27 de enero 2010 - 00:00

Inda Ledesma: una actriz con mucho de hechicera

A Inda Ledesma le sobraban cualidades, pero con enumerarlas no alcanza para explicar el deslumbramiento que provocaba cada vez que actuaba, sea en teatro, en un set de TV y hasta en entrevistas.
A Inda Ledesma le sobraban cualidades, pero con enumerarlas no alcanza para explicar el deslumbramiento que provocaba cada vez que actuaba, sea en teatro, en un set de TV y hasta en entrevistas.
Inda Ledesma, fallecida ayer a los 83 años en el geriátrico donde vivía, fue mucho más que una «actriz de raza» o «un monstruo de la escena», como suele calificarse a los intérpretes que derrochan talento y energía. Tenía algo de hechicera y de médium. Le sobraban cualidades, pero con enumerarlas no alcanza para explicar el deslumbramiento que provocaba Ledesma cada vez que actuaba (ya fuese en un teatro, un set de televisión o en medio de un reportaje). Hace un par de décadas, ocurrió una anécdota muy curiosa. En medio de una entrevista televisiva, la actriz dejó mudo nada menos que al periodista Carlos Rodari, famoso por el perfil psicologista con que encaraba sus reportajes. Al preguntarle a la actriz cuánto de verdad había en su actuación, ésta le respondió con una agresividad inusitada, como si repentinamente se hubiera vuelto psicótica. Pero una vez que dio por respondida la pregunta, y dejó en claro que todo había sido un «gran truco», siguió con la entrevista con absoluta naturalidad.

La carrera de esta intérprete extraordinaria arrancó en 1945 en la Comedia Nacional Argentina, dirigida por Orestes Caviglia. Su idoneidad y exquisita percepción la llevó a crear un estilo propio que luego pudo volcar en la dirección.

Fue muy destacada su puesta de «Israfel», de Abelardo Castillo, con la actuación de Alfredo Alcón; su novedosa versión de «Medea» de Eurípides. En varias ocasiones actuó y dirigió simultáneamente, como en «Orinoco» de Osvaldo Carballido y «El zoo de cristal» de Tennessee Williams.

En 1987, tuvo uno de sus escasos traspiés, cuando dirigió en el Teatro San Martín una versión de «Tres hermanas» de Anton Chejov que no tuvo mucha aceptación. En cada función la directora iba y venía descalza por la sala interviniendo la ficción con comentarios e indicaciones para las actrices que desconcentraban a la platea. Diez años más tarde protagonizó y dirigió en el Cervantes «La visita de la vieja dama» de Friedrich Dürrenmatt.

Participó además de ciclos televisivos de buen nivel como «Alta Comedia», «Nosotros y los miedos», «Compromiso», «Situación Límite» y «Cuentos para ver».

Como directora y maestra de actores dejó una huella imborrable en todos sus colegas. Tal el caso del director Ricardo Bartís que la vio actuar en «Medea» diecisiete veces y que aún no puede entender la extraña metamorfosis que experimentaba la actriz: «le cambiaban los ojos como a los gatos y hasta su piel adquiría otra textura», relató a este diario en una de entrevista reciente.

Por su parte la actriz Cristina Banegas también la considera una gran maestra desde que en 1979 trabajó bajo su dirección en la versión teatral de «El príncipe idiota» de Dostoievski. Además la recuerda en una escena sublime, donde «Inda doblaba unas sedas en un poema chino». Efectivamente, la actriz tenía una gran predilección por la poesía. En varias oportunidades recorrió el país con un espectáculo unipersonal donde recitaba varios poemas. Hoy se la puede escuchar en el disco «Borges poeta» de la colección Voces que fue editada el año pasado por el Complejo Teatral de Buenos Aires junto a Acqua Records.

Patricia Espinosa

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