16 de diciembre 2019 - 00:00

Una bala de plata

Afortunadamente la tiene Argentina, y es fomentar las exportaciones.

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TecPlata

Argentina tiene una larga lista de problemas: la combinación de recesión, fuertes tasas de interés, elevadísima inflación, desempleo, déficit fiscal y deuda son los más evidentes. No todos los problemas son iguales, ya que algunos son la consecuencia de otros. Por ejemplo, tenemos deudas porque tenemos déficit fiscal. De nada servirá negociar la deuda si se continúa con déficit. Tenemos altas tasas de interés para evitar una huida del peso por la alta inflación. De nada servirá bajar la tasa de interés “por resolución del BCRA” ya que sólo tendríamos aún menor demanda de pesos. Tenemos desempleo porque no hay crecimiento, o lo que es lo mismo, hay recesión. De nada sirve prohibir despidos o medidas similares si las empresas no necesitan más empleados. Por eso es muy relevante identificar la verdadera raíz del problema y evitar parches sobre sus consecuencias.

Veamos sólo dos temas: déficit- que genera deuda e inflación- y crecimiento -que trae desempleo-. Si Argentina mantiene déficit fiscal, aun cuando negocie en condiciones muy favorables la deuda, necesitará recursos adicionales. Sólo podrá obtenerlos de mayores impuestos, de más emisión monetaria o de más deuda. Justamente por renegociar la deuda será difícil que haya más préstamos; con emisión sabemos que se alimenta la inflación, y mayores impuestos no parecen posibles. Suponiendo que se impongan retenciones o impuestos a la riqueza, los resultados serán de muy corto plazo: la mera sospecha de que están a la firma del nuevo presidente ya ha generado fuertes cambios en el comportamiento de productores e inversores. La conclusión es que por las buenas o por las malas el gasto público deberá reducirse.

Dicho sea de paso, es un gigantesco error considerar que la inflación licuará el gasto público. Eso puede haber ocurrido hace algunos años, pero no sólo es extremadamente injusto (y contrario a las promesas de campaña), sino que ya no es verdad: gran parte del gasto está indexado (fundamentalmente jubilaciones y gasto social). Por ello ha de hacerse una profunda revisión del gasto, eliminando todas las partidas que no sean repetitivas ni hagan a la función propia del Estado. La lista es larga.

Es infantil creer que puede hacerse una reducción de la deuda sin consecuencias graves; a lo sumo podrán postergarse pagos. Una fuerte reducción dejaría en problemas a todos los inversores institucionales argentinos (¡y extranjeros también!). Los ahorristas argentinos esperan cobrar y si no lo hacen, difícilmente haya fondos para empresas.

Para negociar la deuda, es indispensable poder prometer un cierto nivel de pagos, que dependerá del superávit que se logre, que surgirá de eliminar subsidios entre otros a la energía, que se logrará cuando se defina el esquema tarifario y aumente el nivel de inversiones que, sin embargo, ha caído por el temor de los inversores. Es un círculo que en lugar de vicioso podría ser muy virtuoso.

Asimismo, pensar que sólo se pagará cuando haya crecimiento, mientras que al mismo tiempo impedimos el crecimiento porque se dificultan las inversiones, hay cepo y se ponen retenciones … genera una situación kafkiana.

Afortunadamente, Argentina tiene una bala de plata: fomentar las exportaciones. Con ello se generan divisas, oportunidades de trabajo y crecimiento. Por el contrario, las retenciones dificultan las exportaciones, contribuyen a la pauperización del interior, y las migraciones hacia ciudades con todos los problemas ya conocidos. Fundamentalmente, se deterioran el capital social (métodos de trabajo, conocimientos, redes de abastecimiento y logística, investigación y desarrollo, productos financieros apropiados, etc.) y se genera pobreza. La productividad argentina en cientos de productos se ha demostrado con el crecimiento de muchas exportaciones en estos últimos años a pesar de las adversas condiciones. ¿Por qué frenarla?

Si eliminamos la mala costumbre de confundir causas con consecuencias, identificando correctamente las causas, podremos actuar sobre ellas. Dejaremos de perder el tiempo con paliativos como los mencionados que por definición no tendrán el resultado deseado. Será mucho más eficaz y, quién sabe, tal vez tengamos una nueva oportunidad.

Economista UCEMA

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