28 de mayo 2009 - 21:09

«Los cien días que no conmovieron al mundo»

El estremecedor documental sigue respetuosamente la labor cotidiana en Ruanda de la jueza internacional argentina Inés Weinberg de Roca.
El estremecedor documental sigue respetuosamente la labor cotidiana en Ruanda de la jueza internacional argentina Inés Weinberg de Roca.
«Los cien días que no conmovieron al mundo» (Argentina, 2008, habl. en esp., ingl. y fr.); Dir.: V. Ragone; Guión: S. Reinoso; documental.

Dolorosos ecos del genocidio en Ruanda

En el incendio de Troya, llegó Pirro hasta los aposentos reales, tomó de los pies a un pequeño hijo, ya herido, de Príamo y, delante de su padre, lo mató. Virgilio cuenta esto en «La Eneida». El episodio nos estremece. En un pueblito de Ruanda, en el corazón de África frente a los grandes lagos, un grupo de exaltados invadió el refugio de otros, y, durante largas horas, se dedicó a violar mujeres y reventar a sus hijos contra la pared. Este fue sólo uno de los bestiales sucesos ocurridos entre el 8 de abril y fines de junio de 1994, cuando el promedio de asesinatos llegó a diez mil personas por día. La prensa lo informó, pero el título del film que ahora vemos lo dice todo.

¿Por qué nos sigue impresionando un relato mítico de la antigüedad, y en cambio la tragedia colectiva de un pueblo cercano a nuestras latitudes nos dejó indiferentes? Ruanda se parece a Misiones, es más chica que Tucumán, y hermosa. Sus habitantes no difieren demasiado entre sí. Pero los políticos y falsos comunicadores incitaron al odio entre las gentes. La mayoría destruyó casi toda la minoría, y masacró también a los conciliadores. Incluso murieron 10 Cascos Azules y 17 sacerdotes.

Hoy, paradójicamente, y con un fuerte ejército formado en el exilio, gobierna la minoría. Y la misma ha pedido a la ONU la formación de un tribunal internacional de justicia, para juzgar a los instigadores y principales ejecutores de estos crímenes de lesa humanidad. El documental que aquí vemos, claro, preciso, y soportable, resume los hechos, visita lugares que hoy son de recogimiento (nos guían una sobreviviente y un hombre que quedó solo, y formó una ONG pacifista), y capta algunas instancias del quehacer judicial que, por razones de seguridad, funciona enfrente, en Tanzania. Allí, un abogado defensor cuenta sus dificultades, una jueza pakistaní destaca el antecedente argentino, un cantante popular entona algo emotivo a favor de la paz. Lo juzgan porque antes, por todas las radios, cantaba algo así como «odio a los moderados».

Ese es uno de los casos que le tocaron a la doctora Inés Weinberg de Roca. El documental sigue respetuosamente su labor cotidiana, y le hace preguntas bien concisas a través de la periodista Susana Reinoso. Alguien dirá que este último es un recurso de televisión, más que de cine. Puede ser, pero igual se agradece. Ya vimos documentales «de autor» sobre el asunto, y no se entendía casi nada (y lo que se entendía sonaba a neocolonialista). En este caso, el relato se hace comprensible, provoca estremecimiento y también comprensión del trabajo judicial internacional, y admiración ante el compromiso de la jueza argentina. Y dan ganas de seguir viendo.

Singular detalle: quien no tiene ganas de seguir apoyando a los tribunales de la ONU es el ministro ruandés de Justicia, que habla de una tradición de tribunales tribales donde el criminal reconoce su culpa, el herido se siente aliviado, y ambos pueden reconciliarse públicamente. Un ideal de difícil aplicación, en el que piensa, quizá, con previsión de futuro. Ahora se están juzgando los crímenes del gobierno anterior, algún día puede tocarle al suyo.

P.S.

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