22 de junio 2012 - 00:00

Lila Downs cautivó a su público fiel

La cantante mexicana hizo vibrar a dos Gran Rex colmados con temas propios y clásicos de la música de su país acompañada por una banda numerosa y con Soledad Pastorutti como invitada en el debut.
La cantante mexicana hizo vibrar a dos Gran Rex colmados con temas propios y clásicos de la música de su país acompañada por una banda numerosa y con Soledad Pastorutti como invitada en el debut.
«Pecados y milagros». Lila Downs (voz, accesorios de percusión). Con P. Cohen (saxo, clarinete, dir. musical), R. Gómez (guitarra), E. Serka (batería, cajón), L. Guzmán (bajo), C. Duarte (guitarras, arpa, coros), P. Piñón (percusión), L. Soqui (acordeón, programaciones, coros), J. Canosa (trombón) y F. Veglio (trompeta). (Teatro Gran Rex, 20 y 21 de junio).

Por su discurso de reivindicación de los derechos de las mujeres Lila Downs se convirtió en referente para una parte importante de la comunidad gay femenina, que la sigue y se hace notar en la platea del teatro. Por su discurso político zapatista enciende los corazones de muchos que gritan el nombre del líder revolucionario mexicano. Por su fuerte presencia sobre el escenario y su modo de cantar temas propios y clásicos de la música de su país, convoca a multitudes; y esta nueva llegada suya a la Argentina, para presentar su más reciente álbum «Pecados y milagros», la enfrentó con dos Gran Rex repletos en medio de la semana más algunas presentaciones en el interior.

Mitad latina, mitad «gringa». Hija de madre mixteca (la cantante Anita Sánchez) y de padre escocés-norteamericano (el cineasta y profesor Allen Downs), Lila Downs se crió entre las dos culturas. Y así se fue desarrollando su trabajo, entre el rap, el pop, el blues, el jazz, el soul y las tradiciones folklóricas de su México natal. Entre la gran industria de la música al más alto nivel y las búsquedas en la cultura y las raíces indígenas. Entre las canciones en castellano y en inglés. Entre las letras comprometidas con lo político y lo social y las letrillas románticas populares.

Lo mejor de esta artista está en lo que produce en el vivo. Su figura se muestra con generosidad y entrega una sensualidad que atraviesa géneros. Su despliegue por el escenario la convierte en dueña absoluta del espectáculo. Y sólo puede cuestionársele cierto regodeo con los virtuosismos vocales y con la exhibición de su «fiato» (la capacidad pulmonar que le permite hacer notas muy largas) que tienen más de demagógico que de buen resultado estético.

Detrás de ella, se planta una banda numerosa, multitímbrica y multinacional (hay norteamericanos, mexicanos, venezolanos, chilenos y hasta un par de argentinos invitados) dirigida por su esposo, el saxofonista Paul Cohen. Con eso, pasa de las canciones del último disco a clásicos de su repertorio, como «La iguana», «Justicia» o «Cumbia del mole». Y en la noche del debut porteño tuvo a Soledad Pastorutti como curiosa invitada -recibida con cierta frialdad por el público-; «la conocí en Madrid y es un honor tenerla aquí esta noche», dijo la mexicana, antes de compartir la milonga «Los hermanos» de Atahualpa Yupanqui.

Dejá tu comentario