El experimento Caputo-Milei reintrodujo las lógicas más crudas de Wall Street en Argentina. ¿Estamos ante un milagro financiero o frente al germen de una próxima crisis? Wall Street no es solo un lugar. Es un sistema de creencias.
La crisis germina en la Argentina de Javier Milei y Luis Caputo
El experimento Milei-Caputo impone la lógica de Wall Street en Argentina: ¿milagro financiero o nueva zona de sacrificio en nombre del mercado?
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En lugar de representar un plan de estabilización con mirada nacional, el “modelo Caputo” puede leerse como una derivación extrema del ethos de Wall Street
Un ecosistema simbólico, institucional y tecnológico que ha construido una suerte de religión secular basada en la fe en los mercados, el dogma de la desregulación, la especulación como virtud, y la codicia como motor del progreso. En ese altar se arrodillan hoy el presidente argentino Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, quienes han importado -sin anestesia- los principios de esa lógica a un país frágil, desigual y políticamente vulnerable.
En lugar de representar un plan de estabilización con mirada nacional, el “modelo Caputo” puede leerse como una derivación extrema del ethos de Wall Street: dominio algorítmico, promesas de confianza para insiders, narrativa de “riesgo y ganancia” para la clase media, y sacrificios eternos para las mayorías. Esta vez, con motosierra en el altar y bonos como hostia financiera.
El retorno del ministro de la deuda
Caputo, cuya carrera está entrelazada con fondos como JP Morgan, Deutsche Bank y los míticos y controvertidos fondos de inversión, ya protagonizó uno de los episodios más oscuros del endeudamiento argentino reciente, regresa con la bandera de la austeridad, pero con el mismo libreto de siempre: deuda, tipo de cambio semilibre, carry trade y promesas de inversión futura.
El problema no es solo la receta, sino el contexto: derrumbe de la relación precios y salarios, inflación reprimida y un país escalando el conflicto social. A esto se le suma una estrategia de comunicación que enmascara tecnocracia con marketing libertario. La consigna no es otra que dejar actuar a los mercados que afectan la vida de los ciudadanos como si fuesen dioses sabios, aunque la historia argentina muestra que, sin regulación, esos dioses castigan más de lo que bendicen.
Wall Street como religión secular
El sociólogo francés Bruno Latour explicaba que las redes tecnológicas también producen fe. En Wall Street, esa fe está puesta en los modelos cuantitativos, los algoritmos de predicción, las “expectativas racionales” y las calificadoras de riesgo. Esta red sociotécnica se impone sobre gobiernos y sociedades, moldeando decisiones políticas que priorizan la lógica de los flujos financieros sobre las necesidades de las poblaciones.
Milei adopta esa narrativa como cruzada libertaria. Pero lejos de ser antisistema, la está potenciando; convierte al Estado argentino en vehículo del fundamentalismo financiero. Mientras tanto, el sistema democrático queda debilitado, subsumido bajo la lógica de un mercado que no vota, pero impone.
Argentina como zona de sacrificio
El caso argentino se asemeja cada vez más a lo que Naomi Klein denominaría una “zona de sacrificio financiero”. Se congelan jubilaciones, se destruyen estructuras productivas, se bloquean gastos imprescindibles de mantenimiento de infraestructura, y todo se supedita a sostener una ilusión de estabilidad que depende de tres hilos finos: el humor de los inversores, la obediencia fiscal del Congreso, y el veto de Milei.
El superávit logrado no es producto de eficiencia, sino de licuación. No hay reforma estructural seria, ni inversión productiva. Solo hay renta financiera en un país que dejó de mirar al trabajo y a la industria como motores del desarrollo.
¿Hay alternativa a esta financiarización extrema?
Sí. Pero exige valentía intelectual y política. Desmercantilizar parcialmente las finanzas, repensar el rol del Banco Central, implementar un marco legal que proteja el crédito productivo, y reconstruir un sistema tributario que grabe adecuadamente al capital especulativo. Nada de esto es fácil, pero seguir ciegamente los dogmas de Wall Street ha demostrado ser una receta para el colapso.
No hay magia, hay modelos
Lo que vivimos no es un milagro económico. Es el despliegue de un modelo -importado, excluyente y volátil- que tarde o temprano estalla si no se articula con la realidad social. La historia argentina tiene capítulos suficientes para advertirnos que, cuando la economía se convierte en un casino para pocos, las consecuencias son crisis para muchos.
La pregunta no es si los mercados nos bendecirán, sino hasta cuándo toleraremos que nos gobierne una religión sin alma ni país.
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
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