La química de Steve Martin con el personaje de Inspector Clouseau es una de las claves de la eficacia de «La Pantera Rosa 2», que viene con mejores gags y un sólido elenco.
Casi está de más decirlo. En realidad, «La Pantera Rosa 2» no es una segunda parte, sino la décima película sobre las andanzas del Inspector Clouseau iniciadas en un film de Blake Edwards de comienzos de los años 60. En algún momento parecía inútil intentar reemplazar a Peter Sellers en la composición del inepto detective francés, y de hecho ni Alan Arkin ni Roberto Begnini (dirigido por el mismo Edwards) lo consiguieron.
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Hizo falta un comediante de la talla de Steve Martin para revivir a Clouseau, y si bien no es lo mismo sin Sellers, la química entre actor y personaje alcanzó para volver a intentarlo en esta secuela que mejora las cosas en relación al trabajo anterior. Especialmente porque el guión -en el que colaboró el protagonista-incluye un puñado de gags realmente eficaces, y porque todo el producto está cuidadosamente dotado de talento, empezando por un elenco con muy buenos actores como Jean Reno, John Cleese, Andy Garcia, Alfred Molina, Lily Tomlin (que tiene dos o tres momentos brillantes como instructora de diplomacia del Inspector) y hasta un Jeremy Irons que juega con total seriedad y dramatismo su rol de tipo malo.
La trama está bien construida para que todos puedan lucirse, y tiene que ver con un ladrón, El Tornado, decidido a robar los tesoros nacionales de todo el planeta en las narices de las fuerzas de seguridad, por lo que el mundo forma un cuerpo de superdetectives para atraparlo. Uno de los grandes giros del guión incluiye el robo del anillo del Papa sustraído de su propio dedo, lo que da lugar a una seguidilla de gags memorables con Clouseau haciendo todo tipo de líos en el Vaticano.
El director holandés Harald Zwart hace un buen trabajo, sobre todo en lo que se refiere a darle imaginación visual o el enfoque justo a las necesidades de la comedia física encarada con absoluto compromiso por Martin, con proezas de malabarista y las caídas y golpes propios del slapstick más elemental y contundente.
Sin la animación de la pantera para los títulos, ni el tema original de Henry Mancini no hay película, y en este súltimo caso, el compositor Christophe Beck ofrece una docena de variaciones de la famosa melodía, todas brillantes y en algunos casos muy pegadizas.
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