La propuesta de disolver instituciones culturales de larga data, como el Fondo Nacional de las Artes (fundado hace 65 años), otros más recientes como el Instituto Nacional de Teatro (1997), además de los recortes drásticos a la actividad del Incaa, el Inamu, la Conabip, y el diseño de nuevas reglas para la industria editorial, provocaron, sin distinción de ideologías, un terremoto en la cultura nacional.
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La cultura se manifestó unánime contra los cierres anunciados

Oscar Barney Finn, cineasta, guionista y director de escena de vasta trayectoria, manifestó ante este diario su indignación no solo en su condición de hombre de la cultura, sino también como exintegrante, en dos ocasiones, del directorio del FNA, una “institución que ha servido de manera invalorable, y transparente, a sostener a tantos creadores en este país”, dijo. “Yo fui miembro del directorio en dos gestiones opuestas en líneas de pensamiento, como la de Amalita Fortabat y la del economista Héctor Valle, pero siempre debatimos en convivencia armónica, ejemplar. El Fondo fue modelo como organismo de gestión cultural en otros países, como Canadá y Australia. ¿Qué decir en esta hora tan angustiosa? ¿Cómo no recordar sus exposiciones, sus concursos, sus becas, sus ediciones estupendas de clásicos, libros nuevos, historia? El Fondo se perfeccionaba año tras año. Desde la gestión de Fortabat a la de Valle se abrió al interior, se convirtió plenamente en un organismo federal. No puedo descifrar por qué razones se lo trata de cerrar. Es inconcebible a la luz de la razón porque no se ahorra nada con eso, es un ente autárquico. La cultura argentina no puede resignarse pasivamente a aceptarlo, a perder de esta forma tantos años de trabajo”.
“Esto es un desastre”, aseguró Javier Daulte. “Es eliminar instituciones u organismos creados con un fin claro, identitario y singular. No hay un instituto del teatro en ningún lugar del mundo que se ocupe de los teatros y artistas alternativos. Es por eso que Buenos Aires tiene la fuerza que la ubica como tercera capital del teatro a nivel mundial. El FNA o el Incaa no pueden desaparecer, si hubiera irregularidades hay que corregirlas y sanear, pero nunca eliminar”. Roberto Peloni indicó: “Desfinanciar o eliminar organismos e instrumentos que forman parte del fomento y resguardo de la industria cultural reconocida en todo el mundo es extremadamente preocupante. Siento una angustia parecida a la pandemia”, y Carlos Belloso agregó: “Es un avasallamiento del Poder Legislativo que ejerce junto con los otros dos poderes. Esa ley ómnibus, más allá del teatro o el FNA, avasalla la democracia, la república y las instituciones. Hay que ir por cada diputado y cada senador a exigirles que no voten esa ley que atenta contra el pueblo convirtiendo el Poder Ejecutivo en una dictadura”.
Otros testimonios recogidos por este diario: “Es lamentable y triste que un país quede sin estas entidades que sostienen, hace muchos años, la cultura argentina. El teatro, cine, libros, nos hacen mejores personas, no puedo imaginar que estas cosas se debiliten y empiece un oscurecimiento profundo de la sociedad. Ni hablar de los artistas que nos veríamos obligados a dejar de ejercer nuestra profesión”. (Mariano Dossena) “Si no se frena y el Congreso no interviene estamos frente a un gobierno dictatorial, no puede ser que se tire abajo lo que costó tantos años conseguir. Mas vale que voten en contra” (Osmar Núñez). Corina Fiorillo expresó: “Se tiene que seguir defendiendo el teatro independiente en la Argentina, es único dentro de los tres mejores del mundo, no se puede cerrar el INT ni el FNA y que todos sigamos apostando a que la cultura es nuestra identidad. Queremos seguir haciendo cultura en libertad”. Para Eva Halac, “Un gobierno que habla de la necesidad de un cambio cultural y la aplicación de leyes que cancelan o desfinancian organismos culturales castiga indiscriminadamente a la población potencialmente beneficiaria. Un cambio cultural que no aliente al debate de ideas sino a la cancelación parece fruto del resentimiento. Me parece falaz que con ese presupuesto puedan comprarse alimentos para familias sin recursos”. Y Florencia Aroldi añadió: “Es tan doloroso y lo vamos a defender como siempre lo hicimos. Somos hijos de Teatro Abierto, yo estuve ahí y cuando ponen la bomba fui al Picadero, a los 7 años, En ese momento, la dictadura quiso desaparecer el teatro argentino, pero les salió mal porque los empresarios teatrales cedieron sus salas de Corrientes. Espero que ahora pase algo similar”.
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