El mercado bull está en llamas. Y, Jerome Powell, atrincherado en la Fed, también. Son fuegos muy distintos. La Bolsa encendida acelera a fondo. El jefe del banco central debe, en cambio, apagar el incendio que alimenta el presidente Trump a su alrededor. Para no chamuscarse , y para impedir que la independencia de la Fed se reduzca a cenizas. La discusión arde por la pretensión de la Casa Blanca de una drástica (y urgente) reducción de las tasas de interés. Trump, el jueves, fue en persona al banco central para repetir el reclamo ante las cámaras de televisión a la par de exigir explicaciones por los sobrecostos de sus obras de refacción edilicia. El momento de la visita distó de ser casual. Se eligió con el almanaque en mente. La reunión de política monetaria se celebra este martes y miércoles. Y Powell no da el brazo a torcer.
Donald Trump forcejea con Jerome Powell y Wall Street acelera: últimas cinco ruedas, cinco cierres en récord
La Fed mantendrá sus tasas sin cambios. Trump lo sabe. Poco le importa. En su hoja de cálculo político, la pelea es todo ganancia. Pero, ¿qué pasaría si la Administración consiguió infiltrar un caballo de Troya? ¿Será que la Bolsa asciende más y más porque se infla una burbuja?
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La Bolsa no sube porque sí. El mercado bull está en llamas.
¿Qué hará la Fed? Nada. La institución no atiende pedidos a domicilio. Mantendrá sus tasas sin cambios en el rango 4,25%-4,50%. Trump lo sabe. Poco le importa. En su hoja de cálculo político, la pelea es todo ganancia. Haga lo que haga el banco central. Cuando la Fed baje las tasas -como proyecta en su mapa de puntos (y dos veces antes de fin de año)- el presidente dirá que se confirma su crítica: Powell es el Señor Demasiado Tarde. Si la economía trastabilla -y conste que Trump la conduce hace meses por un camino de cornisa- su negativa será el chivo expiatorio. Y si la inflación corcovea -y demorar la poda de tasas es un acierto- también será culpable. ¿O acaso no es su trabajo mantenerla a raya sin que se aparte de la meta de 2% (como ocurre ininterrumpidamente desde 2021)?
Mientras tanto, Powell estará bajo extrema presión. Queda claro que la voluntad de Trump es someterlo a una estrategia de saturación (conocida en el oficio como “flooding the zone”) que lo bombardea en todos los frentes. ¿Resistirá? A los cercanos, y a los emisarios del gobierno, Powell les dice lo mismo: se quedará en su sitio hasta el último día de su mandato como titular de la Fed (en mayo de 2026). A rajatabla, preservará la toma de decisiones independiente.
Reunión de la Fed: ¿se puede infiltrar un caballo de Troya?
En ese sentido, la reunión despierta una incógnita. ¿Qué pasaría si la Administración consiguió infiltrar un caballo de Troya? El que avisa, no traiciona. El gobernador Waller ya señaló que votará a favor de iniciar la baja de tasas. Y la gobernadora Bowman anticipó que está dispuesta a considerarlo. Ambos fueron designados por Trump en su momento (al igual que el propio Powell). Una votación dividida no sería per se un problema. Pero si es una porfía reñida y se define por un margen estrecho romperá la tradición de la Fed del liderazgo indiscutido del chairman a la hora de fijar el rumbo, máxime en situaciones críticas. Y aunque Powell prevalezca, la percepción de independencia se socavará de prisa.
La Bolsa “on fire” es una carrera de antorchas que debería iluminar la decisión. ¿Por qué habría que bajar las tasas ya? ¿Cuáles son los motivos? El gobernador Waller busca prevenir antes de tener que curar. Observa una desaceleración en el crecimiento del PBI (en especial, del consumo) y en la creación de empleo privado. Teme una anemia en ciernes que aconseja atajar a tiempo. Y confía en que el aumento de aranceles -si se trata de una suba permanente de 10%- no se trasladará a una elevación persistente de la inflación, dada la estabilidad de las expectativas. Esta semana las cuentas nacionales echarán luz sobre la actividad económica del segundo trimestre y también se conocerá el informe laboral de julio (aunque recién dos días después del cónclave). Pero la Bolsa es un indicador económico de anticipación. Es sensible a las preocupaciones que marca Waller, y puede servir de guía. No es infalible, pero es un mejor predictor, si se quiere, que los propios pronósticos de la Fed.
¿Y qué sugiere su sprint de la semana? En las últimas cinco ruedas, el S&P 500 estableció cinco cierres consecutivos en récords (y ya son 14 en el año). El Nasdaq sumó cuatro. ¿Cuán cerca rondará una pérdida de vitalidad económica? La participación en la suba se ensanchó involucrando más sectores y papeles. El Russell 2000 -la canasta de acciones de pequeñas compañías- que marcha a la cola del mercado bull, escaló casi 1% en la semana y se unió también a la embestida. ¿Cuánto influye la idea de que la Fed recortará las tasas? Los mercados de futuros no la tienen en el radar de esta reunión y la consideran 60% probable en septiembre. Un mes atrás, estimaban 75%. El rally acelera, pero no es a caballo de las chances de una relajación monetaria, que se alejan. ¿Será que la Bolsa asciende más y más porque se infla una burbuja? Si fuera así, bajar las tasas la inflamaría todavía más. Por último, Waller descuenta que el régimen arancelario consagró ya un gravamen universal de 10%, pero Trump quiere llevarlo a 15%. Y en esta última vuelta de negociación de los aranceles recíprocos cosecha muchos otros aumentos dispersos. Así, la nueva estructura tarifaria todavía es una obra en construcción que crece en altura. Es razonable, pues, tomarse más tiempo de observación.
La Bolsa sube y tiene sus razones
La Bolsa no sube porque sí. Despliega una agenda positiva que va cubriendo modestamente sus casilleros. Trump apresura acuerdos -con Japón, Indonesia y Filipinas, esta semana- y quizás pronto con la Unión Europea. Las discusiones son ásperas, pero no porque abra nuevos frentes de disputa. La pretensión es cerrar rápido las negociaciones. Lo que en abril era un camino de ida, ahora lo es de salida. Y eso la entusiasma. La salud de la economía es otra de sus obsesiones. Y las primeras noticias de julio son promisorias. La actividad se fortaleció considerablemente en el área de servicios, según el informe PMI (que también registra mayor intensidad en las presiones inflacionarias). En paralelo, los balances corporativos, ajustadas las expectativas a la baja de antemano, revelan que, más allá del lastre gravoso que suponen los aranceles, las empresas están sorteando la coyuntura mejor que lo esperado. Las ganancias por acción del S&P 500 del segundo trimestre descontaban un avance interanual de 4,4% dos semanas atrás. Pasaron los bancos y elevaron la vara a 5,6%. Transcurrió la última semana y subió a 6,4%. Las Trumponomics no parecen haber hundido ni a la economía en una recesión ni a la rentabilidad en un mercado bear, aunque hayan hecho mucho daño. Si Trump deja al comercio en paz, las ganancias retomarían en 2026 la velocidad anual de dos dígitos que arrastraban de la era Biden: 13,9%, según el consenso de los analistas. En ese contexto, la política monetaria no parece estar mal sintonizada ni en un dial que suponga peligro. Las valuaciones, sí. La Bolsa cotiza a 22,4 veces las ganancias de los próximos 12 meses. Pero es un terreno que deberán definir los inversores sin tener que depender ni de Trump ni de Powell. Pero no estaría de más aprender de ambos y moverse con más recelo y con el casco puesto.
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