“En la obra aparece la pregunta por qué es ficción y qué no, que bien podría acercarse al interrogante de qué determina que algo sea real o no”, dice Martín Flores Cárdenas, autor, director y protagonista de “No hay banda”, que vuelve con su tercera temporada a Casa Teatro Estudio, los viernes a las 20.30. Esta obra es la primera entrega del ciclo Obras Truncas y se presentará próximamente en el FITEI de Portugal. La historia gira en torno a un dramaturgo que para superar un bloqueo creativo decide revisar en público el proceso de una obra recurrente y trunca. Conversamos con Flores Cárdenas.
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“No hay banda”: o el esfuerzo para dejar atrás el bloqueo creativo
Diálogo con el autor, director y actor Martín Flores Cárdenas, quien regresa con esta obra en tercera temporada a Casa Teatro Estudio desde hoy a las 20.30.
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Periodista: ¿Cómo surgió el ciclo de obras truncas?
Martín Flores Cárdenas: “No hay banda” tuvo su publicación pero siempre algo fue cambiando, inclusive desde el proceso de corrección y publicación, y en teatro siempre hay frases o palabras que cambian o no están más, o se agregaron. El libro se imprimió y esa versión quedó ahí inmortalizada, en el teatro siempre algo se modifica. Como soy el autor, director y actor, con solo decidir que algo cambie, el cambio sucede. No hay intermediarios ni instancias de negociación como cuando hay más gente. A veces cambio y me corrijo en vivo.
P.: ¿Cómo puede ampliar lo que dice Piglia sobre que la historia literaria es siempre una condena para el que escribe?
M. F. C.: El estreno de un texto o una película es una condena, en teatro la existencia de la obra es más parecida a la de un cuerpo, la aceptamos como cosa viva. El cine o la literatura necesitan de los creadores pero una vez lanzados son independientes de sus creadores. El teatro necesita de esa presencia del público y los cuerpos se modifican con el correr de las funciones.
P.: ¿Cuándo termina una obra?
M. F. C.: Es muy común escuchar que nadie muere definitivamente mientras su recuerdo permanezca en la memoria de alguien, las obras también viven en aquellos que las vieron o formaron parte. A veces alguien puede contar una escena que no hay posibilidad de volver a ver y esa escena entonces sigue viva en esos relatos que a su vez generan nuevas imágenes, siguen creciendo y mutando. Se me hace difícil pensar que esa obra haya terminado. Eso que se cuenta no es la obra pero, ¿qué es la obra? ¿Cómo se cuando termina o muere si no sé qué determina su existencia?
P.: ¿Hay algo del duelo y la muerte que se sublima con la escritura?
M. F. C.: Necesito pensar y hablar de lo que me pasa, y escribir es una forma de pensamiento y cuando escribí esta obra estaba tratando de escribir otras cosas pero no podía porque lo que me pasaba era el duelo. Me entregué entonces a hacer la obra, me enfrentó a un desbloqueo creativo y me conectó con el teatro y con la vida como hacía rato no me pasaba. Que esas emociones perduraran y ese intento de repetirlo se volvió esencial.
P.: ¿La obra es documental o es performance?
M. F. C.: Se sostiene por esa diversidad de lecturas, quizá es un poco de documental y algunos toman todo lo dicho como registro fiel y otros se enganchan con la zona más borrosa de no saber cuando empieza o termina.
P.: ¿Va a seguir el ciclo de obras truncas?
M. F. C.: “Love me” la obra que escribí y dirigí junto a Marina Otero, es una obra trunca. “Fuck me” iba a ser un unipersonal y como Marina se lesionó terminó llamando a los intérpretes. En “Love me” ella está quieta, es una obra más conceptual que de representación y su contenido fue cambiando porque su cuerpo fue cambiando, se rehabilitó y se recuperó durante las funciones. Colaboré con “Fuck me” y ahora lo hago con “Kill me”, a distancia. “Love me” se presentará en el Teatro de la Ville en París y Bruselas.
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