5 de abril 2012 - 00:00

Épica y aventuras como ya no se hacen

Tahar Rahim y Antonio Banderas en «El príncipe del desierto», gran film de Jean- Jacques Annaud, con momentos épicos magníficos y el viejo espíritu del cine de aventuras, más una visión distinta de la cultura árabe.
Tahar Rahim y Antonio Banderas en «El príncipe del desierto», gran film de Jean- Jacques Annaud, con momentos épicos magníficos y el viejo espíritu del cine de aventuras, más una visión distinta de la cultura árabe.
«El príncipe del desierto» (Black Gold, Fr.-It.-Qatar, 2011, habl. en inglés). Dir.: J.-J. Annaud. Int,; T. Rahim, A. Banderas, M. Strong, F. Pinto, R. Ahmed, L. Kebede.

Ya no hacen películas como ésta. Pero por otro lado, J.-J. Annaud es un director que nunca hizo películas parecidas a las de ningún otro director, y desde los tiempos de obras maestras como «La guerra del fuego» o «El oso» demostró que podía tomar un género cualquiera y hacerlo resurgir con todos sus ingredientes originales, más el agregado extra de la inteligencia y el punto de vista del público actual.

«El príncipe del desierto» es la historia de la irrupción del factor petróleo en dos reinos árabes que, en plena década de 1930 coexisten casi como en tiempos medievales. Mark Strong es un sultán sumamente ético pero totalmente apegado a tradiciones reaccionarias, mientras que su vecino Antonio Banderas es más práctico y bastante más tramposo, pero él intenta darle a su gente algo de modernizacion que evite que los árabes sigan siendo «los meseros en el banquete del mundo».

Ambos reinos tuvieron una guerra por el cinturón amarillo, es decir el enorme desierto entre las dos ciudadelas, y el conflicto terminó con Banderas tomando como rehenes a los dos hijos de su enemigo vencidos a quien le promete que los educará junto a sus propios príncipes. Con eso logra que ese gigantesco desierto llamado «Jardín de Alá», y que en realidad todos consideran inservible, termine siendo una tierra de nadie que ninguno de los dos sultanes puede reclamar para sí. La bendición del descubrimiento de petróleo, oro negro que puede servir para crear hospitales o traer la luz eléctrica (una de tantas escenas impactantes de este film) trae también el problema de que los yacimientos están en el cinturón amarillo que nadie podia tocar, desatando otro conflicto.

Tahar Rahin, que ya hacía de príncipe celta en la extraordinaria película épica «La legión del águila», es uno de los hijos tomados como rehenes pero para ser criado como propio por uno de los sultanes. Ya adulto, y siempre enamorado de la princesa local, luce como un torpe intelectual dedicado tanto a los libros que su padre adoptivo lo pone a cargo de la flamante biblioteca del reino, mientras todos sus hermanos sueñan con armas y aviones modernos.

Luego de una primera mitad que se toma todo el tiempo necesario para contar la historia y describir las situaciones con imágenes fascinantes, la película explota a increíbles niveles épicos para narrar la transformación de ese torpe bibliotecario en un príncipe guerrero capaz de unir a todas las tribus nómades del desierto y sorprender a sus dos padres en el campo de batalla.

Annaud nos da un film de aventuras a la antigua, que no tiene escenas de acción gratuitas inverosímiles sino formidables momentos épicos. Todo cargado con humor, diálogos inteligentes, buenas actuaciones (las de Mark Strong y Banderas son notables, sin hablar de la metamorfosis de Tahar Rahin) y sobre todo la intención de contar algo distinto sobre el mundo árabe, mostrado sin los estereotipos ni prejuicios esperables de una superproducción de este tipo. En este sentido sólo los ascéticos decorados muestran algo totalmente distinto al momento de ofrecer imágenes sobre una cultura de la que aún hay mucho para descubrir. La hermosísima banda sonora de James Horner completa un film extraordinario hecho para ser disfrutado en la pantalla grande sí o sí.

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