11 de septiembre 2007 - 00:00

Carletti reinterpreta el mundo de Carroll

La habitual imaginería sobre «Alicia en el país de las maravillas» adquiere formas a vecesenigmáticas en la exposición «Alicia x Alicia».
La habitual imaginería sobre «Alicia en el país de las maravillas» adquiere formas a veces enigmáticas en la exposición «Alicia x Alicia».
Dibujos y pinturas de Alicia Carletti se exponen en «Alicias x Alicia», en la galería Holz (Arroyo 862). La oposición realidad-ficción en la obra de Carletti se plantea en el tema de la infancia o la magia de la infancia. Toda magia, sin embargo, contiene elementos de contraste y son esos elementos, esas sutiles relaciones cruzadas, esas enigmáticas oposiciones, el interés de fondo de la artista.

Existe una relación entre su obra con ciertas fuentes literarias de ensoñaciones infantiles de un mundo de fantasías, con niñas rodeadas de acechanzas que se presentan a través de imágenes ambiguas. Desde hace varios años trabaja sobre Alicia en el país de las maravillas, su obra siempre estuvo vinculada con Lewis Carroll, por el absurdo juego de lo irreal y lo real, lo que no se ve, pero se presiente y las misteriosas apariencias latentes.

«Con autonomía del hiperrealismo dependiente de la fotografía, se inclinó hacia esa vertiente, obsesionada por la representación de una realidad que aproxima el goce y el miedo», observa el crítico Jorge López Anaya en uno de los textos del catálogo. Por el río Isis, en Oxfordshire, el 4 de julio de 1862, paseaban en bote cinco personas. Dos de ellos eran la niña Alicia Liddell y el profesor de matemáticas Charles Dodgson quien posteriormente adoptaría el apodo Lewis Carroll (1832-1898).

Aquel día inició la larga serie de relatos del personaje cuyo nombre se identificaba con el de la niña, cuyo interés fue enriqueciendo lo que según el autor se convirtió en «un cuento interminable». «Recuerdo claramente cómo, al intentar desesperadamente inventar algo distinto de los cuentos de hadas corrientes, envié a mi heroína por la madriguera de un conejo, bien abajo, sin tener la menor idea de lo que habría de sucederle después».

Esta idea de descenso coincide con las reflexiones de Gaston Bachelard: «En una ensoñación pura todo ser humano encuentra su reposo descendiendo. Descenso sin caída, al margen de las preocupaciones, de las ambiciones, de los proyectos». Pero además, para encontrar el lenguaje de las fábulas hay que participar de la vivencia de lo fabuloso, según Bachelard: «Hay que volverse en cuerpo y alma un ser admirativo, reemplazar ante el mundo, percepción por admiración».

Así lo han hecho Carroll y Carletti. En sus obras, Carletti trabaja sobre la base de los grabados de John Tenniel (1820-1914), ilustrador del libro de Carroll. Tenniel era conocido por sus dibujos para las Fábulas de Esopo y se destacaba como un incisivo humorista político en sus caricaturas en la revista Punch.

Los pequeños grabados han sido ampliados y modificados, jugando con la mezcla de lo caricaturesco de Tenniel y el realismo de las imágenes de Carletti, las orquídeas, las rosas y las niñas con sus ropas, sus zapatos, el maquillaje, están como en bosques amenazantes donde lo amoroso y lo sexual se encuentran siempre latentes. La rosa es blanca pero sangra pintura roja, un camino que va del blanco de la niñez al rojo de la pubertad.

El verismo onírico de estas obras, ejerce fuerte poder sobre el espectador que se fascina frente a estas imágenes, a estas escenas de encantamiento. En 1928, Macedonio Fernández publicó un libro cuyo título exime de comentarios: «No todo es vigilia la de los ojos abiertos». Allí escribió que la imagen es el tejido del ensueño y que nada es más real que un ensueño. Como en el mundo del sinsentido construido por Carroll, para Macedonio, el supuesto encadenamiento causal de la llamada vigilia es una construcción ficticia que origina la contraposición que erigimos entre ensueño y realidad.

«En una nube de polvo» -premiada en la II edición de los Premios Constantini -, Carletti partió del dibujo de Tenniel sobre el Combate entre el León y el Unicornio. Sobredimensiona los objetos y altera las proporciones generando un clima inquietante en sus obras «Trabajo con la ambigüedad, el misterio. Nunca se sabe si la rosa es demasiado grande, o si la Alicia que está en el cuadro es demasiado chica. Este tema del tamaño está ligado al achicamiento y al agrandamiento de Alicia en el libro de Carroll», dijo.

La niña/adolescente es sumergida dentro de la ilustración de Tenniel, que Carletti minuciosamente colorea. Este contraste anuncia lo que toda la obra supone: Tenniel dibujó las escenas de algo soñado tanto por la pintora como por los personajes de su sueño; la artista redobla la apuesta, porque es ella ahora quien se suma al sueño en persona y por medio de su testigo, la niña/adolescente. Sus imágenes de imágenes (las de Tenniel) remiten a la muerte de la realidad en el arte contemporáneo y recuerdan que detrás de toda imagen hay otra.

Mario Perniola, que reflexionó sobre la complejidad de la estética del siglo XX, señaló que Hans Gadamer introdujo la noción de juego como primera caracterización de la obra de arte y, además, consideró que el mismo acto de hacer arte es un interpretar: un situarse respecto a algo dado -las imágenes de Tenniel para Carletti- para reproducirlo y representarlo.

«Soy fanática desde chica de esos relatos, una obra literaria extraordinaria, con mucho humor y una fuerte crítica a la sociedad de ese momento.» Todo esto es inmediatamente aprehendidopor el espectador en las obras (2006-2007) que Carletti está exponiendo, como en el óleo La cena, o en los dibujos con lápiz, carbón y acuarela, «En homenaje a Tenniel». «Carroll utiliza el absurdo de una manera muy genial, para los sentidos que se renuevan en cada lectura, siempre me resulta estimulante porque no ha perdido ninguna vigencia. Se pueden identificar muchos personajes con actitudes y arquetipos de la actualidad. Y el asombro, el desconcierto, la angustia de Alicia son totalmente atemporales», sostuvo Carletti.

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