El artista reflejó, a través de sus símbolos, la violencia y la crueldad del terrorismo estatal, aunque en sus años no fue correctamente interpretado.
La muestra del escultor Alberto Heredia (1924-2000), que exhibe la galería Del Infinito, expresa la violencia y crueldad ejercidas durante el período que abarca el terrorismo de Estado durante el gobierno de Isabel Perón y la dictadura militar. Las obras más significativas están reunidas en el medio de la sala principal sobre unas tablas blancas apoyadas sobre escaleras también blancas. Allí están las series de los "Amordazamientos", "Las lenguas" y "Los sexos", además de algunas cajas. Heredia anuncia el horror. El artista expuso estas obras en la galería Carmen Wuagh en 1974, y en diciembre de ese mismo año recibió una carta de la Triple A donde le comunicaban su condena a muerte si no abandonaba "nuestra bendita patria" al día 12 de enero de 1975 "del año del Señor". Lo acusaban de ser un "activista comunista de la élite artística de la Internacional de París", "un ateo criminal" y un "vicioso homosexual y drogadicto". La carta se encuentra hoy en el archivo del artista.
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Las bocas abiertas con las mandíbulas desencajadas, realizadas con prótesis dentales y otros materiales de desecho, están montadas sobre pedestales y firmemente amordazadas con tiras de trapo. La visión escalofriante de la tortura se reitera una y otra vez en las lenguas mutiladas y sangrantes. Allí mismo hay un sexo femenino dentado y un par de cajas. Durante su estancia en París, Heredia había colaborado con el primer "Vivo Dito" del desprejuiciado Alberto Greco y, al regresar, aseguró que allí había aprendido a "perder el miedo". No obstante, esta vez no se trataba de enfrentar la curiosidad del público en una acción callejera sino de una genuina amenaza de muerte.
Como tantos argentinos a lo largo de nuestra historia, Heredia se exilió en Uruguay durante un tiempo. Pero en 1976, y en 1978, estaba nuevamente en Buenos Aires exponiendo sus obras. Y, en efecto, si se observan las fechas tempranas de sus trabajos más explícitos sobre los tiempos feroces que vivía nuestro país se advierte su coraje. Vale la pena ver la imagen en el medio de una esquina porteña del desafiante "Ricky y el pájaro" (1976), una retorcida figura humana con cabeza de ave de dos metros de altura que parece estar en carne viva, apenas vendada con unos trapos rojos y calzando altas botas de cuero también rojo. La obra se percibe como uno de los gestos más valientes que se hayan producido nunca en nuestro medio intelectual y artístico. Hay en la galería una extensa serie de dibujos y entre ellos está "Ricky y el pájaro".
Como contrapartida del coraje, hay críticos de la época que hablan del "delirio"de la fragmentación de su obra y su "obsesión por el fetiche". Así inscriben el arte de Heredia en el surrealismo y establecen una analogía con el colorido de "los pesebres bolivianos" cuando lo suyo no fue "el desgarramiento del ser" ni un imaginario portentoso sino, por el contrario, un realismo sin concesiones. Con su capacidad expresiva, Heredia dejó constancia del grado de desesperación que sobrevolaba a la Argentina, y que él fue capaz de transmitir.
Amigo de Enio Iommi, había transitado el camino que va del academicismo a la escultura abstracta. Recién en 1962, y en París, Heredia se dedicó a transformar con humor irreverente las "Cajas de Camembert", título que le brindó a las obras realizadas con los envases de cartón redondo del típico e intensamente perfumado queso francés. Adentro supo guardar y darle forma a sus críticas a la sociedad de consumo. Heredia buscaba materiales de desecho en el mercado de pulgas y también en los basurales para componer cajitas como la que exhibe Del Infinito, con hilos, un muñequito, papelitos y hasta un hueso.
El arte y la vida están ligados en la potente carga subjetiva de la obra de Heredia. Cuando montando un caballo sufre un accidente que lo dejaría rengo para el resto de sus días, transporta a su obra el trabajo de escayolado, las vendas con yeso. Con esta técnica realizaría varias de sus obras emblemáticas, como el negro y siniestro aquelarre llamado "Bailando en el Savoy".
Mirada desde la retrospectiva, la violencia ha dirimido ideas, territorios, poder; ha sido, casi siempre, la primera opción de los grupos en pugna y un factor determinante de las cuestiones económicas, políticas y sociales de la Argentina. No obstante, la violencia fue negada por la sociedad durante largos períodos de nuestra historia y, del mismo modo, muchas veces estuvo ausente de las expresiones artísticas. Pero al promediar el siglo XX la violencia afloraría en el arte con la potencia de un caudal contenido y, desde entonces, pasó a ser una temática de primer orden. La violencia centrada en la muerte y la desaparición del otro, es un ciclo que se cierra con el arribo a la democracia. A partir de entonces y a pesar de las tremendas dificultades debidas mayormente a la reaparición de la violencia con distintas máscaras en el ámbito privado, se abre un camino al diálogo y la negociación.
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