31 de marzo 2006 - 00:00

Crece el vino en el reino del sake

Crece el vino en el reino del sake
Escribe Mie Kohiyama (*)

Piden disculpas por no tener más que un siglo de historia y comercializar una uva llamada «agria» sin la más mínima ayuda. De lo que sí están convencidos los viticultores japoneses es que, un día, su vino terminará por seducir las papilas gustativas en el planeta. En el reino del sake (alcohol de arroz) y de la cerveza, un adulto sólo bebe una media
de dos litros de vino al año. Y sin embargo, desde hace una década, el consumo de vino no ha dejado de crecer y, hoy en día, el mercado está ya inundado de todos los vinos del mundo, con los franceses a la cabeza. A unos cien kilómetros al oeste de Tokio, al pie de unas grandes montañas, los productores nipones cuidan con esmero sus viñas. «No queremos un vino japonés puramente comercial», explica Hidekazu Akamartsu, gerente de la explotación vitivinícola de Yamanashi.
Esta región es la primera productora de uva koshu, una casta única, así como la sede histórica de la viticultura japonesa, importada a finales del siglo XIX de Francia. El trabajo de los viticultores japoneses es complicado, porque el koshu no es «ni suficientemente ácido ni suficientemente azucarado», según ellos.
Cuando la uva alcanza su óptimo grado de maduración hay que protegerla de la superhidratación, si la temporada anual de lluvias se prolonga a finales del verano. Además, el Estado japonés, famoso por su protección de los cultivos de arroz, ignora, en cambio, a los viticultores que, desde hace unos años, ven cómo el precio de su producción se hunde.
Masahiro Sakai, de 61 años, se endeudó para invertir en un centro de vinificación, cerca de su viñedo de ocho hectáreas, frente a la majestuosa cadena montañosa de los Alpes del Sur japoneses. Pero el año pasado, la esperanza volvió a sonreírle tanto a él como a sus colegas
viticultores gracias al apoyo inesperado del famoso crítico americano Robert Parker, alabando su vino de Koshu 2004 (blanco) que, de esta forma, salió del anonimato.
«A Parker le gustó su carácter natural», asegura Shijekazu Misawa, uno de los viticultores que producen el vino que le gusta a Parker y director general de la Chuo Budoshu Co. Ltd. (2,3 millones de euros de facturación en 2004), una de las primeras explotaciones vitivinícolas de Yamanashi, situada concretamente en la ciudad de Katsunuma.
A la cabeza de un equipo de 25 empleados, Misawa exporta su vino a Asia, pero también a Francia, especialmente a los restoranes japoneses.
El viticultor, que dispone de la ayuda de un enólogo bordelés, elabora un vino blanco ligero y susceptible de armonizar perfectamente con la cocina japonesa de sabores discretos. Pero también elabora un Chardonnay (de cepas importadas) con más cuerpo, que se adapta mejor a la cocina europea y que es la única forma de seducir a los sumilleres japoneses.
En Japón, «los enólogos y especialistas en vinos sólo piensan en los franceses e italianos. Si no haces ese tipo de vino, no tienes oportunidad alguna de atraer su atención», dice Shijekazu Misawa.
En cambio, la eventual exportación a Francia «atemoriza» a uno de sus competidores, Yuji Aruga, que dirige la Katsunuma Winery Co. Ltd. (3,5 millones de euros de facturación anual).
Eso sí, le gustaría que sus vinos fuesen catados en Nueva York, en San Francisco o en Londres.
«Dentro de una década, haré todo lo posible para que el vino de koshu haya adquirido reputación internacional», confía. Y es que los profesionales nipones, confrontados a un mercado mundial castigado por la superproducción y por la competencia de los vinos extranjeros que consiguen al favor de sus compatriotas con facilidad, no tiran la toalla. «Nuestra única oportunidad es producir un vino, un varietal, que sorprenda por su originalidad», admite Aruga.
También reconocen que es «difícil competir» con la riqueza del suelo francés o con los grandes valles soleados de California en un espacio reducido como el suyo, rodeado de montañas y en el que las tierras productivas se dedican preferentemente al cultivo del arroz, dejando poco sitio para las cepas.
A pesar de todo, Masahiro Sakai sigue creyendo que, dentro de dos años, su pequeña explotación será rentable, gracias a la ayuda de sus cinco empleados, que le ayudarán a producir, algún día, un gran vino.

(*) «AFP» - «Mundo del Vino», especial del diario «El Mundo» de España.

Dejá tu comentario