2 de octubre 2008 - 00:00

Duras historias de gente victimizada

«Invisibles»es unconjunto decinco historiasfuertes,dolorosas yreveladoras,dirigidas porrealizadoresde primeralínea, entreellos WimWenders,quien secentra en lasmujerescongoleñas.
«Invisibles» es un conjunto de cinco historias fuertes, dolorosas y reveladoras, dirigidas por realizadores de primera línea, entre ellos Wim Wenders, quien se centra en las mujeres congoleñas.
Es muy bueno, y muy fuerte, el conjunto de historias que acá se presentan, y muy necesario. Lo produjo Javier Bardem, y lo hicieron cinco directores de primera línea, como una forma de contribuir con la ONG Médicos sin Fronteras. Curiosamente, dicha entidad apenas se menciona, y sólo una vez aparece una de sus avionetas. No se pone acá el acento en los héroes, sino en los necesitados, y ello no sólo por humildad de los médicos voluntarios, sino por la necesidad de hacer presentes ante los ojos del público una serie de problemas y de personas que suelen pasar inadvertidos, a veces deliberadamente ignorados.

Algunos son problemas médicos que sólo afectan a los pobres. Así lo plantean Isabel Coixet, al mostrar la vida cotidiana de una inmigrante boliviana cuya familia sufre el mal de Chagas, para el que aún faltan investigaciones, y Mariano Barroso, que señala el comercio cos mético de una sustancia, a expensas de su aplicación farmacéutica para el mal del sueño que afecta a los centroafricanos. Se entiende, ofrecida para eliminación del vello femenino, la sustancia tiene más mercado, y así lo comentan, en sabroso diálogo, un miembro de la industria y sus fiscales, buscando entre todos el justo equilibrio entre utilidades y humanidad.

Este último es el único momento ficcional de la película, aunque uno quisiera que también fueran sólo ficciones los otros episodios, que desgraciadamente son harto reales, pues registran a cámara los testimonios de diversas víctimas civiles de las guerras: campesinos colombianos que debieron dejar sus propiedades en manos de cualquiera de las facciones en lucha, mujeres congoleñas que vieron cómo apaleaban y asesinaban a sus hombres, e inmediatamente después fueron violadas, y, lo más espantoso, chicos ugandeses que buscan refugio tras haber sido secuestrados, convertidos en niños soldados, y, como tales, obligados a cometer las peores y más sádicas infamias. «Cada noche tengo pesadillas con las cosas que he hecho», confiesa uno de ellos.

Ninguno de esos crímenes tiene castigo, pero al menos sus víctimas tienen contención, y la
posibilidad de cauterizar un poco sus traumas. En cuanto a las enfermedades, cabe citar el documental de Ricardo Preve «Chagas, el mal oculto», donde se advierte que ahora entró a EE.UU. y Europa, a través de los inmigrantes, con lo que quizá pronto deje de ser oculto. Como se sabe, mucha gente sólo ve lo que tiene más cerca y le incumbe directamente.

Javier Corcuera («La espalda del mundo», «Invierno en Bagdag») hizo el episodio colombiano, León de Aronoa («Los lunes al sol», «Princesas») el registro de niños soldados, y Wim Wenders, con un elogiable recurso de esfumaturas, el de las mujeres congoleñas. Un nombre más, surge a la memoria: Pilar Bauzá, la enfermera argentina de Médicos sin Fronteras, secuestrada en Somalía y liberada a comienzos de este año. Su historia da para otra película.

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