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Cristina, una agenda volátil con las intrigas de cada día
Aquel sistema perdió vigencia. La presidencia resuelve, casi día a día, su actividad. En Casa Rosada decían, ayer, que en ningún momento estuvo programado un acto para el miércoles, aunque esa información salió, el fin de semana, desde despachos teóricamente informados del kirchnerismo. El martes, de hecho, un funcionario dijo que recién ayer, por la mañana, la mandataria resolvería sus pasos.
Anoche, en tanto, no había nada previsto para lo que queda de la semana mientras que en otros círculos se habló de un eventual regreso de la Presidente, a un acto público, recién sobre fines de enero. En esa línea, en sectores del Gobierno hablan de que la cuestión de la actividad está supeditada más a una circunstancia anímica de la jefa de Estado que a un asunto de carácter médico, a pesar de que, se insiste, rige la recomendación de que no realice actividades prolongadas.
Ayer, en Olivos, la Presidente recibió por tercera vez en 36 horas al ministro de Economía, Axel Kicillof, y luego fue el turno de Miguel Galuccio, titular de YPF, y de Diego Bossio, el administrador de la ANSES (ver nota en Tapa).
La incertidumbre viene desde diciembre, potenciada por información escasa o datos imprecisos. Desde la versión, profusamente voceada desde el Gobierno, de que a mitad de diciembre la Presidente se iría al sur hasta mediados de enero, casi 30 días de vacaciones. No ocurrió: se fue, pero volvió a la semana y el lunes 6, día de Reyes, regresó a Olivos. "Nunca fue oficial", explicaron ayer en Gobierno.
Más preciso parece otro enfoque: las sucesivas tensiones, a partir del malestar que generaron los cortes de energía, y luego la pulseada expuesta entre Ricardo Echegaray y Axel Kicillof -en la que intervino en zig zag el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich-, "obligaron" a la jefa de Estado a volar a Buenos Aires, pero, como símbolo más claro de presencia, a instalarse la tarde del martes en su despacho de la Casa Rosada.
En el Gobierno hablan de "etapa de adaptación", como si se tratara de un período de acostumbramiento a la presencia relativa, no en el día a día, de la mandataria. Cuando se supuso eventual, tras la internación y la operación de urgencia en octubre, apenas se administró en torno a la figura del vicepresidente Amado Boudou, pero en medio de cruces y desencuentros dentro del gabinete.
La llegada de Capitanich a la Jefatura de Gabinete tuvo como objetivo girar la centralidad, al menos operativa, hacia el chaqueño, convertido en una especie de "primer ministro" o, en palabras de Carlos Zannini, un "CEO". Dos conflictos tocaron ese rol de Capitanich: el estallido policial en Córdoba y, en estos días, los tironeos sobre la modificación de Bienes Personales, primero en un sentido y luego en el otro.
El cortocircuito entre Kicillof y Echegaray tiene, menos visibles, otras cuestiones, pero, sobre todo, una especie de "trabajo a reglamento" del funcionario, según la definición de un dirigente ultra-K. La crisis energética, en la que Julio De Vido se convierte en un imán de críticas, se atribuye en parte al alejamiento presidencial de la agenda fina en los últimos meses.
A Capitanich se le reconoce que tiene "voluntad" de conducir la coyuntura y que ejercita esa centralidad. Un legislador, un funcionario y dos intendentes que lo vieron en los últimos días cuentan que el chaqueño tiene "voluntad de mando" porque "da órdenes" y "trabaja como jefe de Gabinete". En eso, al menos, coincidieron esos dirigentes kirchneristas.
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