La eterna lucha entre poderes del estado, desidia, espionaje político, corrupción y apología del crimen sorprende a los argentinos tan frecuentemente que ha normalizado lo impensable, la incertidumbre, socavando cada vez más las ya escasas oportunidades que tiene el país para salir adelante.
Argentina, el país de las oportunidades perdidas
Es innegable que generar nuevas fuentes de trabajo y crecimiento económico es necesario enfocar los esfuerzos en dejar de ser un país de "plan C".
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Sorprendentemente la palabra clave es “estabilidad”, un parámetro para la inversión internacional mucho más importante que la seguridad, economía o incluso la propia democracia, puesto a que un país estable sustenta la base para cualquier estrategia de inversión internacional, que dicho sea de paso tiene sobradas opciones de protección ante la inseguridad o la propia economía de crecimiento endeble, pero no así ante la inestabilidad. Esto implica reglas claras y una institucionalidad fuerte, algo en lo que el país no destaca y por consiguiente ahuyenta inversiones claves para el crecimiento.
Franquicias, fondos de inversión y corporaciones terminan apostando siempre a lo seguro. En este sentido y en términos de largo plazo, un bajo margen de ganancia es preferible ante inversiones de riesgo.
Aquí es necesario analizar que los sobrados recursos naturales, materia prima, mano de obra calificada y una estratégica posición geográfica han reforzado las oportunidades de crecimiento, sin embargo, el maltrecho ciclo de gobiernos diametralmente opuestos a generado una fuente de crisis en todos los poderes que, embestidos por el capricho y un absurdo orgullo, ha terminado por robustecer posiciones absolutistas e inquietantemente dañinas.
Como ejemplo práctico, el inicio de la pandemia ha generado a lo largo del mundo un clima de preocupación empresarial nunca antes visto, donde el destino de las inversiones sufrió un abrupto cambio de paradigma, implicado, a pesar de todos los males, una oportunidad única para fortalecer la industria del conocimiento y el trabajo virtual, aprovechando nichos donde los países latinoamericanos como el nuestro tenían mucha más experiencia, sin embargo, nada de esto se ha aprovechado.
El problema radica en la falta de unión de todo el espectro político para la resolución de problemas de fondo: fortalecimiento de las instituciones, división de poderes, presión tributaria, emisión monetaria y la siempre presente incertidumbre legislativa, puntos estratégicos en cualquier plan de negocio serio de largo plazo.
En este sentido es innegable que generar nuevas fuentes de trabajo y crecimiento económico es necesario enfocar los esfuerzos en dejar de ser un país de “plan C” con solo inversiones de diversificación para empezar a generar un ambiente propicio para inversiones principales de portafolio, apuntando a la estabilidad, el trabajo conjunto y el diseño de políticas a largo plazo con el acuerdo y contribución de la oposición, una mesa redonda y de “tregua” que hoy es más que necesaria para salir adelante.
Escritor, Asesor en Comunicación Política.
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