8 de abril 2025 - 14:49

En el arte, las naturalezas ya no son muertas sino políticas

Nushi Muntaabski acaba de inaugurar su muestra "Amo el hinojo", en el que su aislamiento del espacio urbano le permite un contacto más profundo con los elementos de la tierra.

Tapiz con un alcaucil, hinojo y el cuenco con las semillas de hinojo en la muestra de Nushi Muntaabski.

Tapiz con un alcaucil, hinojo y el cuenco con las semillas de hinojo en la muestra de Nushi Muntaabski.

En la galería The White Lodge se inauguró la semana pasada la exposición “Amo el hinojo”, de Nushi Muntaabski, curada por Cristina Schiavi. La artista y crítica de arte, activa desde las publicaciones de la revista “Canecalon” y el libro “La novia de Duchamp” (Emecé), fue además columnista del programa de Humberto Tortonese. Hoy, ajena al fragor urbano llega a la ciudad desde su territorio bonaerense con piezas escultóricas y textiles pertenecientes a una vertiente del arte ligada a la naturaleza. Y aunque lleva una vida solitaria y retirada, tiene miles de seguidores en las redes.

Los artistas se han volcado como nunca antes a sellar una alianza con la naturaleza que, siempre, a través de la historia del arte ha sido un tema convocante. Pero en la actualidad, desde que comenzó a mostrar sus heridas y se suceden los cataclismos, nuestra tierra reclama mayor atención. Pasó a formar parte de los temas políticos. Y cabe aclarar que, si bien es cierto que las expresiones del arte pueden ser más elocuentes que las palabras, no resulta fácil acercarse a la naturaleza sin caer en la reiteración del pasado.

Nushi Muntaabski aprendió la lección de Gauguin, abandonó el escenario urbano y se afincó en medio de un bello jardín. No llegó a Tahiti, pero desde la geografía suburbana, acaso sueña con estar allá. Como Gauguin, la artista parece extraer de la naturaleza algo esencial, la gracia que le regala a sus obras. Para comenzar, rodeada por inmensos árboles tiene una huerta que la provee de comida y, al parecer, algo mucho más importante. Y así lo explica la curadora de la exposición: “En sus últimos trabajos Nushi Muntaabski vuelve a los cultivos."

Su propia vida, alejada de la ciudad, la inspira. La plantación, el cuidado de la huerta, la experimentación con terapéuticas botánicas, la conectan con aquellas mujeres de la antigüedad llamadas "curanderas" o "brujas". Las herramientas que utilizaban para proteger o curar eran las mismas que Nushi usa: aceites naturales, polvos, etc. Nushi rescata un saber empírico, relacionado a lo orgánico como las verduras, frutas, hierbas y lo curativo”. Y allí mismo nació el hinojo. En un video de Instagram, la artista exhibe el crecimiento desmesurado de estas plantas que sobrepasan los dos metros de altura y los límites de la huerta.

En la sala de ingreso a la galería se encuentra un autorretrato de la artista. Una mujercita cuya cabeza tiene la forma de un hinojo, aparece sentada sobre un confortable tapiz blanco de lana mullida donde se reproduce una cebolla morada. La obra posee cierto grado de sublimación y una belleza angelical. Como el resto de las piezas, la contemplación depara genuino placer. Durante el vernissage, junto a la mujercita hinojo, en absoluta quietud descansaba un gato blanco con los ojos cerrados que parecía formar parte de la instalación. Hasta que el breve movimiento de una oreja delató al animal. La blancura del gato remite al nombre de la galería: The White Lodge (La logia blanca), título que le otorga a esta presencia una connotación fantasmal. De todos modos, y más allá de esta intromisión en el espacio de la instalación, queda en evidencia el respeto por la obra y por la naturaleza casi salvaje de su origen.

La cuidada exposición exhibe un buen ejemplo de profesionalismo. El montaje, los colores ácidos de las paredes replicando los verdes de los campos de hinojos, y hasta el impecable outfit de la artista, son detalles que configuran una muestra excepcional.

Las vivencias de Nushi Muntaabski, sus ideas, visiones, ensoñaciones y creencias, afloran en las mágicas formas, donde es posible rastrear una línea estética que, por la rotunda simplicidad del motivo, los frutos, hortalizas y semillas, carece de ambigüedad. Lo suyo no es el mainstream ni la cita, sino justamente lo contrario: la búsqueda de un camino personal sin renegar nunca de la historia del arte de la cual se nutre. La artista remonta vuelo sin prejuicios, no obstante, se afianza en lo propio, aún a costa de simplificar sus formas y colores y utilizar un material extraño.

Resulta difícil describir la belleza de sus frutos, vegetales, personajes y semillas, dado el material con el cual trabaja: las venecitas comúnmente utilizadas en la construcción para recubrir paredes y piletas. Esos pequeños mosaicos de vidrio no poseen la ductilidad de la arcilla, pero lo cierto es que, en sus manos, adquieren cualidades inesperadas y únicas. Nushi Muntaabski tiene un sello personal que vuelve inconfundible su trabajo y, en gran medida, proviene del material: doblegado, modelado y coloreado a su arbitrio.

Alejada de los conflictos que acarrea enfrentar la producción y el sistema, ha logrado colocarse en un lugar de libertad absoluta. Desde allí divisa otros horizontes. En ese territorio propicio, esas maravillosas semillas de hinojo que durante siglos estuvieron dormidas, pueden ahora fructificar. “De las semillas se extrae el aceite esencial, este aceite estaba en la tumba de Cleopatra. Aceite mágico por excelencia, calma nervios, calores, dolores menstruales, y relaja, da sensación de bienestar. Aclara la mente, da seguridad y aumenta la voluntad en momentos de flaqueza”, descubre la artista. Mientras el arte contemporáneo anuncia el Apocalipsis, Muntaabski busca definitivamente la sanación. ¿Hay magia? La crema de perfume penetrante con esencia de hinojo y fitohormonas femeninas condensa los saberes de la ciencia y la brujería. El sincretismo, el encuentro de los motivos serenos del arte con el instinto y la intuición es el gran atractivo de la artista.

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