron dos plantas en Florida.

También el año pasado pasaron de importadores estructurales (y líquidos) de leche, a exportadores netos. Algo similar a lo que ocurrió con distintas frutas, desde la manzana (desplazaron a la Argentina como proveedores de la Unión Europea), hasta tropicales, tal el caso de la papaya que va a Estados Unidos, o el mango que, tras 15 años de trabajo, lograron que ingresara finalmente a Japón. Claro que aquí contaron con la inapreciable ayuda de una creciente colectividad nipona asentada en territorio brasileño.

El caso es que, contrariamente a la muy «compartimentada» producción argentina, en Brasil los empresarios parecen haber avanzado ya varios pasos más. Se dieron cuenta de que era mucho más eficiente cuando la cadena estaba integrada, que cuando se enfrentaban entre ellos», señaló un especialista brasileño en empresas. «También, después de sufrir muchos problemas, hasta de provisión, como les ocurrió a los textiles con el algodón, cayeron en la cuenta que valía la pena invertir para asegurar su stock de materia prima. Que todos ganaban más cuando estaban integrados, y no cuando se enfrentaban», agregó.

Así las cosas, Brasil ya se convirtió en un gigante alimentario mundial, aunque para ellos, éstos fueron apenas los primeros escalones, y ya proyectan dar un nuevo salto más ambicioso aún.

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