La situación ha cambiado. Los amantes del lugar disfrutan de las fachadas color damasco, la fuente Val d´Osne del jardín, sus sillones, sus libros restaurados y digitalizados, y el respeto por la voluntad de su dueña. Ella no quería un museo: el piano de 1913 donde tocó Stravinsky suena como antes, 25.000 visitantes al año recorren la casa, la programación incluye teatro musical, danza, ópera y jazz. Los interiores contienen libros y flores, y la luz es baja para preservar el encanto. Este año se celebran los 10 años de un proyecto exitoso, y 40 de la donación de Victoria Ocampo a la UNESCO.
El arquitecto Fabio Grementieri, reflexiona: "Victoria decidió no legar su casa y sus propiedades al gobierno y fue criticada por eso. Explicó que la principal razón para elegir un organismo internacional era proteger su casa de los vaivenes de la política. La casa de Victoria fue una isla donde siempre fueron toleradas todas las ideas y la política no dictó el pensamiento de su dueña, de sus invitados o de los integrantes de la mítica revista Sur. La visión de Victoria resultó acertada. Cuando murió en 1979, gobernaba la dictadura militar. La gestión de su legado hubiese caído en manos de algún coronel y hubiese sido sometida a las cambiantes políticas de los muchos gobiernos que se sucedieron hasta hoy. Por el contrario la UNESCO garantizó la independencia intelectual que permitió mantener la calidad de los programas sin intromisión de la política partidaria. Victoria tenía razón".
A.M.Q. |
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