Ayudados por las declaraciones del presidente de la Fed, los demócratas han banalizado la posición de los republicanos con el tema de la extensión del permiso de emisión del Tesoro y el nuevo presupuesto. Conclusión: quedan apenas 35 días para que el Estado norteamericano enfrente la seria posibilidad de entrar en cesación de pagos. Por supuesto que los republicanos no son inocentes y su intención es forzar al presidente Obama a que tome cartas en el asunto, lo que no quería hacer ya que sabe que sea cual fuere su decisión, saldrá perjudicado. Probablemente las cosas se encarrilen esta semana entrante, por lo que la actitud del mercado de una aparente falta de reacción ante las noticias de este frente es entendible. El problema es que a medida que pasa el tiempo y recrudecen las discusiones hay menos margen para los errores. Con lo anterior no estamos minimizando la importancia de la crisis griega y el efecto de sus vaivenes sobre el mercado financiero, sino que buscamos recordar que hay otros problemas que pueden ser incluso mucho más graves y que aunque no sea de manera manifiesta, pesan sobre el mercado. De hecho, al cierre del jueves los dados estaban echados más para que tuviéramos una semana ganadora que una perdedora, pero el 0,96% que cedió el Dow al cerrar en 11.934,58 puntos hizo que siete de las últimas ocho semanas fueran a la baja. Dejando de lado las excusas para explicar el movimiento de la última jornada, la pérdida de los últimos días es significativa porque si bien el mundo tiene poco margen para seguir bajando las tasas y estimular la economía, el anuncio del jueves de liberar las reservas estratégicas de la IEA produjo el desplome del petróleo a la zona de los u$s 91 por barril, lo que es el equivalente a inyectar de manera directa miles de millones de dólares en el bolsillo de los consumidores de todo el mundo. Sin embargo, el mercado no lo celebró.
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