8 de julio 2009 - 17:19

Alak, un todoterreno, es ahora ministro de Justicia

Aníbal Fernández
Aníbal Fernández
Casado y con tres hijos, podría decirse que Julio Alak, flamante ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, ha demostrado en los últimos 20 años una enorme versatilidad para ejercer oficios diversos y sostener posturas ideológicas discrepantes.

Alak militó en las diversas corrientes del justicialismo (cafierismo, menemismo, duhaldismo, kirchnerismo) de las últimas dos décadas, y ocupó cargos tan disímiles como la intendencia de La Plata, la presidencia de la reestatizada Aerolíneas Argentinas y ahora el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos.

Este abogado, nativo del pueblo bonaerense de Benito Juárez, recibido en la Universidad de La Plata e hijo de una familia sirio-libanesa cristiana, fue en su juventud defensor de presos políticos en el proceso militar. Llegada la democracia, en 1984 se afilió al peronismo, una adhesión que lo llevaría a ocupar la intendencia de la capital bonaerense en 1991, en una elección de medio término en la que el menemismo -que lo tuvo como candidato- arrasó en todo el país. Por entonces exhibía un tupido mostacho que -con el avance de su incipiente calvicie y el encanecimiento de su ya escaso cabello- descartó para verse un poco más joven que sus 51 años.

Fue intendente entre 1991 y 2007, año en que -tras cuatro períodos consecutivos- lo derrotó el actual intendente Pablo Bruera, con quien se «pechaban» en la campaña para demostrar cuál de los dos era más «K».

Imputación

Como suele pasar en casi todas las sucesiones de cargos electivos, Bruera y su gente lo acusó de presuntos desmanejos financieros, de haber dejado a la ciudad con un enorme déficit operativo y una deuda aún mayor, pero hasta la fecha no se iniciaron acciones legales contra Alak en ese sentido.

Antes de eso habría ejercido la docencia en su «alma mater» y también trabajado varios años en la empresa periodística de la familia Kraiselburd -El Día de La Plata; Diario Popular-.

A este confeso, sufriente hincha de Racing Club, curiosamente, lo obsesionaba la necesidad que -según él- existía en La Plata de contar con un estadio único, que albergara la pasión tanto de Gimnasia y Esgrima como de Estudiantes, los dos clubes que se disputan los favores de los platenses. Lo construyó, pero a un costo varias veces superior a las estimaciones previas, y siete años después de su apertura (en 2003, con un recital de Los Nocheros al que fue el entonces presidente Eduardo Duhalde) sigue sin aparecer el techo corredizo que lo cubrirá alguna vez. Su sucesor ya anunció que ese techo -que durmió en diversos depósitos durante casi una década- se instalará en los próximos meses, pero se sigue dudando de que así suceda.

En el ínterin, «triperos» y «pinchas» se pelearon a muerte con él y reclamaron su derecho a reformar sus respectivos, vetustos estadios en el Bosque platense (terminaron haciéndolo). Para tratar de usar el estadio más que un puñado de días por año, fundó La Plata Fútbol Club, que nunca logró atravesar los primeros escalones de las divisiones amateurs del fútbol del interior, y mucho menos ganar adeptos o hinchas.

Después de salir de la alcaldía platense, Alak permaneció ocioso poco tiempo: quien sería su protector por un breve lapso, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, lo convocó para presidir Aerolíneas Argentinas, que estaba por ser reestatizada. Su designación llegó el 15 de julio de 2008, o sea el día en que Cristina de Kirchner anunció con bombos y platillos (de los sindicatos aeronáuticos) que se había «reconquistado para los argentinos la línea de bandera».

Desde entonces, y sin dudas no por su gestión sino por el dispendio de quien ejercería en los hechos la conducción de la empresa, el «renunciado» secretario de Transporte Ricardo Jaime, esa «reconquista» viene costándole a los argentinos un promedio de un millón de dólares diario.

La gestión de Alak al frente (es un decir) de Aerolíneas se caracterizó por tratar de esquivar con movimientos de cintura los remezones de la pelea entre Jaime y quien era su jefe -al menos en teoría-, el ministro de Planificación Julio De Vido, de quien terminó respaldándose.

Dejá tu comentario