20 de septiembre 2012 - 00:00

Bienvenida evocación de médico ejemplar

El doctor Esteban Maradona en la casa de un pueblito perdido de Formosa, donde durante décadas atendió gratis, brindó instrucción sanitaria, formó una colonia agrícola aborigen, y ayudó a crear escuela y comisaría.
El doctor Esteban Maradona en la casa de un pueblito perdido de Formosa, donde durante décadas atendió gratis, brindó instrucción sanitaria, formó una colonia agrícola aborigen, y ayudó a crear escuela y comisaría.
«Maradona, médico de la selva» (Arg., 2012, habl. en esp.). Guión y dir.: M. Serra. Documental.

Sencillo, austero, medido en sus palabras, respetuoso, ajeno al poder y la ostentación, abnegado, así era Maradona. El doctor Esteban Laureano Maradona. Cada tanto, muy cada tanto, alguien lo recuerda. Más de medio siglo pasó en un pueblito formoseño rodeado de indios. Antes, fue médico y periodista en el Chaco, conferenciante en reclamo de mayor seguridad laboral, médico camillero en la Guerra del Paraguay, jefe de Hospital en Asunción y en el leprosario de Itapirú. Se volvió, tras la muerte de su prometida. En 1935 viajando desde Formosa hasta Tartagal, el tren se detuvo en un villorio perdido, Guaycurri. Alguien pedía ayuda para una parto que venía difícil.

«Todo esto era monte, solo había cuatro ranchos rodeados de indios que después me querían matar», recordaba, ya viejo, en una nota. El tren se fue, él se quedó. Vivió en una simple casa sin electricidad, atendiendo gratis a los indios. Brindó instrucción sanitaria, formó una colonia agrícola aborigen, ayudó a crear escuela y comisaría, logró erradicar enfermedades, lo terminaron llamado Piognak, doctor Dios. Y siguió en esa simple casa hasta que, ya nonagenario, tuvo que irse a vivir con los sobrinos.

El documental que hoy lo evoca parte desde los recuerdos últimos de amigos y parientes, se expande a caciques y botánicos (porque además fue un estudioso de las plantas medicinales), recoge su voz y su presencia en buen material de archivo, incluso recoge algunas observaciones de dos personas que quieren restarle méritos, encuentra a la niña que nació aquel día («no puedo esconder mi edad», se rie), y recupera a dos periodistas que lo dieron a conocer para todo el país: Enrique Nabor Juárez, de «Primera Plana», y Roberto Vacca, del programa «Historias de la Argentina Secreta». Juárez, nos consta, fue más allá: por toda redacción que pasó, a todo redactor que formó, mandó hacer una nota sobre «el Albert Schweitzer de Formosa», como le decían, en referencia al entonces famoso médico de Lambarené, un rincón perdido del Africa Colonial.

Hay diferencias: Schweitzer además era teólogo, organista de fama, escritor, tuvo el respaldo del gobierno alemán, y en 1952 ganó el Nobel de la Paz. Maradona sólo escribió de plantas, aves, lepra, y un vocabulario toba-pilagá, amén de una pequeña memoria, se sostuvo solo, y no ganó el Nobel aunque dos veces lo postularon. Tuvo en cambio varios reconocimientos, hasta de la ONU, y siempre derivó el dinero de los premios a becas para médicos formoseños y misiones similares. En 1994, el Congreso declaró Dia del Médico Rural el de su cumpleaños, y ordenó editar todos sus libros. Esto último todavía no se concretó.

P.S.

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