6 de noviembre 2019 - 00:00

No sirve desdoblar el dólar... ni creerle al REM

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SIPSE

La “teoría del derrame” (trickle-down theory) es falsa. No necesariamente el sector más alto (i.e., las empresas) derramará riqueza sobre el mercado, incluidos los obreros. Por caso, empresas oligopólicas -como el sistema financiero regulado de modo que no cualquiera puede entrar- realizan ganancias y las retienen ya que, al no tener competencia, el sector no se agranda, no hay más demanda de empleados y así no tienen por qué aumentar los salarios.

Sí es cierto que, cuanto más libre es un mercado -los millones de ciudadanos- la riqueza se expande infinitamente porque, dado que el principal “recurso natural” es el cerebro humano, la creatividad -Frank Tripler dice que “lo que el sistema económico produce… (es)… conocimiento inmaterial”- los millones de cerebros son, precisamente, millones de veces más potentes que el de un político que impone regulaciones a su criterio. Así, Japón es rico.

Creada la riqueza, si el Estado no impide la movilidad -con burocracia o leyes- se distribuirá igualitariamente por la ley de la oferta y la demanda. Por caso, de no estar regulado el sistema financiero, en cuanto los bancos comiencen a tener buenas ganancias aparecerán otros ciudadanos que, con muy poco, al ser fácil el acceso, competirán con mejores servicios hasta equilibrar las ganancias.

La desigualdad y las fortunas exageradas -idolatradas por la derecha conservadora- no son producto natural del mercado sino de privilegios monopólicos u oligopólicos otorgados por el Estado. Fortunas como la de Bill Gates surgen del monopolio sobre ciertas ideas que le garantiza las “leyes de propiedad intelectual”. Thomas Edison, por caso, era un “patentador serial” -más de mil patentes- para hacer fortunas. La lámpara incandescente, en rigor fue perfeccionada por él y el anterior “patentador”, Joseph Swan, lo llevó a las cortes británicas que le dieron la razón.

En cambio, las cargas fiscales sí se “derraman” hacia abajo. Siempre, no importa si son dirigidas a los ricos, las pagarán los pobres. Dicho rápidamente, porque forman el “costo” de producción y, por tanto, se trasladan a precios o se recortan otros costos como salarios o inversiones. Por cierto, no tiene sentido quitarles a los pobres para pasarlo por la burocracia y devolverles, lo que queda, en asistencialismo. Así, es irrelevante afirmar que con 550% de devaluación y 300% de inflación en 4 años, “no es serio rebajar las retenciones”.

La recaudación tributaria en octubre aumentó el 42,8% i.a., o cayó el 5,8% en términos reales, dado el aumento del IPC. Son 15 meses consecutivos de caída (salvo agosto). Según un investigador del CEPA, sumando provincias y nación, la presión impositiva era de 31,45% del PBI en 2015 y cayó al 28,46% en 2018. Dicen que en 2010 y 2011 el PBI creció y la presión del 30% no afectó, queriendo mostrar que el peso estatal no frena el crecimiento.

Falso, es que la presión fiscal -los fondos que el Estado retira coactivamente del mercado- son los impuestos, más el endeudamiento que provoca una suba de tasas quitando recursos al sector privado y la inflación -casi 60%- que es emisión excesiva para solventar gastos. Y todavía, con el cuento de que se absorberán unos $140.000 M porque se dejarán de contabilizar Leliq para encajes, el BCRA estima la meta de base monetaria promedio de octubre en $1,391 B y se eleva a $1,545 y, para noviembre, $1,584 B. Así, la presión fiscal real hoy es superior a 2010.

Si a esta presión sumamos regulaciones que impiden la creatividad y movilidad, tenemos recesión. Según el informe anual “Doing Business 2020”, en cuanto a facilidad para hacer negocios, Argentina cayó al puesto 126°, la peor posición histórica.

El dólar no causa inflación -al revés- en todo caso aumento del IPC. Así, es ridículo el cepo, y desdoblar el tipo de cambio traería más trampas tipo “dólar pure” -que tiran abajo la demanda de pesos y sube la inflación- que abasteció en exceso a la cuevas y por eso baja el blue mientras sube el CCL que es el que va a marcar el aumento del IPC. Desdoblado, el dólar comercial podrá funcionar como un subsidio al importador o un impuesto al exportador y el IPC seguirá al blue o al dólar financiero.

Liberado el dólar completamente, hasta llegar a un punto de equilibrio que frene la fuga, no se dispararía tanto -de hecho, el BCRA habría comprado dólares la semana pasada- según puede intuirse de los precios actuales, y bajaría el IPC desde que no habría CCL y caería la inflación al no bajar tanto la demanda de pesos y entrarían más recursos necesitando menos emisión. Aun con el verde contenido, los Derechos de Exportación aumentaron 176,1%, por la suba del tipo de cambio, y los de Importación 66,2%.

Y esto en momentos en que el comercio global languidece. Desde 1945, el peso de las exportaciones e importaciones sobre el PIB -índice de la globalización- pasó del 23% hasta el 60%, aunque cae desde 2018. El futuro gobierno espera que crezca el superávit comercial y le deje un saldo favorable de u$s25.000 M durante 2020.

Para terminar una nota el pie: los del REM del BCRA, en noviembre de 2018, decían que en 2020 el PBI crecería 2,5%, pero ahora afirman que caerá 1,7% sin saber cómo se conformará el nuevo gobierno ni con qué plan. Y después preguntan por qué nadie cree a estos “economistas”, los mismos que alientan el cepo.

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

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