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Para cruda verdad, es casi mejor mirar TV
Reaparecen aquí el director y las guionistas productoras de «Legalmente rubia», con los mismos cargos laborales (a lo que deberíamos agregarles cargos criminales contra el cerebro) y con la actriz y también productora Katherine Heigl, la de «27 bodas» y «Ligeramente embarazada», una treintañera que viene trabajando en esto desde niña, y ahora ya tiene buen cartel en protagónicos. De cara agradable, estilo señorita de barrio más que estrella, sus mohines suelen ser excesivos, y su cuenta bancaria debe ser atendible.
Respecto a su cuerpo, ah, aquí al menos está siempre vestida. También en las escenas de besos, que son de a pie, como siguiendo las normas del Código Hays. En cambio, una noche, cuando su personaje necesita inesperada ayuda, corre a salvarla un vecino buen mozo, enteramente desnudo, pero que nadie piense mal, él es todo un caballero. Para cazarlo, esta joven formal y estructurada, eficiente productora televisiva, aceptará consejos de un tipo al que inicialmente desprecia: un animador ordinario, supuesto machista, muy festejado por la audiencia.
El resultado es el esperado. Ella pasará algunas situaciones ridículas pero se irá soltando, el candidato estará a su alcance, y el asesor confesará su lado humano: de cada amor que tuvo lleva heridas que sangran todavía, como en el tango, por eso dice lo que dice. Por ejemplo, que las mujeres deben aceptar el bajo nivel mental de los hombres (¿a eso le llaman machismo?), que «antes que amor, conviene buscar lujuria. La frustración sexual dura unas horas. Un corazón roto tarda años en cicatrizar», y cosas por el estilo. Por eso también, la chica estructurada y el animador ordinario en algún momento irán a la cama. ¡Van a besarse en la cama! Pero la escena es con la luz apagada.
Como pensada para un público americano de raíces puritanas, tentado por tirar la chancleta dentro de ciertos límites, «La cruda verdad» es, en verdad, una actualización desabrida de algunas comedias hollywoodenses de los 50, que aún hoy mantienen su encanto. Claro que jugaban con la picardía. Esta de ahora solo bordea la guasada, para lo cual da lo mismo quedarse en casa viendo televisión. Esa es la cruda verdad.
P.S.
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