6 de junio 2012 - 00:00

“Respetar el nivel de humor que impuso Les Luthiers”

Daniel Casablanca y «Forever young»: «Lo que tiene de fascinante este musical es que, sin soslayar el deterioro de la vejez, le da un sentido muy positivo a esa etapa de la vida».
Daniel Casablanca y «Forever young»: «Lo que tiene de fascinante este musical es que, sin soslayar el deterioro de la vejez, le da un sentido muy positivo a esa etapa de la vida».
Aunque su trayectoria esté más asociada al humor, Daniel Casablanca -integrante de Los Macocos y uno de los protagonistas del éxito teatral «Toc Toc»- se define como un melómano adicto a todos los géneros musicales. En su camarín estaba escuchando a Salgán y De Lío cuando dialogó con este diario. Casablanca acaba de estrenar «Forever young» en el reabierto El Picadero, musical de origen noruego que hizo furor en España, versionado por la compañía, de origen catalán, Tricicle.

«El espectáculo fue adaptado a nuestra idiosincrasia e incluye varios temas de rock y folklore argentino», dice Casablanca, quien por primera vez dirige a un elenco de tanta experiencia en comedia musical: Omar Calicchio, Melania Lenoir, Ivana Rossi, Martín Ruiz y Germán Tripel. En la obra, todos conservan sus identidades pero no su juventud, ya que la acción transcurre en un geriátrico para artistas del año 2050. Los acompaña Gimena Riestra como una enfermera sádica, y en el piano el músico Gaby Goldman, también notoriamente avejentado para la producción.

Periodista: Lo hacíamos más rockero.

Daniel Casablanca: Lo soy, pero en realidad me gusta todo. Para que se dé una idea: tengo 3700 CDs originales. Sé cuántos tengo porque los cargué en la computadora cuando fui a hacer «Toc Toc» a Mar del Plata, durante 4 meses.

P.: Ahora vayamos al tema que nos ocupa.

D.C.: Ya estamos en el tema, porque una de las cosas que más me interesó de este proyecto fue tener que armar el repertorio. La versión catalana -supongo que la noruega también- sólo incluía temas de rock en inglés de los 80 y 90. Nosotros cambiamos varias canciones y agregamos repertorio argentino. Todo está muy al servicio de la acción.

P.: ¿Tuvo que adaptar el humor de la pieza?

D.C.: Sí, porque es lo que más varía con cada idiosincrasia. Yo lo digo siempre: «no es lo mismo a las 8 de la noche que a las dos de la mañana. Y no es lo mismo en Azul, a 40 km. de Buenos Aires, y tampoco es lo mismo en Uruguay, y ni qué decir en España. No quiero desvalorizar la versión catalana, pero lo que nosotros le aportamos fue más finura y sutileza. El público porteño es muy teatrero y, en este rubro, nuestro principal referente es Les Luthiers. Ellos empezaron a hacer humor y música para un público culto, pero pronto se hicieron muy populares sin dejar de ser cultos. Ya son cinco generaciones que los siguen y me parece que eso nos obliga a respetar ese nivel artístico y seguir adelante.

P.: La obra incluye un repertorio internacional muy conocido ¿Qué eligió de rock nacional?

D.C.: Se escuchan fragmentos de varios temas. Hay de Spinetta, Charly García, Memphis, Redonditos de Ricota, Calamaro, Fito Páez, Rata Blanca, Los Piojos. Pero pocos temas se cantan completos.

P.: ¿A qué responde esta decisión?

D.C.: Fue para anteponer el criterio de obra de teatro al de repertorio de canciones. Los chicos del elenco están sorprendidos, porque a Buenos Aires vienen muchos coreógrafos a montar musicales y en general no suelen dirigir tanto la parte actoral. Acá hay mucha coreografía, pero está escondida en la acción. Salvo en algunos cuadros, donde casi no se nota, está más integrada a la acción. Lo que hace que las situaciones resulten más vivas e interesantes.

P.: El público aplaude espontáneamente y festeja hasta las humoradas más crueles. Pero también hay momentos emotivos.

D.C.: Es una obra muy emotiva y no sólo por su reflexión sobre la vejez.

P.: ¿Cómo definiría a estos viejitos?

D.C.: Está el viejito olfa (con un pasado gay); la anciana agreta, pero culta; la pareja que se sigue queriendo como el primer día y el viejo heavy metal. Si Pappo no hubiera muerto en aquel accidente podría haber sido un ancianito de este estilo. Todavía no hay muchos como él, pero dentro de unos años vamos a empezar a ver viejitos con piercings y muchos tatuajes.

P.: Es una imagen futurista de los transgresores de hoy.

D.C.: Sí y una de las grandes ideas de la versión original. Como también su reivindicación de los ancianos. Nuestra sociedad los ve como gente muerta o desconectada, con la que no se puede hablar porque son viejos. En general no se soporta tener que tratar a los padres -ya decrépitos- como si uno fuera el padre de ellos. Es un cambio de roles muy traumático. El tema me resulta muy familiar porque fui hijo de la vejez y perdí a mis padres siendo yo muy joven. Los cuidé mucho y hubo mucho hospital en los dos casos. Incluso uno de ellos tuvo que pasar a un geriátrico. Fue duro reencontrarme con todo eso. Pero lo que tiene de fascinante «Forever young» es que sin soslayar el deterioro de la vejez, le da un sentido muy positivo a la experiencia y el saber que tiene cada anciano y a la capacidad de disfrutar de estar vivos. Algo que todos deberíamos empezar a cultivar desde ahora; porque lo que no se aprovecha en vida, se pierde para siempre.

P.: ¿Qué pasó en la función de estreno?

D.C.: Un viejito se levantó de su butaca y caminó despacito por todo el proscenio. Iba al baño, pero todos pensaron que era yo el que me había disfrazado. Y no sabían si la verdad estaba arriba o debajo del escenario. Incluso me llegaron a decir que ese viejito sobreactuaba.

Entrevista de Patricia Espinosa

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